24. La Mujer Fuego

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24. La Mujer Fuego

Davina Fiore

Lo primero que recuperé fue el olfato. El fuerte olor a antisépticos y a hospital me hizo fruncir la nariz levemente.

Después noté que alguien tenía sus dedos entrelazados con los míos. Y que mi garganta estaba seca. Luego, finalmente, pude abrir los ojos.

Parpadeé un par de veces, intentando acostumbrarme a la luz.

—¿Nena?

Moví mis pupilas a mi derecha, encontrándome con el rostro aliviado de Massimo. Sonreí al verlo, aunque hacer la mueca me dolió.

—Hola —susurré, mi voz sonó ronca y pastosa. Me dolía la garganta al hablar.

Él se movió, sin soltar mi mano, y me pasó una botella de agua para que bebiera. Agradecí por lo bajo, sentándome. Hice una mueca al moverme, adolorida, y bebí un par de largos tragos.

—Llamad al doctor.

Solo entonces me di cuenta de que, en el sofá de la habitación, estaban Matteo, Marco y Adonis recostados incómodamente. Matteo corrió en mi dirección, mandando a los otros dos a por el médico.

Adonis fue, rodando los ojos e insultándolos entre dientes.

—¿Cómo estás, Vina?

—Viva, baño público. Supongo que eso es bueno.

—Sí, la verdad es que eres bastante difícil de matar. Creo que voy a comenzar a echarle veneno a tus comidas, solo como experimento.

—Tengo el veneno en las venas, busca algo mejor.

Sonrió, insultándome.

—Es bueno saber que sigues viva —comentó Marco—. Sería una tortura tener que soportar a Massimo si murieses.

Reí por lo bajo, aunque hacerlo me dolió.

—Dejadla tranquila, necesita descansar —se metió Massimo—. ¿Y dónde demonios está el maldito doctor?

La puerta se abrió en ese momento, dejando entrar a Adonis y un hombre de unos cincuenta años. El rubio me dedicó una mirada interrogatoria, y asentí haciéndole saber que estaba bien.

Aunque no lo estaba. Pero eso son detalles.

—Bien, señores, necesito que se marchen para que pueda hacerle la revisión.

—Y una mierda. Yo no me muevo de al lado de mi mujer.

—Massimo... —pedí.

—No —negó completamente, sin moverse de la silla en la que estaba.

El médico suspiró, asintiendo. Los chicos sí que se marcharon, aunque Adonis y Marco tuvieron que empujar a Matteo fuera de la consulta.

Matteo Ricci tenía un caparazón de chico idiota por fuera, pero cuando quería lo hacía de verdad. Y, por cierto, Matteo no es lo que parece.

Vendetta (Mafia italiana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora