CAPÍTULO 8

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Amelia estaba sentada al borde de la bañera, observando como las gotas de agua fría caían desde su cabello, una tras otra hasta impactar contra el piso entre sus pies descalzos.

Se había puesto la ropa limpia que había encontrado en la habitación que reclamó como suya durante el tiempo que fuese a quedarse por el lugar. No era exactamente su talla, o quizás lo sería si no hubiese perdido tanto peso. Los pantalones le quedaban grandes de la cintura, la blusa la llenaba, aunque no como solían hacerlo anteriormente, no le incomodaba le gustaba el espacio extra, pero era extraño darse cuenta, por primera vez en un tiempo, de todos los cambios que había sufrido.

Resultaba reconfortante en un cierto y retorcido sentido pensar que podía fingir que la persona que veía, comía y respiraba a través de su cuerpo no era realmente ella, que era alguien más, alguien con un pasado y vida diferente. Seria agradable si así fuera, esa otra persona quizás no tendría miedo. Podría quedarse sin sobre pensar demasiado las cosas, sin sentir que en cualquier momento esa burbuja se rompería y tendría que salir corriendo una vez más. Estaba cansada de sentirse perdida, tan agotada de no tener un lugar al que sentir que pertenecía y parecía que mientras más tiempo pasaba junto a ellos las cosas pesaban más.

Un suave golpe trajo su atención fuera de sus pensamientos justo en el momento en que la puerta se abría para permitir que la mujer de cabello rubio oscuro, quien había preparado la comida, entrara cuidadosamente a la habitación cerrando la puerta sin intención de avanzar más allá. Amelia no sabía si lo hacía para bloquearle la salida o para darle espacio.

—Hola. Alli me dijo que probablemente necesitarías ayuda con tus heridas —sonrió cálidamente usando aquel tono de voz que los doctores utilizaban con los pacientes que estaban demasiado asustado o nervioso para dejarse atender.

—No hay mucho que hacer, solo debo vendarla —se estiró para alcanzar una de las torundas que había dejado sobre la tasa del baño junto con el alcohol y yodo al lado de las vendas. La primera vez que estuvo ahí no pensó en llevarse nada puesto que no planeaba utilizarlo en un futuro y ahora ahí estaba. ¿Qué tan irónico seria eso?

—A mí también me gustaría revisarlo, me quedaría más tranquila sabiendo que no se ha infectado.

Amelia permaneció en silencio mirando los ojos pardos de la mujer que mantenía una sonrisa relajada en sus labios.

<<< ¿Infectado por alguna bacteria o por el virus?>>> Se preguntó Amelia percibiendo la incomodidad de la mujer bajo su escrutinio. Termino por acceder asintiendo lentamente sin perder de vista sus movimientos.

Samantha avanzó lentamente hacia ella, dejando caer los hombros de alivio. Con cuidado retiro el material de curación de la tasa para sentarse, acomodándolos junto a sus pies en caso de que los necesitara más tarde.

Procurando no lastimar amas a Amelia tomo su brazo concentrándose en cada una de sus heridas, revisando primero los nudillos inflamados de su mano, mientras que Amelia se concentraba en observar los rasgos de la mujer.

Era joven, quizás rondando los treinta y tantos años, de piel bronceada por el sol, un par de tonos más oscura que la de Allison y cabello rubio oscuro casi castaño asegurado en una coleta descuidada. Su rostro era lindo, amable, más cálido que el de John, incluso se atrevería a decir, reconfortante y a diferencia de los demás, su presencia no le resultaba amenazadora, no es que los demás lo fueran, pero su lenguaje corporal la hacía sentir atrapada, abrumada podría ser una mejor manera de describirlo y ella no se sentía así. Imponía su presencia de una manera respetuosa, como si quisiera decir: <<< Estoy aquí si me necesitas >>>, y en lugar de empujar para entrar a su espacio se mantenía en el borde de su burbuja esperando a que saliera. Algo diferente a Allison, quien tampoco forzaba su entrada, no intencionalmente al menos, pero la mayor parte del tiempo se mantenía del otro lado picando el exterior de su burbuja con curiosidad como si buscara la manera de romperla sin asustarla.

AMELIADonde viven las historias. Descúbrelo ahora