15. Poder
Davina Fiore
No estaba.
El jodido Guisepe Fiore no estaba en ningún puto lado de Nápoles.
Lo buscamos por todas putas partes, pero fue como si hubiese desaparecido. Al menos, eso nos dio la oportunidad para matar a unos cuantos hombres más que llevaban el tatuaje de la Cosa Nostra.
—Debemos volver antes de que la policía intervenga, no podemos llamar mucho la atención —opinó Massimo, mirándome casi con cautela. Asentí.
—Tienes razón —suspiré—. Volvamos a casa, Guisepe no puede esconderse para siempre. Y, si lo hace, lo sacaré de su puto escondite.
—Esa es mi chica —celebró, besándome rápidamente los labios.
—El avión nos está esperando —comentó Adonis, llegando hasta a nosotros acompañado por Matteo.
—Hemos cerrado todas las fronteras de Italia, la noticia ha volado y ahora que gobernamos el país hay pocas cosas que no podemos hacer —sonrió Matteo—. Cerrar fronteras no es una de ellas, Guisepe Fiore no saldrá de Italia.
—Gracias —asentí.
—A ti, por convertirnos en líderes.
Massimo pasó su brazo por encima de mis hombros, llevándonos al coche. Había dejado a uno de sus hombres más fiables como Comandante de Nápoles, junto a un par de hombres más para que le hicieran de soldados. Ahora debería hacer varias pruebas para poder definir qué hombre se quedaría en qué zona de Italia, así que habría bastante trabajo por hacer.
Una parte de mí, aún no se creía que habíamos ganado. Había sido todo muy fácil.
Aunque claro, yo no ganaría hasta ver a mi padre muerto.
Cuando llegamos al aeropuerto, el avión privado ya nos esperaba. Los policías de la zona miraban el tatuaje de los chicos con expresiones estoicas, supongo que la noticia realmente se había expandido con rapidez teniendo en cuenta que la matanza había sido hace unas tres horas.
Bueno, sería difícil ignorar la boda sangrienta de Leandro Fiore y a un nuevo Capo.
Mierda, incluso seguíamos llenos de sangre. Pero supongo que esa era la impresión que Massimo quería dar, quería hacerles pensar que era imbatible y que no tenía sentido de conservación, porque atacar la boda de un futuro Capo era una puta locura.
—En seguida iremos, Marco —escuché a Matteo hablar por teléfono—. Relativamente todo ha salido bien. Fiore ha escapado, pero lo encontraremos y se lo entregaremos a Vina —Marco dijo algo al otro lado de la línea—. Ah, y, por cierto, Vina se queda. Estoy pensando seriamente que Massimo va a pedirle matrimonio.
Casi me ahogué con mi saliva, mirando al nombrado. Massimo le rodó los ojos y dejó un beso distraído en mi coronilla antes de hablar con uno de los trabajadores del aeropuerto.
Matteo colgó el teléfono y llegó hasta a mí, poniendo su brazo sobre mis hombros en un tacto casi fraternal. Mierda, y pensar que hace un par de semanas intentó matarme a golpes en un ring.
Bastardo bipolar.
—¿Realmente te quedas, Vina? —su voz, al contrario de lo normal, no tenía ningún tono de burla. Hablaba en serio.
—Sí —respondí. Matteo sonrió, girando mi brazo derecho para mostrarme mi antebrazo desnudo.
—Aquí quedaría bien un tatuaje.
Alcé las cejas sorprendida.
—Creí que las mujeres no se metían en la mafia.
Él se encogió de hombros.
—Eres la mujer del Capo, ¿no? Te metes donde quieras.
Se alejó de mí cuando Massimo lo llamó para aclarar unas cosas con el piloto. Me quedé con el brazo extendido, mirando mi antebrazo derecho sin saber muy bien qué hacer.
Conocía a Massimo desde hace un mes, solo un mes, y una cosa era quedarme con él y follar y otra muy diferente era convertirme en su mujer y hacerme el tatuaje de la Ndrangheta. Sin embargo, me vi bastante contenta con la idea.
No aceptaría esto ahora, no hasta matar a mi padre. Cuando Guisepe Fiore muriese, solo entonces consideraría unirme a la Ndrangheta.
Adonis se acercó a mí, mirándome de reojo mientras continuaba en posición de alerta por si alguien intentaba atacar.
—¿Vas a casarte con Massimo?
—Massimo nunca ha nombrado una boda.
—Te ha besado delante de un maldito altar, Davina —obvió—. Además, siendo Capo necesitará ascendencia. Aunque no creo que a Massimo le importes solo por eso.
Bufé.
—Las cosas no son tan fáciles, Adonis.
—¿Estás enamorada de él, Davina? —no me dejó responder, aunque tampoco tenía pensado hacerlo— Porque él sí. No deja que ninguna mujer se meta en sus negocios, no deja que ninguna mujer se meta en su casa y mucho menos en su habitación, mierda, ni siquiera dice más de dos palabras con cualquier mujer —rió por lo bajo—. Está jodidamente enamorado de ti, Davina, y debería estarlo. Es el puto Capo de Italia gracias a ti, somos los putos dueños de Italia gracias a ti, toda la Ndrangheta va a arrodillarse ante ti si lo pides y no porque seas la novia del Capo, sino porque te lo has ganado.
—Adonis...
—Sin presión, Davina, pero deberías considerar quedarte dentro de la Ndrangheta. Realmente has nacido para tener poder, no para ser una esposa florero —sonrió de lado—. Y con Massimo nunca serás una esposa florero, créeme.
Exhalé, que el maldito Antonegra me dijera algo así realmente me ponía los pelos de punta, no en mal sentido. Un Antonegra era el hombre más sádico, cruel y asesino de una mafia, y eso es decir mucho. El Antonegra es incluso más temible que el mismo Capo, así que alguien de ese rango asegurara que nací para tener poder era el puto mejor halago que me habían hecho en la vida.
—Gracias, Adonis.
—No las des, nosotros tenemos que agradecerte a ti —sonrió—. Ahora levanta la puta cabeza, Davina, que todos estos hombres van a besar el suelo por el que pisas. Massimo el primero.
Cuando Matteo y Massimo llegaron a nosotros, les sonreí, fingiendo que no acababa de remplantearme todas las tontas ideas de una vida tranquila que tuve después de mi venganza.
Adonis tenía razón. Yo no había nacido para una vida tranquila, había nacido para tener poder.
Intentaron quemarme, pero no supieron que yo era un maldito incendio.
Y jodidamente iba a calcinar a Guisepe Fiore.
—El avión está listo —aseguró Massimo—. ¿Nos vamos?
Asentí.
—Por favor. Quiero dormir hasta mañana.
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Vendetta (Mafia italiana #1)
RomanceTenía trece años cuando sucedió. Tenía trece años cuando huí de casa. Y tenía trece años cuando tuve que aprender a sobrevivir. Las mujeres involucradas en la mafia, éramos ceros a la izquierda. Vivíamos en un mundo gobernado por y para hombres...