🔞 ¿Las personas malas nacen o se hacen?
Juliette Blanchard, una mujer francesa nacida en una familia de posición económica alta, un día pierde todo a causa de la muerte de su padre. Su madre, Isabelle Blanchard, por varios meses intenta sacar a sus...
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Fui una de las mujeres más importantes. Una que hizo mejores cosas que en todo el tiempo en que vivió Atticus Bistró. Más negocios, construcciones, vías de exportación de mercancía. Estábamos menos expuestos, recorté muchos socios. Mis dos manos derechas: Xal, Kida. Mi hermana, que tantos años fue un moco, un dolor de cabeza, era ahora una mujer inteligente, calculadora, aunque, aún quedaban restos de su pasado. Algunas veces la llegué a ver con una fotografía de Isabelle, observándola antes de dormir, quizás extrañándola. No sé qué hubiera sido de nosotros si esa mujer hubiese vivido. Todo pasa por algo, dicen los filósofos, todo tiene un por qué, y, así como en la teoría de Darwin «sobrevive el más apto», y sigue pasando entre los humanos.
Teníamos enemigos, dos que tres bandos, pero había uno, que estaba haciendo todo por destaparnos. Descubrí a dos hombres que vinieron disfrazados de clientes, pero traían armas debajo de los pantalones, quisieron tomar evidencia para exponernos, los torturamos para que hablaran, una de mis torturas favoritas era, el desollarlos, dejarlos expuestos y que los cuervos viniesen a hacer su trabajo.
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Era una mañana fría, bostecé y me estiré. Me dolía la espalda, había follado toda la noche con Dáire, mi primer escolta personal. Era más joven que yo, pero sabía cómo causarme tres orgasmos en una hora. No quise despertarlo.
Me puse una bata y me peiné el cabello.
Bajé a la cocina. Las cocineras estaban movidas de izquierda a derecha, preparando todo para la celebración de navidad. Sería la inauguración del restaurante.
—Madeleine ¿ya alimentaste a los cuervos?
—Sí, Madame.
—¿y lo que te encargué?
Ella abrió el horno y sacó una docena de muffins.
Tomé el más esponjoso.
—Este, ponle algo de color. Será un regalo.
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