Capítulo 8: El profesor

6.2K 668 199
                                    

Faltaban diez minutos para que comenzara mi primer clase. Desperté una hora y media antes, quizás de la emoción. Me duché con agua helada para quitarme todo esbozo de sueño.

Una de las espoirs había dejado más ropa nueva en el armario, toda era de mi agrado, pero tuve que dejarle en claro que ni se le ocurriera traer un vestido rosa o lila porque se lo zamparía en la cara. Y muy inteligente muchacha, escogió un precioso vestido color terracota con un listón a la cintura el cual apreté lo suficiente para que se remarcara mi por ahora escasa cintura. Perfumé mi cabello con agua de tocador de Violetas y raspé un poco mis mejillas para hacerlas más rosas.

Designaron para la clase una de las tantas habitaciones del piso principal, aunque yo era dos años mayor que Xalimar, Atticus dispuso que la clase fuera para ambas... al principio me molesté, pero la verdad es que es mejor que sea ella y no cuarenta alumnos sudorosos que no hacen más que hurgarse la nariz.

Tomé una libreta que Camile me había obsequiado, forrada de cuero color azul rey, tan perfecta que me
parecía delito escribir en ella.

En pequeños brincos bajé los escalones, fisgoneando por todos lados, esperando que Atticus pasara y pudiera verme, y entonces yo tener el valor de fingir ignorarlo, pero ni su estela de perfume jugueteaba por ningún lado, y tampoco la de mi madre.

Erguí el cuello y abrí la puerta del salón. Con pasos firmes y suaves entré, pensé que me encontraría un hombre regordeto y en corbata, oliendo a puro cubano, pero fue todo lo contrario. Sentado al escritorio caoba, estaba un joven de no más de treinta años de edad, con una piel de porcelana, lechosa, unos cuantos lunares discretos por los pómulos, el cabello rubio cenizo, perfectamente peinado hacia un lado. Totalmente concentrado en un libro impecable mientras hacía anotaciones por otra parte.

—Buenos días —dije, entrando de manera confiada. Levantó el rostro y centellaron sus ojos esmeraldas, como dos escarabajos con alas cerradas, me observó unos segundos de pies a cabeza y sonrió, soltó su lápiz y se puso en pie para extender su brazo.

•••

•••

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

•••

—Buenos días, Juliette —saludó, sin pestañear. Me dio un apretón fuerte. Dejó ver aquellos dientes brillantes color mármol.

—¿cómo sabe que soy Juliette? —inquirí. Dejé mi libreta en la mesa, y me crucé de brazos. Su mirada era penetrante, pero no tanto como la de Atticus que me traspasaba en un segundo obligándome a bajar el rostro.

—Lo supuse —se colocó su saco añil y abrochó los seis botones—. ¿Qué edad tienes?

«pensé en decir trece, pero eso suena muy pequeño... tal vez debería agregar el siguiente número»

Madame Bistró (✔️) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora