Capítulo 18

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Por cada paso que avanzaban a través del largo pasillo apenas iluminado por las luces parpadeantes en el techo, los sonidos a su alrededor se iban reduciendo, ahogando los gritos de euforia que los espectadores en el foso lanzaban hacia los peleadores antes de ellos.

Amelia se concentró en su respiración, ignorando los resoplidos molestos de Taylor como consecuencia de su rabia ante el hecho de que Amelia frustro el plan que ellos ya tenían para escapar.

En su defensa no es como si ella hubiese tenido conocimiento de ese plan o que Cassiel y Gabriel se hubieran tomado la molestia para comentarlo con ellas, así que si ella tenía que culpar a alguien seria a ellos. Lamentablemente eso no evitaba que realmente se sintiera como una idiota.

Tomo una profunda respiración sintiendo como su diafragma se expandía y contraía mientras lentamente aclaraba su mente y silenciaba sus pensamientos.

Había visto la arena fugazmente unas horas atrás, y con la ayuda de Michaell formularon un plan, solo tenían que apegarse a él. No era el momento para pensar en otras cosas o dejar que el miedo la consumiera, solo tenía que mantenerse concentrada y saldría de esta. Aunque recordando alguno de sus encuentros anteriores con la muerte nunca tuvo problemas con eso.

—¡SALVE CESAR! —Gritó una voz que silencio el rugido de emoción de la multitud demandando atención.

El olor a cerveza y muerte golpeo sin aviso el sentido olfativo de Amelia haciéndola fruncir el ceño con desagrado cuando llegaron a las puertas que los separaban del foso.

El hombre con el que habían hecho el trato estaba hablando con Cassiel manteniendo una expresión irritada en su rostro mientras el presentador continuaba su discurso.

Arriba en el palco del emperador, que no era más que una sección trasera del estadio que carecía de ventana, estaban sentados el Cesar y cuatro miembros de su grupo cercano incluido Cassiel quien pronto dio por terminada la conversación con Joshua y ocupo su lugar desde donde verían el espectáculo frente a ellos.

Amelia sabía que Allison y Samantha estaban en algún lugar entre la multitud, pero ¿Dónde?, quizás era mejor no saberlo.

El rugido del publico volvió a estremecer el suelo que pisaban y las puertas hicieron un rechinido metálico cuando los guardias empezaron a abrirlas. Amelia sujeto con fuerza el hacha en su mano derecha mientras la luz de los focos que iluminaban el foso se filtraba por la apertura.

—Apéguense al plan y no descuiden la vista de los infectados —gruño Taylor acomodándose la absurda armadura que les habían dado.

Eso si podían llamar así a las protecciones de cuero que adornaban sus antebrazos y pecho como una burda imitación de una antigua armadura romana.

Michaell a su lado balanceo los largos cuchillos de caza que tenía en ambas manos intentando quitarse los nervios.

—¿En serio lo hiciste porque querías acostarte conmigo? —Amelia preguntó girando la cabeza para verlo.

—¿Quieres hablar de eso ahora? —Michaell la miro confundido.

—¿Por qué no? —se encogió de hombros ignorando el resoplido exasperado de Taylor y la sonrisa divertida de Cassandra.

—Hay muchas razones para eso —masculló Taylor.

Amelia lo ignoro.

—Porque te diría que hay muchas otras formas de pedirme salir a una cita que no involucre una experiencia cercana a la muerte —Amelia desvió la mirada intentando sonar casual.

—Hubiera sido bueno saberlo antes —Michaell sonrió.

Amelia sonrió después de él, bajando la vista. Su sonrisa tembló.

—Lamento lo de tu pierna y todo lo demás —levantó nuevamente la mirada para verlo.

—Sabia en lo que me metía cuando decidí seguirte.

Taylor resoplo sin voltearse para verlos provocando otra sonrisa en Amelia y Michaell.

— Entonces si salimos de esta, te gustaría...

—Porque no salimos de esta primero y luego hablamos de citas, les parece —Taylor gruño lanzándoles una mirada sobre su hombro.

—Ignórenlo, está molesto porque va camino a una muerte segura —Cassandra rodo los ojos palmeando su espalda.

—Nadie va a morir —Amelia murmuró irritada.

Un hombre cerca de los cuarenta años de aspecto saludable y musculatura promedio se levantó de la silla en el palco del emperador con las manos en alto pidiendo orden. Amelia lo reconoció como el Cesar aun cuando no lo había visto antes.

Su voz se alzó por sobre el silencio que solo los gemidos de los infectados interrumpían a su alrededor. Su mirada estaba puesta en ellos, ansioso, curioso, pero sobre todo entretenido.

—Que sean los gladiadores quienes salgan caminando de esta arena y no la muerte —asintió con la cabeza y así fueron arrojados al foso junto con los infectados.

AMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora