capítulo 40

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Dos meses después.

El agua fría ha dejado de refrescarme desde entonces, es como si hubiera perdido completamente el sentido del tacto en mi piel haciéndome sentir como si fuera un ser inerte.

-¡Claudia, tienes que salir ya de ahí! ¡Llevas más de una hora metida en la ducha!

Estoy sentada en posición fetal en un rincón con mi barbilla apoyada en mi rodilla, mientras observo ausente como corre hacia el desagüe. Cuando de repente escucho un fuerte golpe en la puerta haciendo que se abra de inmediato. Abre la gran mampara y me saca de allí mojándose por completo, sin importarle absolutamente nada.

-No puedes seguir así... -solloza afligida -. Tienes que reponerte, Claudia... Pero tranquila, lo haremos juntas, ¿De acuerdo? -me abraza fuertemente mientras apoyo mi cabeza en su pecho.

Lucía ha sido mi gran soporte desde aquel día, y agradezco que en esos duros momentos optará las reprimendas por abrazos que me hacia sentir de nuevo el calor humano. Mi cuerpo ha ido consumiéndose lentamente frente a un espejo al que ahora mismo tengo tapado, con el fin de no querer seguir martirizándome en la manera en la que mi piel se ha reabsorbido para poder deshacerme de todo lo que quedaba de Daniel. Y donde mis sueños se han convertido en una completa oscuridad, porque cuando cierro mis ojos ya no hay imágenes... solo una enorme sombra que se apodera de todo lo que ha quedado de mí.

Me ayuda a levantarme con cuidado y levanta mi barbilla, mientras me observa conmovida.

-Vamos a vestirte para ir a esa reunión tan importante que ha convocado, Lucas ¿De acuerdo? -sonrie mientras ayuda asecarme.

Asiento en silencio mientras dejo que me vista como si fuera un solo maniquí. Levanto mis brazos automáticamente y la camisa roja se desliza hasta colocarse perfectamente. Me siento en el filo de la cama y me ayuda a ponerme el pantalón de pinza negro, mientras veo como me observa apenada.

-Levantate, amiga ¡Ahora solo nos queda peinarte y ya habremos terminado! -responde con entusiasmo, escondiendo su gran tristeza.

Comienza a peinarme con delicadeza, pasando el cepillo tan lentamente como si estuviera haciendo una especie de ritual para hacerlo crecer.

-¿Prefieres que termine de secartelo? ¿O lo dejamos así? -pregunta mientras se acerca al espejo. Y justo cuando lo va a destapar pego un gran grito.

-¡No lo destapes!... No... Quiero... Verme -respondo abatida.

Viene hacia a mí.
-Esta bien, cariño. Cómo tú quieras... -me da un dulce beso en la frente, mientras se queda ausente.

Vamos de camino hacia allí y la luz del sol que entra por la ventanilla me molesta lo suficiente como para no dejarme abrir mis ojos por completo. Es la primera vez que salgo al exterior después de tanto tiempo, y no puedo evitar sentirme extraña. Incluso el aire que es inloro, comienza a tener un tipo de olor como a... Vida. Siento como que me observa de reojo asegurándose de que no vuelva a entrarme otro ataque de ansiedad, y no tenga a mano unas sábanas donde pueda agarrarme para que me ayude a controlar mis temblores. La causa... Aquella imagen donde Débora acaba con su vida precipitándose hacia el vacío, ha terminado con mi estado mental del que ya no soy dueña, y donde mi mente se empeña en torturándome cada veinte minutos.

Nos bajamos del coche y caminamos hasta entrar a la empresa. Las recepcionistas me saludan cordialmente y asiento con una sonrisa fingida. Llegamos a la planta y la primera persona en correr hacia mí regalándome en la distancia una gran sonrisa es, Alejandro.

-¡Buenos días, Señorita Claudia! ¡La hemos echado de menos! -prosigue dándome un abrazo.

Me retiro incómoda después de unos segundos. He estado tanto tiempo sin sentir el contacto directo de otra persona que no fuera Lucía, que se me hace extraño sentirlo de nuevo.

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora