Capítulo 34: En cirugía

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Dannielle, una niña insufrible. Perdí la cuenta en todas las veces que ha intentado escapar, burlarme, burlar a los sirvientes, desafiarme. Mi hermana me insistía en que la vendiera, porque ni ella la soportaba. Yo quería verla doblegada, destruirla hasta que de ella solo quedara un cascarón con una mísera vida, pero sin alma.

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Un cliente la había dejado inconsciente. Estaba en la cama, tendida, la sangre había tenido toda la sábana color mármol. Estaba boca abajo, cubierta hasta la cintura, moví su cara hacia mí. Su piel morada desde las sienes hasta el cuello, se veían las manos marcadas en su pecho.

La llamé, pero no se movía.

Le acerqué la mano, se sentía su aliento muy despacio.

El llanto...
El llanto...

Cállate, hija, por favor...

El llanto de mi hija seguía en mi cabeza, en ese momento se exacerbó en mi cabeza, sentía que me derramaban agua hirviendo en el cerebro.

Sentí culpa, ella no era su padre, ella no tenía la culpa.

Le llamé a uno de los cirujanos, quien subió a revisarla. Le tocó la entrepierna y al sacarla estaba empapada en sangre, solo dijo: se va a morir.

—Sálvala, Marcus, ¡llévala abajo!

—No va a salir. Es mejor que...

—¡Llévala!

Cállate, hija, por favor...

El doctor Marcus la envolvió en la sábana, venía escurriendo. La llevó al quirófano, y los otros dos cirujanos se metieron junto con él. Al verla, con la piel casi transparente, pidieron unidades de sangre.

La culpa, la culpa...

Ella no tenía la culpa de lo que hizo su padre.
Ella no tenía la culpa de lo que hizo su padre.
Ella no tenía la culpa de lo que hizo su padre.

Al cabo de seis horas, Marcus salió con una mueca.

—Tenía un desgarro uterino—la enfermera le limpió el sudor—. Tuvimos que quitárselo,
durante la cirugía tuvo un paro cardiaco, la reanimamos, parece estable... parece.

Fui a verla a la camilla, tenía los ojos medio abiertos, viendo al techo.

—Ya está consciente, Madame —dijo el anestesiólogo mientras le pasó un medicamento por la vena.

Dannielle movía la boca, como si quisiera decir algo. Sus pupilas rígidas me enfocaron.

La culpa...
Maldita culpa, sentía un balde pesado en los hombros.

—Duérmete, Morgan —indicó el doctor.
Pero ella seguía con los ojos así.

Le tomé la mano helada y le tarareé una canción... la única que me sé, la que le cantaba Elrond a Valentine.

Durmió.

La niña mejoraba, pero no decía ninguna palabra

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La niña mejoraba, pero no decía ninguna palabra. Recuerdo cuando le quitaron el vendaje del vientre y vio su cicatriz, estaba fruncida, como un ciempiés, parecía la herida de una cesárea.

—La hubieras dormido —me dijo mi hermana, mientras la veíamos detrás del cristal.

—No quise.

—¿sabe lo que le hicieron?

—Lo sabe, ya le explicó Marcus.

—¿por qué no solo la vendes y ya? El señor Fiory ya te ofreció prácticamente todo el sistema
solar por ella.

—No quiero.

No quería que le pertenecería a nadie, era la herencia de Atticus, era mía.

—Es porque te recuerda a él.

—No.

—Claro que sí, si no, no me explicó.

—Es mi venganza.

—Oh, Bistró murió, él no sabe nada de lo que está sucediendo a su hija.

—Él creía en la vida después de la muerte, quizás sí, o quizás después se reúnan en el ades y lo sepa.

El doctor le acarició el rostro a Dannielle, me miró y salió de la sala.

Me ofreció dinero por ella, me negué. Incluso me ofreció trabajar de por vida sin cobrarme, me negué. Solo le vendí tres horas con ella esa noche.

 Solo le vendí tres horas con ella esa noche

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Madame Bistró (✔️) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora