Capítulo 6

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Cuando el sol ilumino aquel lugar olvidado por todos e invadido de infectados, un suave y doloroso olor a café fresco acompaño la calidez de los rayos que se colaban por las ventanas.

La luz golpeo directamente en el rostro de Allison, terminando por despertarla de su tambaleante sueño entre la realidad y la inconciencia.

Apenas había dormido algo después de dejar a Amelia en la sala de estar esa madrugada. No tenía contemplado dormir mucho en todo caso, no solía hacerlo cuando alguno de ellos faltaba. La preocupación y el miedo solían mantenerla despierta, alerta, como si mantenerse así fuese a servir de algo, como si pudiese cambiar algo al final.

Cansada de sus pensamientos, arrojo las sabanas a un lado mientras salía de la cama con el cuerpo aletargado. Tomando sus pantalones de mezclilla arrojados la noche anterior a un lado de la cama, salió descalza al pasillo con la navaja, como siempre, guardada en el bolsillo trasero de su pantalón.

Los pasillos estaban silenciosos, no le sorprendía cuando siempre era la primera en despertar, pero el ruido de la cocina era algo nuevo en su mañana. Solía ser Daniel quien preparaba el desayuno la mayor parte del tiempo junto a Sam y Lyvia, no eran particularmente silenciosos así que el ruido tranquilo del sartén confirmaba que no eran ninguno de ellos, era demasiado cómodo, como si quien estuviera en la cocina pretendiera no despertarlos, lo cual le hacía descartar también que Cassy estuviera cocinando.

Allison empujo la puerta de la cocina con cuidado, deteniéndose sorprendida al encontrar a Amelia parada frente a la estufa vestida con ropa limpia, que probablemente encontró en una de las habitaciones, y el cabello negro aun mojado peinado descuidadamente hacia atrás, mientras miraba pensativa los huevos revueltos que se cocinaban en la sartén sobre la flama.

Se había quedado.

Entro completamente a la habitación alertándola de su presencia, recibiendo una mirada en calma que Amelia le lanzó por encima del hombro con aquellos exóticos ojos dorados sobresalientes de su rostro ojeroso y cansado.

Allison ya había notado que era una chica guapa, un tanto extraña y quizás demasiado delgada para decir que estaba bien de salud, pero era guapa de una manera que impedía dejarla pasar desapercibida, ya sea por su forma de ser o su mirada. También estaba aquel extraño sentimiento de haberla visto antes, conocido no, estaba segura que no podría haberla olvidado, pero quizás de alguna otra manera.

—Buenos días, Ángeles —saludó Amelia regresando su atención a la estufa eléctrica para bajar la flama y abrir el gabinete superior. Tomo con comodidad una taza donde vertió el café caliente de la cafetera y lo dejo en la barra frente a ella.

—Gracias —Allison murmuró tomando asiento en el banco más próximo, rodeando la taza con ambas manos y cerrando los ojos cuando el aroma lleno sus pulmones.

Por un momento todo se sintió normal, los recuerdos del café por las mañanas que su madre hacía para el desayuno llegaron a su mente y fue solo cuando trago el nudo que se forma en su garganta que recordó que todo aquello jamás volvería a ser real.

—Amelia —carraspeó Allison atrayendo la atención para no dejar que los recuerdos la invadieran.

—¿Sí? —ella respondió apagando la estufa, poniendo el huevo en dos platos planos antes de girarse esperando que continuara.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión? —Allison asintió en agradecimiento al plato que puso frente a ella.

—Ignorando el hecho de que me llamaste cobarde y mártir... — Amelia sonreía, mientras se sentaba en el otro extremo de la barra frente a Allison.

AMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora