Fuera de servicio

55 11 32
                                    

Miré la sonrisa franca de Cristofer y luego su mano extendida hacia mí. Me habría encantado poder estrecharla y aceptar el reto de competir por el corazón de Sara, pero entendí que no tenía caso hacerlo. Él aún no lo sabía, pero lo cierto era que ella ya había hecho su elección.

—Gracias, pero no hay tal competencia, descuida. Soy su amigo, solo eso —concluí con una sonrisa.

Cristofer retiró su mano al ver que no la tomaría, luciendo un poco confundido. Continué avanzando, y él me siguió el paso.

—Oye —le dije—, planeaba ir con Sara y algunos chicos de la iglesia al espectáculo de patinaje que habrá en dos semanas. ¿Tú irás?

—¿El que habrá en Plaza Palacio? —preguntó—. Las entradas se agotaron. Hace dos días intenté conseguir una. ¿Ustedes lograron conseguir?

—Sí, las compré temprano.

—¡Vaya! Qué lástima que se hayan agotado. Habría sido genial ir todos juntos.

Tuve una idea que preferí que no se me hubiera ocurrido, sin embargo, sentía que debía impulsar la amistad entre Cristofer y Sara con la misma disposición con que me había interpuesto todo este tiempo.

—Si quieres, puedo darte la mía.

—¿Seguro? —preguntó mirándome, sorprendido—. ¿No crees que se molestaría contigo por intercambiarnos?

—Descuida. Ella no sabe que iba a invitarla.

—Ah, ya veo —respondió sin salir de su sorpresa—. ¿De verdad harías eso, amigo?

Asentí, y rogué porque no lo preguntara una vez más, porque Dios sabe que me arrepentiría.

—Muchas gracias, Will, de verdad. Temía que lo tomaras a mal, pero supongo que nunca debí pensar eso. Eres un chico muy maduro. No te preocupes, me esforzaré por ganarme su corazón como se debe, y no me interpondré en su amistad.

Sonreí desganado. Era una buena intención, pero supuse que eso último era algo que escapaba un poco de sus manos.

—Bien —respondí.

Llegamos a la bodega. La puerta corrediza de metal estaba bastante rígida, así que Cristofer y yo tuvimos que abrirla juntos. Cristofer entró cargando el saco, y yo detrás de él. Había un gran baúl abierto dentro, que contenía sacos parecidos al que llevábamos. Cris levantó el sacó para ponerlo dentro, pero al hacerlo, el fondo quedó enganchado de un hierro que sobresalía del exterior del baúl. El saco se rasgó y los balones rodaron por el suelo.

—¡No puede ser! —exclamó entre risas—. Y yo que tengo que ir al baño.

—Adelante —concedí—. Yo los recojo. No me tomará mucho tiempo.

—¿Seguro? —preguntó Cristofer.

Asentí. Seguro habría insistido en ayudarme, pero al parecer realmente le urgía ir al baño, así que aceptó y se marchó. Me tomó unos minutos, pero pronto los balones estuvieron en su sitio. Cuando puse el último en el baúl, lo cerré y me senté un momento sobre él.

No había dejado de pensar en mi conversación con Cristofer. ¿Me había excedido al ofrecerle las entradas al espectáculo? Quizás no. No es que estuviera entregándole a mi amiga, pero quería darle a Cristofer una buena oportunidad, luego de que le había quitado tantas. No sería una cita, irían con los demás chicos de la confraternidad. Tal como decía Cristofer, Sara era quien debía decidir si era tiempo de iniciar una relación, o si era Cristofer o no el indicado.

Después de mi relación con Gabriela entendí que la nuestra no era la mejor edad para iniciar una relación, así que sin darme cuenta había decidido también por Sara que no iniciaría ninguna. Pero ella no era igual a mí, era mucho más madura. Si conocía a alguien con quien entendía que podía iniciar una relación yo no tenía por qué interponerme. Pensé que quizás esperaría junto a mí, que me daría la oportunidad de redimirme y que nuestra amistad podría evolucionar, pero ella veía las cosas de manera distinta. Cristofer le gustaba, no yo. Debía adaptarme a esa idea y darle la libertad de hacer lo que considerara mejor.

