6. Serpientes y cuadernos.

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Algo estaba estrujando sus mejillas... unas pequeñas pinzas...

Minseok abrió sus ojos de golpe. Muy cerca de su rostro había otro, uno redondito y sonriente.

—Kenji —Minseok murmuró y el bebé soltó una gorjeante risa, feliz de haberlo despertado.

Minseok intentó incorporarse, pero un peso sobre su cuerpo se lo impidió; Baekhyun estaba acostado sobre él, durmiendo plácidamente sobre su costado, como si fuera una cría de perezoso.

Un momento. ¿Por qué estaba en el sofá de los Kim?

Se sacó de encima a Baekhyun, con cuidado de no despertarlo, y se sentó. Suspiró lentamente, aún aturdido, mientras Kenji hacía lo imposible por subirse a su regazo. Escuchó ruidos en la cocina y se levantó, con el bebé en sus brazos.

La escena era parecida a la de la noche anterior, pero esta vez Jongdae vestía un pijama.

—Buenos días —Jongdae lo saludó tímidamente y le quitó a Kenji de los brazos.

Minseok lo agradeció.

—Perdona que... es que parecías tan cansado que no quise despertarte —Jongdae balbuceó—. El sofá es cómodo, así que... te deje dormir.

Minseok bostezó, no parecía importarle mucho.

—¿Por qué están despiertos? —preguntó en cambio, mirando la hora en su móvil con el ceño fruncido. Apenas eran las seis de la mañana.

Jongdae sonrió con calidez. Minseok había visto esa sonrisa anoche.

—Se duermen temprano, se despiertan temprano —explicó.

Minseok rumió una inteligible respuesta y se sentó en la silla frente a él. Jongdae dejó a su hijo en el suelo, quien inmediatamente volvió a buscar a su niñero, y puso una taza de café en la mesa frente a él.

—No le he puesto azúcar, no sé cómo te gusta, además llevo una semana tomando café sin azúcar porque no la encuentro.

Minseok se levantó de la mesa, con Kenji de nuevo en sus brazos, y fue hacia su jefe. Le devolvió al niño y se giró hacia la alacena, estiró sus brazos, se alzó en las puntas de sus pies y sacó el tarro de azúcar de su escondite. 

Jongdae observó cada uno de sus movimientos atentamente. La escena parecía llena de cierta familiaridad y hubo algo, un impulso por rodearle la cintura y pegarse a él. Se preguntó si habría sido capaz de hacerlo si su hijo no ocupara sus brazos.

—¿Sabías que a tus hijos les gusta comerse el azúcar a cucharadas? —Minseok preguntó mientras volvía al comedor.

Jongdae sonrió al notar que sus hijos no eran los únicos adictos al azúcar. Minseok había vertido tres cucharadas sobre su café.

—También se comen la sal, así que ten cuidado de no dejarla por ahí.

—¿La sal? —Minseok alzó las cejas sorprendido.

—No a cucharadas, pero meten sus dedos en el salero o vierten un poco en su palma y empiezan a lamerla.

—¿Y eso no es malo?

—Tan malo como tres enormes cucharadas de azúcar en una sola taza de café —Jongdae acusó.

—No me culpes, tengo que despertar —Minseok dijo mientras bostezaba—. No quiero ir a estudiar...

—¿Vas a venir con nosotros? —Hana preguntó, saliendo de la nada, como siempre.

—¿A dónde? —Minseok y Jongdae preguntaron al unísono.

Los Hijos Del Señor Kim [Chenmin]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora