21. Secuestro
Davina Fiore
Abrí los ojos lentamente. Me dolía la cabeza y me sentía mareada, también me pesaba el cuerpo como si hubiese cargado a un elefante.
Parpadeé, intentándome acostumbrar a la casi inexistente luz de la habitación en la que me encontraba. Rodé mi mirada por el lugar, era un cuarto pequeño y yo estaba en el centro, atada a una silla. Justo frente a mí, había otra silla, pero esta estaba ocupada por la persona a la que más (y menos) quería ver en el mundo.
—Padre —escupí.
Él mantenía su vista en mi cicatriz, antes de que una lenta sonrisa cruzara su casa y me mirara a los ojos.
—No te maté, pero al menos jodí tu apariencia —se burló—. Supongo que algo es algo. Sé lo importante que es para las mujeres verse bonitas.
Lo dice como si él no pasara media hora todas las mañanas echándose gel en el pelo y peinándolo hacia atrás para intentar tapar la calvicie.
—¿Eso es todo lo que tienes? —sonreí de lado— Si quieres hacerme daño vas a tener que intentar con algo más fuerte.
Él me ignoró, continuando con su absurdo monólogo.
—Has matado a tu madre, a tu hermano y a prácticamente todos mis soldados. Y todo esto con la ayuda del bando enemigo—enumeró, con desprecio. A pesar del asco en su voz, sonreí.
—Gracias por el cumplido.
—Eso es traición, y ya sabes como se paga la traición en nuestro mundo.
Mantuve mi sonrisa.
—¿Ves a caso el tatuaje de la Cosa Nostra en mi piel, padre? No lo tengo, no pertenezco a tu mafia.
—Por supuesto que no, las mujeres no llevan el tatuaje —se burló—. Pero has nacido en la Cosa Nostra. Y nacer aquí, significa pertenecer aquí. Hasta la muerte.
—¿Sabes qué pasa, viejo? Que la Cosa Nostra ha muerto, y tú vas a hundirte con ella.
Me golpeó. Esperé el golpe, pero eso no evitó que mi rostro se girara con fuerza ante el impacto de su anillo de oro en mi piel.
—Veamos cuánto tiempo tardas en suplicar piedad. Te doy dos minutos.
Massimo Ricci
—¿Qué demonios estás diciendo, chica?
Parisi me había llamado cuando estaba a punto de aparcar frente a Forno di Pedra, diciendo que tenía algo muy importante y urgente que contarme. No fue él, sino su hija, Lía, la que me recibió desesperada.
—Se la han llevado. A Davina —explicó—. Cuando me asomé a la ventana dos hombres la estaban metiendo en una furgoneta blanca, matrícula: AM970CX. Ella estaba inconsciente. Intenté hacer algo, pero arrancaron tan pronto como fui a avisar a papá.
Voy a matar a alguien.
—¿Cuántos eran? —bramé, mientras tecleaba con prisa en mi teléfono a Stefano, uno de los hackers, para que me consiguiera la ubicación del móvil de mi mujer enseguida.
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Vendetta (Mafia italiana #1)
RomanceTenía trece años cuando sucedió. Tenía trece años cuando huí de casa. Y tenía trece años cuando tuve que aprender a sobrevivir. Las mujeres involucradas en la mafia, éramos ceros a la izquierda. Vivíamos en un mundo gobernado por y para hombres...