Capítulo 30

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Me quedo observándolo con incredulidad ante esta confesión que todavía sigo procesando.

-¿De qué estás hablando, Lucas? -me posiciono hacia delante frunciendo el ceño.

Se levanta rápido y cierra la puerta ante mis ojos. Se acerca a mí y se pone en cuclillas.

-Desde que te vi... Con ese tipo. Sentí como me hervía la sangre al verte de la mano de otro hombre. Y... -no dejo que termine cuando me levanto rápidamente del sillón alejándome de él.

-¡No quiero seguir escuchándote! ¿Como te atreves a venir ahora con esta mierda? ¡Estás con Débora, por la que me cambiaste! -levanto mis manos furiosa.

Da unos pasos agigantados hacia mí.

-Lo sé... Pero, si me das otra oportunidad ¡Te juro que no volverá a pasar! Prometo que seré de nuevo el hombre del que te enamoraste -junta sus manos en modo de súplica. Cómo si con eso tuviera algo de compasión después de todo.

Lo miro de arriba y abajo con repugnancia.

-Eres un descarado... ¿Tienes idea de lo que he pasado por tu culpa? Me destrozaste la vida, Lucas. Y ahora pretendes ¿Que te perdone?

Extiende su mano para acariciarme el hombro pero lo aparto con rapidez.

-¡Ni se te ocurra tocarme! -doy un paso hacia atrás.

-Perdona, no quería... Pero entiéndeme, no se qué demonios me pasó. Ella no paraba de insinuarse todo el tiempo y...

-¡Y caíste como un imbécil! ¡Que no supo como tener la bragueta cerrada! ¡Por el amor de Dios, no me vengas con excusas baratas! Y ahora... Vete con tu futura esposa.

Me acerco a la puerta y la abro dando por finalizada esta absurda discusión.

-Esta bien... Pero quiero que sepas que ese hombre no te conviene, Claudia. Ya te darás cuenta y espero que no sea demasiado tarde.

Sale finalmente de mi despacho y vuelvo a cerrar abruptamente. Paso mis manos por mi rostro, mientras respiro lentamente para soltar poco a poco este momento que ha sacudido por completo mi interior. Esto es todo tan surrealista, después de todo lo que me ha hecho, ¿Cómo va a venir a decirme esto ahora? ¿Y por qué demonios me dijo eso de Daniel?

Me siento de nuevo y miro el móvil. Mis dedos juguetean nerviosa con la pantalla sin saber si llamarlo o no. Hasta que finalmente mis ganas inmensas pueden conmigo y lo tecleo. Hace la llamada pero no me lo coge ¡Que raro! Lo dejo encima de la mesa resignada y sigo con mis tareas.

Es la hora de irme, pero antes me pasaré por el baño, necesito un poco de agua bien fría por mi rostro para ver si así me ayuda a espabilar un poco. Estoy frente al espejo viendo cómo recorre las gotas por mis mejillas rosadas, y por un momento de locura no consigo reconocer a esta mujer que tengo delante. Agacho mi cabeza y comienzo a llorar desconsolada, cuando escucho esa voz que hace que mis intestinos se revuelvan.

-¡Vaya, vaya! ¿A quién tenemos aquí? ¿Conseguiste encontrar lo que perdiste anoche? -sonrie malévola.

La miro de reojo mientras aprieto con fuerza el lavamanos.

-No se de qué me estas hablando, Débora.

Se mira presumida ante su reflejo mientras se coloca bien su repeinada cola.

-Viniste hasta mi habitación como una loca buscando a alguien, pero lo peor de todo no es eso ¡Entraste a la fuerza para buscarlo! Gracias a que no quise denunciarte, cariño ¡¿ Te imaginas el escándalo que se montaría que una mujer como tú, tan prestigiosa, fuera denunciada por allanamiento!?

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora