Capítulo 19

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Lo único complicado de matar a un infectado, cuando no tienes que preocuparte por lo sentimental, los rasguños y las mordidas, es quitar el arma de su cráneo.

Cuando atacas las partes blandas para acceder a su cerebro solo tienes que tratar con las salpicaduras de sangre coagulada y putrefacta que terminara volando hacia ti cuando retires el arma, pero si atacas directamente a los huesos el arma se quedara incrustada. Pierdes tiempo intentando extraerla cuando no utilizas la fuerza suficiente al primer intento y las cosas pueden ir mal a partir de eso.

Lo cual fue exactamente lo que le paso a Amelia.

Perdieron la cuenta de cuantos infectados habían liquidado cada uno de ellos cerca del final del evento. Se habían apegado al plan, mantenerse de espalda a las paredes y en movimiento, rezando porque no quedaran atrapados en la masa de infectados que había a su alrededor.

Al principio fue difícil encontrar un ritmo para atraerlos mientras los demás los mataban, después fue difícil porque los brazos empezaban a doler y los cuerpos protestaban de cansancio. Llegado un punto pudieron tomarse un respiro para observar las decenas de cuerpo tirados a su alrededor con los cuales los poco infectados que quedaban tropezaban y caían torpemente al suelo donde era más sencillo acabar con ellos. O al menos eso esperaban.

Amelia sentía un dolor punzante en el costado derecho que la incomodaba al girar. Intentaba que pasara desapercibido con la cojera del mismo pie con el que había tropezado minutos antes con el cuerpo de un infectado y que ahora lo sentía inflamado.

Michaell no la llevaba mejor que ella, su muslo volvió a sangrar a mitad de la pelea y en varias ocasiones no pudo evitar contener el aliento cada vez que uno de esos no muertos se le acercaba. Si el moría seria nuevamente su culpa y no estaba preparada para vivir esa experiencia una vez más.

Amelia hundió el hacha con fuerza en el rostro de un infectado que se arrastraba hacia ella, sin perder de vista otro más que se acercaba por su izquierda. La cuchilla de su arma se atoro en el hueso y maldijo cuando sus intentos de liberarla resultaron inútiles. Miro en dirección al otro infectado justo cuando escucho la voz de Cassandra gritar en advertencia, pero fue muy tarde, el infectado se abalanzo sobre ella derribándola con un fuerte golpe que hizo protestar su cadera cuando toco el suelo. Utilizo sus manos para mantener los dientes putrefactos y sucios lejos de su rostro, mientras escuchaba a la multitud jadear extasiada, algunos molestos porque si la mordían perderían su apuesta y otros con sed de sangre.

Sus brazos estaban cansados y apenas podían mantenerlo lejos cuando Taylor apareció de la nada sobre ellos y atravesó el ojo izquierdo del infectado con una varilla. El cuerpo se desplomo a su lado derecho y el combate finalizo.

El público rugió emocionado mientras una lluvia de cosas sin sentido caía sobre sus cabezas.

—¿Estás bien? —preguntó Michaell ofreciéndole una mano sucia cubierta de sangre revisando su cuerpo de arriba abajo en busca de alguna herida.

Asintió girándose hacia Taylor.

—Gracias.

Taylor lanzo una mirada sobre el hombro de Amelia para ver al Cesar entrar a la arena seguido de cerca por sus hombres de confianza y un par de guardias extra.

—Supongo que viene a felicitarnos —Taylor suspiró agotado inclinándose para liberar el hacha del cráneo del infectado y entregársela.

—Conociendo a Efrain hay más que eso —Michaell apretó la mandíbula al verlo.

—Genial.

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—Todo por una maldita moneda —Cassandra se quejó mirando el pequeño objeto en su mano.

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