23. Ascenso.

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Jongdae apoyó sus antebrazos en la barandilla del balcón y suspiró mientras echaba un vistazo al paisaje. Era una mañana cálida, el cielo estaba despejado y, aunque era muy temprano aún, ya habían personas deambulando por la playa.

Esa mañana se sentía muy extraño, demasiado feliz como para plantearse si se trataba de un sueño.

Al suave sonido de la brisa y el oleaje se unió un familiar tono de voz, que logró evaporar su inseguridad en un instante.

—¿Te sientes bien? —Minseok había preguntado, con el ceño ligeramente fruncido.

Parecía un poco preocupado, pero para su alivio, Jongdae negó y abrió sus brazos. Minseok no dudó en meterse entre ellos.

—Buenos días, mi amor —Jongdae le susurró al oído mientras lo apretaba contra su pecho.

Minseok lo escuchó llamarlo de aquella cariñosa manera en que a veces también llamaba a sus hijos y se sintió parte de la familia, en ese momento más que nunca.

—Buenos días —Minseok musitó, temeroso de que su corazón encontrara la forma de escaparse por su boca.

—¿Cómo te sientes? —Jongdae se separó un poco para mirarlo.

—¿La verdad? —Minseok preguntó con el ceño fruncido—. Me siento extraño.

—¿Te lastimé? —Jongdae preguntó con preocupación.

—No —Minseok aseguró—, pero ya no soy virgen. Es extraño, antes de ti pensaba que solo perdería mi virginidad al hacerme el examen de la próstata.

Jongdae rio entre dientes y le besó la frente. Luego suspiró y empezó a balancearse de un lado a otro, obligándolo a danzar con él.

—Espero que lo hayas disfrutado.

—Mucho —Minseok aseguró, subiendo los brazos a sus hombros. También se balanceó lentamente de un lado a otro, bailando con él de buena gana.

—Si vienes a vivir conmigo, tendremos más oportunidades de hacerlo —Jongdae propuso.

—Lo pensaré.

—Solo di que sí —Jongdae le pidió y se inclinó hacia su oído—. Quiero hacerte el amor todas las noches, quiero que siempre nos acurruquemos al dormir, quiero despertar siempre a tu lado.

Minseok contuvo un gemido al sentir sus labios besándole un costado del cuello y le tomó el rostro para dirigir los besos hacia sus labios.

Jongdae lo apretó contra su cuerpo y succionó sus labios con ganas. Pronto sintió sus dedos navegando entre su cabello. Una de las cosas más placenteras de besarlo era la reciprocidad; tener la certeza, gracias a sus pequeños gestos, de que ambos deseaban los besos, la cercanía y la intimidad tanto como el otro.




—¿Qué están haciendo?

Se separaron bruscamente al escuchar esa vocecita de mandamás que ambos conocían tan bien.

Hana los miraba con el ceño fruncido, luciendo confundida y para nada contenta.

—Parecía que iban a comerse las bocas.

Los adultos desviaron las miradas, sintiéndose un poco avergonzados de haber sido descubiertos.

—Solo era un beso —Jongdae murmuró.

—¿Por qué estabas besando a Minseok?

—Porque...

Los Hijos Del Señor Kim [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora