18. Nueva normalidad.

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En el mundo existían algunas cosas Minseok realmente adoraba. Cosas simples como los aromas.

Él tenía un muy buen olfato y era capaz de percibir olores muy tenues y distinguirlos sin problemas, a menudo Kyungsoo lo llamaba sabueso, especialmente cuando percibía algo a la distancia. En los últimos meses había ido sumando cosas a la lista de olores que le agradaban; el olor de los brillos labiales que Hana coleccionaba, el perfume de Baekhyun, el olor de las toallas húmedas con las que limpiaba a Kenji y el olor de sus pequeños pies, también el del champú de los niños, el del desinfectante y el del jabón para lavar las manos. Y existía otro, un olor que lo envolvió desde el primer día que puso un pie en esa casa: el de Jongdae, ese aroma que resultaba de la mezcla de su propia esencia y la loción azul que guardaba en uno de sus cajones. Ese aroma que luego se quedaba enganchado en los niños, especialmente en Kenji, ese aroma que percibía con fuerza en ese preciso momento.

Minseok inspiró profundamente, llenándose de él. Los dedos de su mano izquierda acariciaron la tela de la camisa y con un leve movimiento restregó sus mejillas en él... Y de pronto, lo golpeó la realidad. ¿Qué carajo hacía comportándose como un gato?

Abrió los ojos de inmediato y notó que seguían en el sofá, en donde habían decidido dormir. No debía faltar mucho para el amanecer. Los brazos de Jongdae lo rodeaban y sus piernas estaban enredadas. Todavía tenían encima la manta peludita que habían tomado prestada de la habitación de Kenji y por su mente se extendió un pequeño deseo: despertar así todas las mañanas, especialmente las mañanas frías como esa. 

Poco a poco, los recuerdos de la noche anterior empezaron a amontonarse en su cabeza y Minseok sintió sus mejillas calentarse. No se sentía arrepentido en absoluto, pero tal vez sí se habían excedido en la bodega... Los labios de Jongdae seguro eran una nueva especie de narcótico, porque sin mucho esfuerzo había mandado todas sus inhibiciones a volar.

Minseok deslizó sus dedos sobre el pecho de Jongdae y este se removió estrechando un poco más los brazos a su alrededor.

—Deja de intentar seducirme —Jongdae murmuró y besó su cabello—. Duerme un poco más.

Minseok apoyó una mejilla sobre su pecho nuevamente y cerró los ojos. Lo siguiente que supo, fue que algo le picaba la nariz.

Abrió los ojos y se encontró con Kenji, que lo miraba con una gran sonrisa mientras hacía su travesura.

Minseok sonrió y extendió su mano para tocarle el cabello. En ese instante se percató de que Jongdae ya no estaba en el sofá. Se sintió un poco desilusionado, casi solitario, pero no por mucho tiempo ya que Kenji decidió subirse al sofá y desplomarse a su lado. Minseok lo apretó contra su pecho, llenando de nuevo aquel extraño vacío y volvió a quedarse dormido.

La tercera vez que despertó Kenji dormía a su lado. Se levantó del sofá con cuidado de no despertarlo y escuchó las voces de Jongdae y su hija, que discutían sobre pegasos y unicornios. Minseok asomó por la habitación. Jongdae estaba poniéndole sus medias a Hana.

—Los unicornios no tienen alas —Hana aseguró, estirando su pie para ayudar a su padre.

—Sí tienen, yo los he visto —Jongdae aseguró mientras acomodaba la media.

—Pero no existen —Hana insistió.

—A los unicornios con alas los llaman Alicornios —Minseok aportó desde el marco de la puerta.

Jongdae se giró de inmediato al escuchar su voz y le sonrió. Minseok le devolvió la sonrisa con timidez y Jongdae pensó que su corazón también tenía alas, pues luchaba por echar a volar hacia él.

Los Hijos Del Señor Kim [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora