11. Historias
Massimo Ricci
Observé confundida la situación. Davina estaba inconsciente en mi sofá, (no por una buena razón), y todos nosotros estábamos bastante sorprendidos.
Davina Fiore era la mujer más fuerte y luchadora que había conocido jamás, sobre todo en un mundo como este, así que verla tener un ataque de pánico sin razón aparente era confuso.
Jodidamente muy confuso.
—No estoy entendiendo nada, ¿qué ha pasado? —inquirió Matteo.
Me encogí de hombros, sin saber qué decir.
—Me estaba mirando a mí —se señaló Adonis, puede que más confundido que todos.
No se sentía mal por ver el terror ajeno, lo veía todos los días siendo Antonegra, pero era la primera vez que no hacía nada para provocarlo. Y, viniendo de Davina, era extraño.
Mi hermano menor, Marco, rodó los ojos en nuestra dirección. Probablemente pensando internamente que éramos muy idiotas y que no entendía como su alto coeficiente intelectual podía estar emparentado con el nuestro.
Palabras suyas, no mías.
—Realmente sois más idiotas de lo que pensaba —bufó—. No te estaba mirando a ti, estaba mirando el mechero. ¿No habéis notado las quemaduras de su brazo? Le tiene miedo al fuego, pánico más que miedo. Fobia, quizá.
—¿Insinúas algún trauma? —alcé una ceja, uniendo las piezas en mi cabeza.
—No es tan difícil conectar los hilos, chicos. Odia a su padre, tiene una enorme quemadura de tercer grado en todo el brazo y le da pánico el fuego —obvió.
—Su padre intentó quemarla viva o algo así... —murmuró Matteo, aunque sonó más a una pregunta.
—Supongo que solo ella puede asegurarnos la verdad —se encogió de hombros.
Adonis exhaló el humo del cigarro, sentándose en el sofá.
—¿Qué tan retorcido tienes que ser para quemar viva a tu hija?
—Has quemado a gente, Adonis —le burló Matteo.
—Pero no eran mis hijos.
Rodé los ojos, vagamente divertido, y me levanté para cargar a Davina.
—La llevaré a su habitación —comenté, dejándolos atrás.
—Massimo, espero que recuerdes que ella solo es nuestra vía para gobernar Italia.
Miré a Matteo con los ojos entrecerrados, confundido por sus palabras.
—¿A qué viene eso?
—Solo digo que has hecho cosas por ella que no habías hecho por nadie —se encogió de hombros—. La tienes en tu puta casa, Massimo, de milagro nos dejas estar aquí a nosotros —suspiró—. No digo que no te la folles, solo... Recuerda por qué está aquí.
—Soy consciente de los motivos. Ella igual.
Sin dejarle decir más, subí las escaleras y caminé hasta mi cuarto. No al suyo, al mío. Mi hermano no sabía de lo que hablaba, no tenía ni puta idea, así que puede irse al infierno.
ESTÁS LEYENDO
Vendetta (Mafia italiana #1)
RomanceTenía trece años cuando sucedió. Tenía trece años cuando huí de casa. Y tenía trece años cuando tuve que aprender a sobrevivir. Las mujeres involucradas en la mafia, éramos ceros a la izquierda. Vivíamos en un mundo gobernado por y para hombres...