Unas voces fueron acercándose, fuera de la bodega.

—¡Vaya! ¿Qué tal? —decía un chico—. El viejo almacén está abierto. ¿Por qué no entramos? Es perfecto. Aquí podemos pasar un buen rato sin que nadie nos moleste.

—Creo que ya nos alejamos del grupo por suficiente tiempo. Mejor volvamos —respondió la voz de una chica.

—¡Vamos, preciosa! Hace mucho que no tenemos un buen momento a solas, y no te imaginas la falta que me ha hecho.

Reconocí sus voces. Me levanté del baúl sin hacer ruido y me acerqué a la puerta entreabierta para confirmar: eran Cheril y Andrew.

—Ahora no estoy de ánimos —respondió Cheril, dándole la espalda, disponiéndose a alejarse de la bodega.

—Es lo que me has estado diciendo los últimos días —La tomó de la muñeca para evitar que se alejara—. ¿Qué sucede, bebé? Tú no eres así. ¿Hice algo que te molestara? Oye, te prometo que si vienes adentro conmigo haré que lo olvides lo que sea.

Él se acercó a ella por detrás e intentó depositar un beso en su cuello. Ella apenas logró evitarlo.

—Ya basta. Solo no quiero, ¿está bien?

Cheril había hablado con suficiente firmeza, pero aun así Andrew parecía dispuesto a seguir insistir todavía más.

Aquel portón era tan pesado que Cristofer y yo no lo habíamos abierto más que solo lo suficiente para permitirnos entrar, aunque fuera con dificultad. Así como entramos pude haber salido, no obstante, puse mi pie en la pared y me impulsé para abrirlo aún más, haciendo un gran estruendo. Ambos miraron hacia mí, como era de esperarse. Pero me mostré ajeno a toda su escena. Les di la espalda para cerrar la puerta con el mismo ímpetu. Luego, puse el candado y lo cerré sonoramente.

—Will, no pensé que fueras de los que besaba trapeadores en los almacenes —dijo Andrew con un poco de fastidio.

—¿Qué tal chicos? —saludé mientras pasaba junto a ellos, sin hacer caso a su comentario mordaz—. Terminó el juego de quemados, los chicos se movieron de lugar. ¿Quieren que los acompañe?

—No es necesario, gracias —respondió Andrew.

—¿Seguros? —insistí, mirando a Cheril.

Ella comprendió que era su respuesta la que esperaba. Así que negó con la cabeza, con gesto despreocupado, haciéndome entender que podía manejar la situación.

—Ya te dije que no —respondió Andrew—. Avísame si no te ha quedado claro todavía.

—Descuida, viejo. Sé que una segunda vez es más que suficiente para entender un «no» —respondí despreocupado, antes de darles la espalda.

Me alejé de ellos para ir de regreso con el grupo. Al girar la esquina de uno de los edificios eché una mirada hacia ellos y noté que caminaban detrás de mí a cierta distancia. Al parecer Andrew finalmente se había dado por vencido.

Sentí levemente vibrar mi teléfono en mi bolsillo y lo saqué. Al revisar, noté que tenía cinco llamadas perdidas de la madre de Sara. Me detuve de inmediato y me dispuse a regresar la llamada.

—¿William? —confirmó la señora al tomar el teléfono—. Llevo todo el día intentando contactarlos.

—Perdone, el teléfono no me notificó las llamadas hasta ahora. La señal no es muy buena. ¿Sucede algo?

—¿Sara está contigo?

—No. Pero sé dónde se encuentra.

—Búscala. Dile que recoja sus cosas. Pero antes ven y espérame en la salida para entregarte algo.

—¿Sucedió algo? —pregunté. Tanto misterio empezaba a asustarme.

—Su abuela... Mamá murió —respondió.


Sí. Viene un capítulo muy triste. ⛈️

A partir de ahora publico martes y viernes. Creo que así se percibe como menos la espera. ¿Qué les parece? A ver cómo resulta. 😅

No te pierdas el siguiente capítulo: «Crisis». 💔

Lo que dicta el corazón 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora