18. Reunión de negocios

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18. Reunión de negocios

Davina Fiore

—Algo elegante, por favor —le pedí a la empleada de la tienda. Ella asintió, marchándose, y yo me giré a mirar a Massimo—. No voy a llevar tacones —advertí. Él soltó una risita.

—No es necesario que los lleves.

Esta noche se organizaría una reunión o algo así para poder discutir bien a cerca de todas las reparticiones de Italia. Debería haber un hombre de confianza mínimo por región, lo cual era complicado. Encontrar a veinte hombres en los que pudieras confiar dentro de la mafia era jodido.

La dependienta volvió, cargando unos cuatro vestidos. Colgó todos en perchas para que pudiera verlos y explicó que si estos no me agradaban podía traer otra ronda.

—El rojo —señaló Massimo. Hice una pequeña mueca.

—¿No prefieres el verde?

El rojo era precioso. Largo, con un corte en la pierna alto y un escote de pico. El único problema es que era de tirantes y se vería mi cicatriz. Eso no era algo muy elegante.

El verde era más recatado, más holgado y con una manga, la izquierda, larga mientras que el otro brazo estaba al descubierto.

Massimo dio un vistazo rápido a mi quemadura, pero su expresión no cambió ni un poco.

—Sigo pensando que el rojo te quedaría de muerte.

Finalmente asentí, aunque no muy convencida. Escogí unos zapato planos, tipo sandalias, que se ataban en tiras por mi pierna. Massimo pagó, a pesar de mis quejas, y insistió en llevar él las bolsas al coche.

Condujo sin prisa, con la música de la radio de fondo y en un silencio calmado. No tardamos mucho en llegar a casa y él volvió a llevar las bolsas.

—Ven aquí —me indicó, después de que colgara el vestido en una percha. Un tanto confusa, me acerqué a él.

Se quitó la camiseta, haciendo que mis ojos recorrieran su perfecto y tonificado pecho. Demonios, ¿cómo podía ser tan caliente?

Acorté los pasos que nos separaban y él agarró mi mano. La puso sobre su abdomen bajo, a un costado, donde había una cicatriz que, por su forma redondeada, era de bala. Luego, subió mi mano todavía sobre su piel, y la colocó en su otra costilla que tenía un largo corte irregular perfectamente curado.

—Esas son solo algunas de las cicatrices que tengo —explicó—. Y las llevo con orgullo, porque he sobrevivido. Además, me gusta pensar que me hacen más sexy.

Reí un poco.

—Lo hacen.

—¿Entonces por qué tú no sonríes al ver tu brazo? —me alzó una ceja— Has sobrevivido, nena, y te hace mucho más sexy. Así que más te vale levantar la cabeza cuando alguien, tú incluida, se fije en tu quemadura. ¿Soy claro?

Dudé, pero asentí.

—Palabras —exigió.

—Sí, Massimo.

Vendetta (Mafia italiana #1)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora