Capítulo 14

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Cuando estoy a centímetros de llegar a ella. Siento como me sujetan de los brazos con fuerza, haciendo que frene de golpe. Intento soltarme con brusquedad de estas cadenas que me mantienen atada y que me hacen sentir como si fuera la única bestia.

Mi garganta se rompe con cada grito y las ventanas de la sala se agrietan del impacto de mis insultos. Consigo soltarme de un brazo y estiro lo más que puedo para llegar a ella. Veo en su sonrisa malévola como está disfrutando de su gloria y siento como mi sangre me hierve hasta quemarme. Solo tengo las puntas de mis dedos para poder tocarla y justo cuando creo que voy alcanzarla. Me tira con ímpetu hacia atrás, quedándome totalmente inmóvil.

-¡Claudía, para! ¡¿Se puede saber qué coño haces?! ¡Estás completamente loca! -entre sus gritos eufóricos su saliva salpica sin control hacia mi rostro.

-¡Suéltame de una vez! -grito fuera de sí, mientras mantengo una lucha por escaparme de sus sucias garras.

-¡Mírame, Claudía! Te voy a soltar, si me prometes que te vas a quedar quieta, ¿De acuerdo? -siento como va aflojando su fuerza en mis muñecas.

-¡O me sueltas de una puta vez! ¡O te juro que te vas arrepentir! -le advierto mirándolo con repulsión.

Me mira pensativo sin saber exactamente qué hacer. Hasta que finalmente decide soltarme.

Me reincorporo rápidamente en la mesa. Y me coloco con discreción mis pelos alborotados. Cuando alzo mi mirada hacia arriba, veo a todos los directivos patidifusos ante esta situación tan lamentablemente. Termino de ponerme de pie y me coloco bien la falda.

-Os pido disculpas a todos por haber tenido que presenciar esta escena tan vergonzosa -me disculpo, abandonado aquella reunión que nunca llegó a terminar.

Cuando salgo de ahí,veo que todos están boquiabiertos con lo que acaban de escuchar. Bajo mi mirada al suelo, ignorando completamente sus rostros hasta llegar a mi despacho.

-¡Claudía! ¡Espera! -grita mientras corre detrás de mí.

-¡Ahora no, Lucía! Tengo que irme -le aclaro contundente.

Entro a mi despacho y cojo algunos documentos de mi escritorio. Todavía me tiemblan las manos. Tanto, que no consigo agarrar las hojas, haciendo que se me resbale de mis dedos temblorosos. Doy un pequeño porrazo y me hundo ante este sentimiento de rabia.

Mis lágrimas caen sin pedirme permiso y yo las dejo que se marchen hasta donde quieran llevarme. De repente siento como alguien me toca la espalda y por su calidez sé de quién se trata.

Me doy media vuelta y le abrazo con fuerza. Me acaricia suavemente el cabello y puedo notar en sus dulces besos, como se humedecen en mi pelo. Levanta con delicadeza mi barbilla y nos miramos fijamente. Compartiendo este dolor como buenas amigas.

-Cariño... Vas a salir de esta, te lo aseguro -me envuelve de nuevo en sus cálidos brazos y siento que estoy literalmente en mi hogar. Donde sé que siempre tengo las puertas abiertas para mi corazón herido.

-Sacame de aquí... -murmuro apenada.

-Tranquila, cariño. Te llevaré a casa, ¿De acuerdo? -coje mi bolso y nos marchamos abrazadas de allí.

Vamos de camino a mi casa. Lucía ha preferido llevar mi coche pues todavía sigo un poco agitada despues de lo que pasó. En el trayecto, el silencio se apodera de esta mente atormentada. Y ella intenta distraerme con sus chistes repetitivos, pero yo solo escucho las palabras de Lucas una y otra vez en mi cabeza.

Al escucharlo, sentí como se quebraba el poco sentimiento que quedaba por él, transformándose de inmediato en un odio inimaginable. Al remplazarme por ella, sentí que pase directamente a ser la planta que tenemos en la entrada. Una simple decoración. Con la suerte de ser  de plástico, de lo contrario hubiera muerto porque nadie se hubiera molestado en regarme. No te imaginas lo duro que es verte indiferente frente a los ojos de esa persona que una vez amaste con locura. Y que ahora, actua como si nunca hubieras existido en su vida.

EL PLACER ES MÍO Donde viven las historias. Descúbrelo ahora