Capítulo 23

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Volvemos a la ciudad y con ello el silencio a su pregunta. He preferido no decirle nada, además ¿Quién soy yo para reclamarle? ¿La mujer que le paga en cantidades bastantes considerables para que limpie aquello que otro ensució? ¿ O la señorita que se apuesto un precio a sí misma de lo que vale su amor propio?

Llegamos a mi casa y meto la llave en el cerrojo mirándolo insinuante, mientras abro la puerta.

-¿Quieres pasar? -pregunto muriéndome de ganas porque responda lo que tanto deseo, lo que tanto aclamo.

-Es mejor que me marche. Necesitas descansar, ha sido un día bastante intenso-responde dando un paso hacia atrás, mientras mete sus manos en sus bolsillos.

-Claro...

Se acerca hacia mí y me da un breve beso en mis labios dejándome con ganas de más, de él.

-Buenas noches, preciosa -se despide guiñandome el ojo.

-Buenas noches... Daniel.

Lo observo desde la puerta como una estúpida, esperando ansiosa a que se de media vuelta y venga corriendo hacia mí, pero eso solo pasa en las películas de romance. Esta es la vida real, la que te enseña que los finales ni siquieran existen y los felices menos. Se mete en el ascensor y su mirada se pierde en ese suelo que parece que capta más su atención que a la mujer que todavía lo sigue esperando con el corazón abierto. Las puertas se cierran finalmente y miro hacia abajo apenada.

Entro para adentro y cierro de un portazo, haciendo que sienta como a retumbando todo en mi interior. Tiro el bolso en el sofá, mientras me voy quitando los zapatos hasta llegar a mi colchón moldeable. Es una pena que solo moldee mi cuerpo y no mi pobre corazón. Me tiro boca arriba dejando caer mis brazos mustios, dándome la sensación de melancolía que invade poco a poco mi pecho. Pongo mi mano justo ahí y noto como mis pulsaciones son... ¿Diferentes? Es como si una descarga eléctrica me hubiera hecho resucitar de nuevo, dándome la oportunidad de poder volver a empezar a vivir, a sentir...

Me posiciono de lado y me acurruco en la posición de la cucharita. Empiezo a resoplar con fuerza y no puedo evitar sentirme indignada conmigo misma por todo esto que estoy sintiendo. Te juro que tenía claro todo esto, pero... Cuando lo tengo tan cerca... Siento que mis sentimientos hibernan ante él, siendo el único capaz de despertarlos.

Apago la luz de la lámpara al mismo tiempo que disipo este tipo de sentimientos que está despertando en mí y que nunca le volveré a dar al interruptor de encender.

Me levanto de un sobresalto de la cama y miro la hora ¡Joder voy a llegar tarde! Pero, ¿Por qué demonios no ha sonado la maldita alarma? Corro hacia el vestidor y me pongo una falda entubada roja, una camisa de botones blanca y unos tacones rojos ¡Lista!

Entro con pasos apresurados al edificio, mientras maldigo en el camino esta dichosa falda que se ajusta exageradamente a mis caderas impidiéndome caminar libremente. Esta mañana hace tanto calor que he preferido hacerme un coletero bajo para tener mi pelo más recogido.

Llego a planta y todos los empleados se quedan boquiabiertos al verme. Voy caminando lentamente sintiéndome observada desde todos los rincones, haciendo que empiece a sentirme un poco incómoda. Veo a Alejandro, uno de mis empleados y voy hacia él para que me explique que es lo qué está pasando.

-Buenos días, Alejandro. Oye ¿Se puede saber por qué me miran así? -murmuro en voz baja.

-Veras... Señorita Claudia. Creo que es mejor que lo vea usted misma.

Lo miro totalmente desconcertada y decido ir averiguar que demonios está ocurriendo. De camino hasta allí me encuentro con Lucía que saludo con entusiasmo, pero lo único que recibo de ella es una mirada llena de decepción.

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora