Capítulo 11: Insomnio

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Como si mi alma hubiera viajado por todo el cosmos y cayera de golpe cual rayo, así sentí al despertar, un estallido al pecho que me trajo a la realidad

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Como si mi alma hubiera viajado por todo el cosmos y cayera de golpe cual rayo, así sentí al despertar, un estallido al pecho que me trajo a la realidad. Inhalé una gran bocanada de aire, como si hubiera estado sin respirar por horas, hasta que recupere el aliento y sentí paz, como si me hubieran dado un masaje lento por todas los músculos.

No había nadie conmigo, estaba sola en la cabaña con las luces apagadas, mi ropa estaba intacta. Atticus no me había tocado en lo absoluto. Solo sentía frío, pues la temperatura debía estar a -13°C y ni siquiera traía un suéter conmigo. Me puse en pie y estiré mis brazos, ni siquiera sentí el peso de levantarlos.

Prendí la luz y vi la botella de vino vacía ¿Acaso habíamos bebido todo el vino? Eso parecía, pero no recordaba nada, más que haberme acostado después de una copa. Levanté la botella y mi vello corporal se erizó al volver a sentir su aroma. Lamí la boquilla antes de irme de ahí, no tenía nada, pero quería sentir un último esbozo de sabor, y qué vergüenza, nunca me llamó en absoluto la atención el alcohol, incluso siento seria repugnancia por los viciosos, los que veía en las calles con botellas de farmacia, pero esta bebida es diferente, la compararía más con un jugo de uva muy ácido, nada amargo, nada que te haga estrujar los ojos.

Salí de ahí y miré el cielo, por el sol, supuse que debían ser las seis o siete de la tarde. En cuanto subí a mi recámara, vi a mi hermana salir de la suya, al verme abrió los ojos como si yo fuera un espectro, se me fue encima con un abrazo y griteríos.

—¡Pero ¿Dónde estabas?! —vociferó preocupada—. Espera, espera —detuvo mi cara entre sus rollizas manos—, ¿Qué... qué te pasó? —me miró con horror.

—¿Pasarme de qué? Es más ¡Qué te importa dónde estaba!

—¡Hermana! ¿Qué tienes aquí? —Xalimar me tocó el rostro, cerca del pómulo y el párpado inferior. 

—¿Tener qué? —Le quité la mano. No entendía, pero su cara de terror ya me estaba comenzando a preocupar.

—¿Te duele mucho? —se mordió los labios—. Le diré a a... a alguien que te de una pastilla.

Abrí la puerta del cuarto y fui al tocador para verme al espejo, tenía un gran derrame en el ojo del lado izquierdo y un hematoma que lo rodeaba desde la ceja hasta el pómulo, parecía que me habían dado el golpe de la vida. Me toqué, pero no sentía dolor, nada en absoluto, tampoco estaba inflamado, ni caliente, solo era una gran mancha purpurea terrible. Detesté verme de esa forma, mi piel tan limpia y suave, lucía tan sucia y repugnante, quise soltar un grito desesperado, pues eso tardaría días en quitarse, se iría poniendo verde hasta desaparecer. Cerraba los ojos como si eso fuera a traerme a la memoria qué fue lo que pasó, pero me sentía en blanco. Me quité la ropa desesperada, poco importándome que estuviera ahí Xalimar, quería buscar si tenía más golpes en el cuerpo, pero no, solamente el del rostro. Tuvo que haberme golpeado él... maldito.

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