Capitulo 2

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Empuje la puerta de la casa, entrando fastidiada después de pasar las últimas tres horas atorada en el tráfico de la tarde.

Por esa razón odiaba la ciudad de México, en realidad era casi por todo, no era mi hogar o la ciudad donde crecí, a eso le añadía el hecho de que mi estancia en ese lugar estaba siendo obligada por el trabajo y yo definitivamente odiaba tener que estarme mudando de un lado a otro entre México y Estados Unidos.

Se suponía que para eso contratamos un gerente en sitio, pero gracias a las inconsistencias del último mes con el departamento de finanzas no hubo más opción que viajar y recortarles a algunas personas la correa. Y mientras yo me aburría con papeleo, mi madre y Diego lo vieron como una oportunidad para visitar a la familia, viajando entre Durango, Monterrey y la ciudad de México dentro del corto periodo de tiempo que mi estancia de dos semanas les ofrecía.

La casa se encontraba inusualmente silenciosa y ¿Desordenada?

Mi madre odiaba el desorden y la suciedad a esta escala, jamás dejaría que algo permaneciera tirado hasta convertirse en este desastre.

Avance atenta a cualquier ruido camino a la cocina con el sonido de mi respiración rompiendo el silencio asfixiante a mí alrededor.

Dios, odiaba tanto el silencio.

Se supone que hoy regresamos a casa, ¿Dónde están todos?

¿Mama?, ¿D? llamé entrando a la habitación, deteniéndome alarmada cuando vi las paredes cubiertas de sangre seca y partes de cuerpos carcomidos y putrefactos regados por el piso.

Solía alardear de mi capacidad para mantener la calma en situaciones extremas, de lograr mantener la cabeza fría, pero algo en esa habitación estaba apoderándose de mí, infundiendo el miedo en cada fibra temblorosa de mí ser. No por lo que había frente a mí, sino por la ausencia de lo que no.

¿Mama?levanté la voz con insistencia avanzando dos pasos al interior casi resbalando con la sangre. ¿Diego?

El ruido de un objeto cayendo y rompiéndose en pedazos llamo mi atención hacia el pasillo. Espere que se escuchara algo más, algo que me diera una pista de cuantas personas eran, de quien era, pero nada ocurrió después.

Continúe haciendo el menor ruido posible con un nudo en mi estómago.

<<< Quizás debí haber agarrado algo para defenderme >>> pensé mientras empujaba la puerta. Pero no regrese al pasillo por el que había llegado.

Estaba en el jardín trasero de nuestra casa en Washington DC, las flores que mi madre planto y rego cuidadosamente estaban marchitas, secas y quebradizas, la mesa de madera la habían arrumbado a un lado completamente destruida junto el asador que mi padre encendía cada fin de mes.

Algo estaba mal, algo olía mal, este lugar...

Entonces lo vi.

Amelia despertó sobresaltada encontrando una oscuridad asfixiante a su alrededor.

La poca luz que se filtraba por las ventanas no era suficiente para calmar los temblores de su cuerpo mientras su respiración errática la dejaba cada vez con menos aire en sus pulmones.

Aún era nuevo para ella lidiar con aquellos ataques de ansiedad. Solía tenerlos en ocasiones cuando todo era relativamente normal, pero nunca al grado de asfixiarla y desear querer rasgar su garganta para que el aire entrara.

AMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora