Capítulo 10

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Es imposible querer despertar con esta intensidad de luz. Me siento como si estuviera literalmente en el cielo, pero aún así hago el intento.

-¡Enfermera, se a despertado!

Esa voz me resulta tan familiar. Tan cercana, pero no consigo adivinar de quién se trata. Quiero despertarme por completo, pero deben de tener algo invadiendo mi vena para relajarme, porque caigo de nuevo en un profundo sueño.

Al cabo de dos horas después.

Intento volver en sí, abriendo poco a poco mis ojos cansados. Consigo ver un hilo de luz que se nubla según voy abriendo aún más, hasta que mi vista comienza a esclarecerse.

-¡Hija mía, mi pequeña! ¡Que susto me has dado, creía que no te ibas a despertar nunca! ¿Te encuentras bien? -sus gritos hacen que se intensifiquen este dolor de cabeza que siento ahora mismo.

Con sus dos manos agarra mis mejillas mientras las estruja con amor. Sus besos recorren con ligereza todo mi rostro, sin dejar ni un hueco vacío para la siguiente persona.

-Mamá... Para, por favor -le suplico dolorida.

-Perdona, hija -me da un beso en la frente y se sienta en el pequeño espacio de la cama-. No me he podido contener, no te imaginas el sufrimiento que he pasado.

-No te preocupes, mamá -desvio mi mirada y miro a mi alrededor.

Estoy en un hospital pero no recuerdo cómo he llegado hasta aqui. Me siento tan confundida y aturdida al mismo tiempo. Y después para colmo este maldito dolor que no desaparece. Me llevo la mano hasta ahí y palpo lo que parece ser una especie de gasa.

-¿Que me ha pasado, mamá?¿Que es eso que llevo en la cabeza? -pregunto alterada.

-Calmate, Claudía. Intenta no tocarte la herida, los médicos te han tenido que coger cinco puntos y ahora mismo tienes que tener mucho cuidado -responde sujetandome las dos manos.

Mi madre intenta tranquilizarme y empieza a contarme un poco la historia. Solo tengo destellos de lo que me pasó cuando sentí como desplomaba en el suelo. Lo que si recuerdo con nitidez es como unos brazos robustos me sacaban del lugar. No recuerdo su rostro pero de seguro que fue Ángel el que me saco de allí.

-¡Claudía, estás despierta! -grita desde la puerta eufórica.

Se abalanza hacia mí y me da un beso en la mejilla.

-¡Nos tenías preocupados! -me da un leve puñetazo cariñoso en mi hombro.

-Ven aquí... -extendiendo mis brazos lo más que puedo, abriendo mi corazón a una de las personas que me a enseñado el amor incondicional.

Veo por encima del hombro de Lucía, como Ángel todavía sigue en la puerta. Le sonrio levemente y me devuelve la sonrisa acercándose hacia mi cama.

-Voy a dejar de estrujarte, porque si no me voy a quedar sin mi amiga y no es el plan -responde riéndose con humor.

Veo las miradas cómplices de mi madre y Lucía y salen de la habitación sin decir nada.

-¿Cómo te encuentras? -sus manos se apoyan en el piecero de la cama.

-Me siento un poco aturdida todavía y el dolor es insoportable. Pero, podría haber acabado peor -respondo sonriendo para mitigar su preocupación.

-Siento mucho lo que te ha pasado, Claudía. Me siento culpable porque haberte llevado a ese lugar,tendría que haberte hecho caso y habernos ido a otro sitio más tranquilo.

-¡Oye, no digas eso Ángel! No tienes la culpa de nada. Además, estoy bien y es todo gracias a ti.

-¿Gracias a mí? No entiendo a que te quieres referir, Claudía -pregunta extrañado.

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora