13. Ropa

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13. Ropa

Davina Fiore

Cuando salí esa mañana del trabajo, Massimo ya estaba esperándome. Sin embargo, no condujo hasta su casa.

—¿Vas a matarme y enterrarme en un descampado ya? —bromeé— Creí que me aguantarías más.

Me rodó los ojos, con una sonrisa divertida tirando de sus labios. No respondió a mis piques y se quedó callado todo el camino, empezaba a pensar que de verdad iba a matarme.

Detuvo el coche frente a una tienda de ropa y le alcé una ceja.

—Mira, si vuelvo a verte con esas chanclas, las lanzo por la ventana.

Solté una carcajada, Massimo me instó a que bajara del coche. Lo hice, él siguiéndome, y entramos a la tienda. La dependienta, una chica vestida de marca, me miró de arriba abajo con disgusto. Rodé los ojos, ya acostumbrada a esas situaciones.

—Vamos a gastar en esta tienda más de lo que usted cobra al mes, así que más le vale tratar a mi chica como si fuese la jodida reina de Inglaterra —bramó Massimo—. ¿Queda o no queda claro?

Y, para enfatizar, giró disimuladamente su brazo derecho para permitirle ver el tatuaje de la Ndrangheta. La chica palideció, antes de hablar torpemente.

—Por supuesto, señor. Disculpe —tartamudeó—. ¿Qué es lo que busca?

—Pregúntele a ella, no a mí.

Ella asintió con rapidez y me miró.

—¿Algo en específico?

Me encogí de hombros, sin saber bien qué decir. Nunca había estado en una tienda de estas y, si lo estuve, era demasiado pequeña como para interesarme en la ropa.

—Algo rojo —se metió Massimo, la muchacha se marchó en seguida tras asentir. Alcé una ceja en dirección al Capo, con diversión.

—¿A qué viene esto?

—Mi chica no puede vestirse como una vagabunda —le restó importancia, aunque detecté la risa en su voz.

—Mi ropa es maravillosa —le rodé los ojos.

—Me gusta más cuando no la llevas.

Bufé, una pequeña sonrisa tirando de mis labios. La mujer llegó a nosotros con varias prendas, todas rojas, y me las enseñó una por una.

Me las probé todas, con Massimo opinando de cada una de ellas. El bastardo me hizo salir del probador para enseñarle todo.

Finalmente solo escogí un vestido rojo, porque respecto a lo demás prefería tonos oscuros o neutros. Massimo no pareció muy de acuerdo con eso.

—El rojo te queda ardiente, deberías usarlo más —aseguró, pero lo ignoré, riendo divertida—. Bien, veamos qué hacemos con tus zapatos. Necesitas calzado cómodo para entrenar, y algún otro para salir. 

—Tacones no —pedí. Me alzó una ceja, estaba segura de que se reía de mí internamente—. No sé andar en tacones, ¿vale? Úsalos tú y luego me hablas.

Vendetta (Mafia italiana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora