Capítulo 14: La molécula del miedo

4.8K 470 113
                                    

(Capítulo delicado) ⚠️

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

(Capítulo delicado) ⚠️

_

Vi aquellos rostros asustados, demacrados, sujetos a cadenas pesadas de sus manos y sus tobillos. Se podían ver las laceraciones en la piel por múltiples intentos fallidos de querer quitárselos, incluso mordidas profundas en donde se habían arrancado parte de ella. Eran dos niños, entre seis y ocho años, muy delgados y vestidos con túnicas blancas que llegaban hasta el suelo, uno de ellos de piel clara, pecosa, y rizos anaranjados, el otro similar, pero con el cabello más rojo, como el color de un tomate. Olían a ese típico sudor infantil dulzón y aceitoso.

—Y ustedes ¿cómo llegaron ahí? —Me acerqué al barrote.

Ellos retrocedieron y se abrazaron entre sí, llenos de miedo. Las cuencas de sus ojos estaban hundidas, sus pupilas dilatadas como canicas negras.

Ninguno respondió.

Sentí la mano de Atticus en mi hombro, lo apretó y regresé a verlo. Traía encima una capucha roja, tan larga que le tapaba los zapatos, y en el pecho una placa dorada de un león con las fauces abiertas.

Estiró su sonrisa sibarítica, dejando ver sus dientes blancos, más blancos que la luna llena en su mejor punto.

—¿Qué cosa eres? —inquirí. Él

se mofó. Fijó su mirada en aquellos rehenes y no contuvieron el llanto. El pánico, el terror de las criaturas se disparaba por la habitación, sudaban, jadeaban, las lágrimas les mojaban la cara y el cuello.

—¿Sabes quién te hizo aquel golpe? —preguntó.

—Tú.

—No —Se dio la vuelta y fue hasta uno de los muebles de madera de las esquinas, lo abrió. Había una botella, mi boca salivó en cuanto vi la etiqueta. Mis dedos querían volverse locos, quería arrebatarle aquello. Destapó el corcho y salió humo del líquido, lo inhaló profundamente y añadió—: Esto.

Levanté las cejas con desconcierto, me llevé una mano al rostro, justo donde había quedado aquel gran hematoma, no comprendía y qué estúpida me sentía.

—Háblame claro —contesté.

Los niños se alteraron todavía más, sus alaridos estaban rompiendo mis tímpanos y mis nervios.

—¡Se callan! —espeté con furia.

Atticus dejó escapar una carcajada y lamió la boquilla de la botella, después le dio un trago pequeño.

Los niños se callaron, se tumbaron en una esquina y se cubrieron los ojos.

—¡Este salió muy dulce! —dijo después de lamerse la gota roja que le escurrió de la comisura.

Mi estómago se retorció de hambre.

—Habla ya, hombre —repliqué.

—Esto fue el causante de aquel golpe ¿aún no sabes qué es? Ye te he puesto las respuestas en las narices, diminuta diabla.

Madame Bistró (✔️) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora