04. Ponerte a prueba

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04. Ponerte a prueba

Massimo Ricci

Esta chica, Davina, lograba sorprenderme. Lo admito.

Se la veía tan segura de si misma, se veía como si estuviera deseando poner su manos alrededor del cuello del Capo de Cosa Nostra.

El Capo de Cosa Nostra. Su padre.

¿Qué le habría hecho para que ella le tuviera tanto odio?

No es que me sorprenda. Los Capos no son buenos padres. El mío mismo fue un hijo de puta que nos pegaba y torturaba para "hacernos más fuertes". Murió de cáncer hace cuatro años, yo tenía veinte y fue entonces cuando me convertí en Capo. Disfruté su funeral.

La guié hasta el gimnasio. Un ring estaba en medio, un saco de boxeo y una pared con varias dianas de tiro. Algo simple.

La miré de arriba abajo. Tenía unos jeans desgastados y bastante viejos que se apretaban a sus piernas fuertes, una camiseta de AC/DC en la que casi no se veía el dibujo y que le quedaba grande y unas estúpidas chancletas verdes casi sin suela. Su cabello estaba sucio y lo había recogido en una coleta. Lo tenía muy largo, le llegaba casi a la cintura, y en ese recogido se quedaba hasta la espalda baja. Sin embargo, lo que más llamaba la atención de ella, era la gran quemadura que recorría su brazo izquierdo. Llegaba hasta un poco más de la mitad de su antebrazo y podía ver otra quemadura por debajo de su ancha camiseta, un poco más arriba del codo.

Me daba curiosidad, pero no confiaba en ella. Debía medir sus niveles de lucha, que no creo que fuesen muchos, para saber si era o no capaz de matar a alguien.

Subí al ring y le hice un gesto con la cabeza para que lo hiciera. En cuanto estuvo, se puso en posición de lucha con los puños protegiéndole la cara. Su mano también tenía varias quemaduras, y se notaba mucho el cambio de color.

Creo que esperó a que yo atacara primero, así que supongo que debió haber visto la pelea de Matteo. Mi hermano atacaba, sin pensar, a mí me gustaba divertirme un poco más con mis víctimas.

Al ver que yo no atacaría, se lanzó a golpearme. Atrapé su puño al instante e intenté darle la vuelta, pero ella se soltó y me dio una patada en la parte trasera de las rodillas. Perdí el equilibrio momentáneamente, pero no caí. Yo nunca caía.

Llevé mi puño a su cara. Lo esquivó. Volví a darle y esta vez no pudo reaccionar a tiempo. Su cabeza se echó para atrás, la nariz le empezó a sangrar, pero no creo que estuviera rota. No había dado tan fuerte.

Esperé que se rindiera, pero llevó su puño a mi abdomen pillándome por sorpresa. No estaba peleando con ella como lo haría con otro hombre, principalmente porque era una mujer y no la veía realmente capaz de hacerme un daño real.

Antes de que pudiera recomponerme de la sorpresa, lanzó dos puñetazos a mi cara girándomela para los dos lados. Maldita sea.

Ataqué, me abalancé sobre ella intentando tirarla al suelo, pero me esquivó con agilidad. Luego, me dio una patada en la espalda y caí al suelo de boca.

Jodidamente caí al suelo.

Yo. El maldito Capo de la Ndrangheta.

Vi sus pies frente a mí. Alcé la vista, encontrándomela con una pequeña sonrisa de disculpa y la mano extendida. No la agarré, me levanté sin su ayuda.

—No estaba luchando en serio.

No era un reproche, era la verdad. Sabía cuando perder, pero no había peleado con todas mis fuerzas porque no pensé que tuviera siquiera alguna oportunidad.

—Lo sé —pareció acostumbrada a que los demás la subestimaran.

Sin embargo, unas fuertes carcajadas me hicieron girar y mirar a mis hermanos junto a Adonis, mi Antonegra y el único hombre en el que confío a parte de Marco y Matteo.

—Te ha ganado una mujer, hermano, voy a estar riéndome de ti hasta tu funeral —se burló Matteo. Rodé los ojos.

—Si las mujeres pudiéramos pelear, te aseguro que ganaríamos siempre —miré con una ceja alzada a Davina, ella estaba sonriendo levemente en dirección a mi hermano—. Los hombres pensáis con la polla, nosotras con el cerebro.

Mi labio se crispó en una sonrisita oscura. Marco evitó reír por la cara de Matteo, que lucía indignado, y Adonis alzó ambas cejas mirándola con interés.

Oh, no, Adonis. Ella no.

—De todas formas, mi polla es más grande que el cerebro de todas las mujeres juntas. Así que creo que gano yo.

—Suelen decir que los que más alardean de su tamaño son los que la tienen más pequeña.

Matteo la miró como si estuviera a punto de matarla antes de llevarse las manos al dobladillo del bóxer y bajarlo con una sonrisa orgullosa. Rodé los ojos, aunque luego los dirigí a Davina para ver si apartaba la mirada sonrojada.

No lo hizo. Miró la polla de mi hermano de arriba abajo y luego se enfocó en sus ojos con una sonrisita divertida. Se encogió de hombros.

—El tamaño no importa si no sabes usarla.

Saltó fuera del ring y le dio una palmadita a Matteo en el hombro antes de ir a uno de los bancos y sentarse allí con las piernas cruzadas. Luego, me miró.

—¿Necesitas probarme en algún aspecto más o puedo irme? Tengo cosas que hacer.

Bien, había sido divertido que se metiera con Matteo, pero no conmigo. ¿Cómo se atrevía a hablarme así? A mí. Al jodido Capo de la Ndrangheta. ¿Es suicida o no ha escuchado los rumores?

—Puedes irte. Te esperamos mañana a las cinco.

—Perfecto —sonrió, levantándose del banco. Le di una mirada silenciosa a Adonis para que la acompañara a la salida y la tuviera vigilada mientras estaba dentro de mi casa.

—Voy a matar a esa perra —gruñó Matteo.

—Hazlo después de que ella mate a su padre, tenemos un trato. ¿Recuerdas? —le alzó una ceja Marco. Yo rodé los ojos.

Davina Fiore, ¿qué había pasado contigo?

Vendetta (Mafia italiana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora