Capítulo 15: Cadáver exquisito

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Conejo, cerdo, caballo, venado, reptil, oso, león

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Conejo, cerdo, caballo, venado, reptil, oso, león. Las figuras que estaban en las manijas, los emblemas que ví en las pinturas, en la capucha roja de Atticus, eran grados. Me lo explicó él.

En el conejo, donde estaba yo, entraban todos los principiantes, era un tipo de entrenamiento, debíamos aprender teoría básica antes de cualquier actividad, y sí, tal cual como el roedor, al principio te sientes perdido y con el corazón taquicárdi...

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En el conejo, donde estaba yo, entraban todos los principiantes, era un tipo de entrenamiento, debíamos aprender teoría básica antes de cualquier actividad, y sí, tal cual como el roedor, al principio te sientes perdido y con el corazón taquicárdico por entrar a un nuevo mundo, uno que está bajo las sombras, moviendo los hilos de la rotación, de los pasos de las masas, el ascenso y descenso de los gobernadores, aprobación y rechazo de las leyes, inflaciones, riquezas, reseteos, una dimensión invisible para el resto de los humanos, pero que pasa debajo de sus pies (literalmente).

Yo era la más joven, podría sentirme halagada o muy estúpida, pero ahí estaba, dispuesta a ascender a la casa por excelencia para mujeres, la del oso, nunca hubo una que alcanzara el grado, antes de mí, hubo cuatro que lo intentaron, todas desertaron, les llegaba pronto la culpa y terminaban por huir o quitarse la vida. No me trago el cuento de que huyeron, sé bien que desertar es sinónimo de morir. Nada se les escaparía nunca, tienen ojos hasta en la luna, nadie se mueve sin que Atticus lo sepa y de hacerlo, sabe que su cuello está en juego.

A diario, después de mis clases normales, pasaba de dos a tres horas con el cadavérico Camile, quien sabía de arriba abajo todo el movimiento de la empresa, entonces, más que mayordomo, era una mano derecha, un hombre de total confianza para Atticus

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A diario, después de mis clases normales, pasaba de dos a tres horas con el cadavérico Camile, quien sabía de arriba abajo todo el movimiento de la empresa, entonces, más que mayordomo, era una mano derecha, un hombre de total confianza para Atticus. Fue el mejor amigo de su padre ¿loco, verdad? Pues sí, Camile tiene noventa y cuatro años. Siempre lo vi jodido, pero no a ese grado.
Es sorprendente lo que pueden hacer unas gotas de miedo ajeno en el metabolismo de los humanos.

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