Capítulo 34

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La luz entra por la ventana y siento el agradable calor del sol en mi rostro. Me despierto sobresaltada y me reincorporo rápidamente en la cama mirando nerviosa a mi alrededor. Respiro aliviada al ver que estoy en mi casa y entrelazo mis brazos mientras me acaricio suavemente, cuando me doy cuenta que tengo un pequeño moratón. Paso mi dedo con cuidado y automáticamente todos los recuerdos de aquella noche pasan por mi cabeza a gran velocidad. Llevo mis rodillas hacia el pecho y apoyo mi barbilla, sumergiéndome en todo este caos que siento en mi interior.

Cuando vi a Dabiel así tan... Fuera de sí mismo, sentí pánico. El ver como sus puños golpeaban con tanta fuerza hizo que cambiara mi forma de mirarlo por... Miedo. Siento que... Si sigo buscando más en ese interior que protege agresivamente, llegue realmente asustarme. Escuchar de sus labios que por mi haría lo que fuera... Me hace ver que tiene sentimientos hacia a mí y eso es algo que siempre había soñado desde que me enamoré de él, pero al mismo tiempo siento terror hasta que punto estaría dispuesto hacerlo.

Mi móvil empieza a sonar, pero decido ignorarlo. Seguro que es él y sinceramente no me apetece escucharlo ahora mismo. Comienzo a vestirme para ir al trabajo mientras escucho la música que no para de resonar, voy hacia allí enfurecida cuando me doy cuenta que es Lucía.

-Dime, Lucía -.respondo hastiada -¡Tranquilízate! ¡¿Que a pasado?! ¡Voy ahora mismo!

Cuelgo la llamada y voy corriendo hacia allí. Mi cabeza da mil vueltas intentando averiguar que es lo que a ocurrido para que me llame así de alterada. Llego finalmente a la empresa y me subo apresurada al ascensor. Cuando se abren las puertas me quedo totalmente atónita ante lo que veo.

-¡Claudia! ¡Por fin estás aquí! -exclama Lucía que se acerca deprisa hacia mí.

Camino solo unos pasos mientras piso esas fotos en papel. Miro conmocionada a mi alrededor, reteniendo en mi retina esas imágenes delatadoras que están pegadas por todos lados. Me agacho lentamente y cojo una del suelo, mis dedos empiezan a temblar sin control cuando veo de cerca aquella imagen. Salgo con Daniel besándome en la calle, donde lo han titulado ¿Cuánto te está costando tu dignidad como mujer? La arrugo hasta hacerle una bola y la tiro lo más lejos posible de mí, de este pudor que siento en este momento.

Hinco mis rodillas en el piso mientras las voy cojiendo de un puñado agitada, reteniendo mis lágrimas en esta rabia que me carcome por dentro. En mis manos ya no queda espacio para seguir desapareciendo esa evidencia que delata mi gran secreto al que podría llevarme a la ruina. Empiezo a dar golpes como una demente hasta que finalmente rompo en llantos.

-¡¿Porqué...?! ¡¿Que quieren de mí?! -grito abatida.

-Claudia... Ven aquí, cariño -se arrodilla junto a mi y me abraza con fuerza, mientras termino de recomponerme es su hombro.

Levanta mi barbilla y me mira fijamente.

-Escúchame, Claudia ¡Tenemos que deshacernos ya de todo esto antes que llegue todo el mundo! ¿Me entiendes?

-No... No puedo hacerlo -murmuro desolada.

Agarra con fuerza mis mejillas.
-¡Tienes que hacerlo! Y lo vas hacer, ¿Me oyes? ¡No vas a darle el gusto a que te destruya! ¡Vamos, coge mi mano! -se pone en pié y extiende su mano.

La miro con ojos llorosos y la agarro con fuerza mientras me levanta.

-¡Venga vamos, no tenemos mucho tiempo! Alejandro está por aquella parte y nosotras nos quedaremos en esta ¿De acuerdo?

-¿Alejandro?

Apoya su mano en mi hombro para tranquilizarme.
-No te preocupes, Claudia. Es de confianza, créeme - me sonríe.

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora