Capítulo 22

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Todavía sigue de espaldas mientras habla con él y mis ojos intentan esquivar los obstáculos que me impiden ver de quién se trata. Cuando finalmente se pone de perfil frente a él, llevándome la sorpresa de verla precisamente en este lugar.

Veo como Daniel levanta levemente la cabeza indicándole que no viene precisamente solo y me escondo rápidamente detrás de la carta que solo oculta mi medio rostro, mientras la impertinente de Lucía se empeña en quitármelo. Mantenemos una lucha surrealista entre las dos, hasta que en medio de esta absurda batalla la veo por encima de este dichoso menú de brazos cruzados.

Destapo mi cara sintiéndome avergonzada y le sonrio con mi mejor sonrisa.

-¡Hola, Claudia! ¿Te estabas escondiendo?

-¡Que tal, Jimena! ¡Claro que no! ¿Cómo crees? -respondo levantando mis manos divertida.

-No mientas amiga, te estabas escondiendo de ella ¿Y sabes qué? ¡Que no me extraña que lo hagas con esa cara de poli operada que tiene!

Sus gritos ofensivos llaman la atención de inmediato de todos los clientes que miran expectantes a lo que ocurre.

-¡Lucía! ¡Cállate, por favor! -le recrimino con furor.

Me observa de reojo mientras muerde su labio inferior con rabia quedándose finalmente callada.

-No te preocupes, querida. Suelo caer mal a las personas que no saben apreciar a los de la alta clase -me responde desviando su mirada insinuante hacia ella.

Se dispone a levantarse de la silla enfurecida pero le agarro de la mano con rapidez volviéndola a sentar.

-Jimena, por favor. Dejemos la fiesta en paz ¿De acuerdo?

Asiente con la cabeza y miro de nuevo a Lucía que me observa indignada por no haber dejado atacar a su presa, mientras le frunzo el ceño ladeando mi cabeza hacia los lados molesta por su actitud.

Recuerdo aquel día que la conocí para la entrevista cuando buscaba secretaria. Ella entro a mi oficina tan segura de sí misma que hasta yo misma empecé a dudar que sería un gran error el no contratarla. A simple vista parecía un desastre de chica, pero fue esa personalidad tan única, fuerte, y esa confianza que me transmitía no sólo en lo laboral, si no en lo personal que decidí finalmente contratarla. Y después de cinco años trabajando para mí, puedo decir que bendigo el día que entro por esa puerta con esos tacones de leopardos imponiendo su feminidad por todo lo alto.

Nunca le agradó Jimena en absoluto siempre la vio muy prepotente detrás de esa fachada de recatada. Y aunque no tuve mucho contacto con ella después de la universidad, mucho menos cuando inicie esta amistad con Lucía. Pero aún así, nos tenemos mucho aprecio por lo que compartimos en aquellos tiempos.

-Creo que es mejor que me marche quiero seguir disfrutando de mis dulces vacaciones. Me alegro mucho de volver a verte, Claudia -se despide con un gran sonrisa, y como no, una mirada criminal hacia mi acompañante.

Se miran fijamente sin apartar la mirada, retándose como dos animales salvajes que intentan intimidar al adversario dejando claro cuál es su posición. Hasta que Jimena se marcha al fin del lugar y escucho como da un gran golpe en la mesa con fuerza.

-¡Maldita zorra pija! ¡Te juro que la estangularia con mis propias manos!

-Lucía, por favor ¡No puedes comportarte así cada vez que la veas, por dios! ¿Tienes idea de la vergüenza que he pasado?

Empieza a dar golpecitos con sus dedos en el tablero nerviosa y mis ojos se pierden con la rapidez en cómo los mueve, cuando de repente siento como alguien apoya su mano en mi hombro.

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora