20. Celos

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20. Celos

Davina Fiore

Me despedí de Héctor con un abrazo, él me aseguró que había reservado una habitación de hotel hasta que encontrara un apartamento.

Caminé junto a Massimo, ambos agarrados de la mano, en dirección a casa. Sonreí un poco.

—Esa pelea ha sido... curiosa —comenté—. No sueles pelear así.

Me alzó una ceja.

—¿Siempre estás al pendiente de todo, nena?

—No he sobrevivido tanto tiempo dejando las cosas pasar —reí—. ¿A qué ha venido eso?

—No sé de qué hablas.

Reí.

—Oh por Dios, Massimo. Estás celoso.

—Sí, ¿y qué? —bramó.

Continué con mi carcajada. No podía evitarlo, simplemente me parecía gracioso que el hombre que me dio mi primer orgasmo, que me dio el poder que nunca nadie me habría dado y que me está ayudando a encontrar a Guisepe se piense que iba a engañarlo con un simple sicario.

Nada en contra tuya, Héctor, pero es que al lado de mi hombre eres un novato.

—¿Te hace gracia? —alzó una ceja, deteniendo el coche a un lado de la vacía carretera.

—Quizá —sonreí.

Massimo se lamió los labios, mirándome con los dos zafiros de sus ojos muy dilatados.

—Quítate el pantalón —ordenó—. Y súbete encima mío.

—¿Qué? —mi sonrisa cayó, miré a nuestro alrededor— Estamos en una vía pública, Massimo.

—¿Crees que me importa, nena? Si miran, les arrancaré los ojos —dijo—. Ahora, móntame.

Tragando saliva, bajé como pude los vaqueros. Mis bragas ya se encontraban mojadas, aunque no debería sorprenderme. Massimo siempre lograba excitarme con unas simples palabras.

Amo tanto sus órdenes... Pero, obviamente, nunca le diré eso.

Cuando me deshice de mi ropa interior, Massimo ya había sacado su miembro de los pantalones y lo acariciaba lentamente. Tiró el asiento para atrás, dejándome espacio, aunque era un coche medianamente pequeño.

Mi espalda quedó apoyada contra el volante y mis tetas se pegaban a su pecho. Me agarró de las caderas, hundiéndose en mi de una estocada rápida.

Lancé la cabeza para atrás, mis ojos rodaron. El poco espacio solo hacía que la sensación de él en mí fuese más intensa. No sé por qué, pero lo hacía.

Fue algo rápido, unas cuantas estocadas fuertes e intensas y me corrí soltando un chillido de satisfacción. Massimo no tardó en correrse, su semilla llenándome por completo.

Me apoyé sobre su pecho un par de segundos, exhalando entrecortadamente. Cuando finalmente regularicé mi respiración, me salí de encima suyo y busqué algo para limpiarme.

Vendetta (Mafia italiana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora