—Lo lamento mucho, Sara, de verdad —le dije a mi amiga, mientras la abrazaba, perdiendo la voz.
—Will, lo intento, te juro que intento llevarme bien con ella. Pero ya estoy cansada de que nada cambie. Mi padre me abandonó, mi abuela ya no estará conmigo, ¿era mucho pedir una madre que no me odiara?
No pude contener el llanto. No supe qué responder, siempre he sido terrible para ese tipo de cosas, pero la abracé con más fuerza y dejé que esa fuera mi respuesta.
Unos minutos después, mi llanto había cesado, el de Sara se había hecho mucho más débil. Yo seguía acariciando su cabello, sentado junto a ella. Ella apoyaba su rostro en mi hombro. Frente a mí, a lo lejos, podía ver parte del estacionamiento, y eso me hizo volver a pensar en su madre.
—Sara, ¿sabes dónde está ahora tu mamá?
—Los dejé a ambos en la capilla, tú debes saberlo mejor que yo.
—Sé dónde está —respondí—. La última vez que la vi, estaba entrando en el Jeep. No lo encendió.
—¿Y eso qué? —cuestionó con voz tupida.
Dudé en responder. Notaba en su tono que seguía un poco negada a escuchar sobre su madre. Pero lo creí necesario, así que me arriesgué a continuar.
—Creo que es un indicio de que, aunque parece alguien tan dura, simplemente no deja ver cómo es realmente su corazón —le dije—. He estado pensando en todo lo que me contaste sobre tu familia en la cochera, el otro día. Tú has sufrido las consecuencias de una triste historia, pero, ¿sabes? Me he estado preguntado: ¿qué hay de ella? Imagino que vivir con alguien con un corazón de metal debe ser algo horrible, pero vivir con alguien con un corazón de carne escondido detrás de un corazón de metal, puede ser más bien una oportunidad.
—No entiendo qué quieres decir. ¿Una oportunidad para qué? ¿Para que Dios haga un milagro? Un milagro es justo lo que he estado pidiendo hasta ahora con todas mis fuerzas, pero todavía no lo recibo.
—Lo que pienso, Sara, es que te has estado desesperando porque todo este tiempo has estado actuando para recibir a cambio un milagro para ti, pero quizás ese no sea el punto.
—¿Cuál crees que sea el punto? —Levantó la mirada hacia mí—. ¿Qué crees que debería estar haciendo entonces?
—Quizás deberías llorar en mi hombro, llorar en los hombros de nuestros hermanos de la fe, llorar en los hombros de Jesús, y dejar de esperar un milagro para, en lugar de eso, llegar a casa con tu madre y ser el milagro que ella necesita. Puedes amarla sin esperar nada a cambio, amarla porque es lo que eres, amarla solo porque ella lo necesita, y porque es lo que Jesús hizo primero con nosotros. Creo que, si amar en sí se convierte en tu objetivo, no verás como tiempo perdido cuánto tarden esas murallas de metal en caer y dejar libre el corazón que Dios puso allí en algún momento. Pero cuando suceda, tu mayor satisfacción no será tener la madre que siempre soñaste; será ser la primera en brindarle un hombro en el que pueda llorar, y ver cómo ella tome ese hombro y, quizás, cómo logre encontrar en él el hombro de Jesús.
Sara hacía un silencio total. Ya ni siquiera sollozaba. Yo sabía que lo que le sugería no era nada fácil y que quizás estaba siendo un poco atrevido al hacerlo.
—Sí, supongo que he sido una egoísta por esperar amor de mi madre todo este tiempo —respondió en voz baja, aún con la mirada perdida.
Respiré profundo.
—Sara, no es lo que...
—No pasa nada, Will —me dijo—. Sí sé a lo que te refieres, y sé que tienes razón. Es solo que...
Sara no encontró las palabras para terminar su oración. Secó sus lágrimas y se puso de pie, pidiendo que volviéramos. La miré un momento y finalmente me levanté. Ambos volvimos al pasillo para regresar a la capilla. Frente a nosotros, en el pasillo, alcanzamos a ver a una de sus tías hablando con su marido. Al ver a Sara, nos dio el frente y nos detuvo.
—Sara, querida, ¿estás bien? —dijo, acercando su mano para tocar la mejilla que había sido golpeada.
—Estoy bien. No se preocupe —respondió Sara.
—Cuánto lamento que tengas que soportar ese trato de tu madre —comentó la señora—. Elizabeth es solo una pobre mujer frustrada. Descarga toda esa frustración contigo y te fuerza a ser quien no pudo ser. He oído que te obliga a convertirte en actriz. Te está limitando a crecer como quieres hacerlo.
Sara no respondió, pero sus ojos se habían vuelto a cristalizar y tragaba con dificultad. Lo cierto era que, a pesar de que ella seguro deseaba defender a su madre, no podía evitar creer que su tía tenía toda la razón.
—Pero, ¿sabes, mi niña? No tienes que continuar soportando eso por más tiempo —continuó—. Una vez leí una de tus historias, y creo que tienes un talento impresionante. Tengo un amigo en la editorial Océano de Libros. Estoy convencida de que si le mostrara esa historia vería suficiente potencial como para lograr que te ofrezcan un contrato.
—Bueno, mi madre... —intentó responder Sara.
—Lo que te propongo es solo una oportunidad, Sara —le impidió terminar—. Seguro que tu madre intentará humillarte aún más si no te ofrecieran el contrato, así que lo mejor es no hacérselo saber hasta que sea seguro. Veamos cómo avanzan las cosas. Pero, te diré algo —Entonces se acercó para darle un matiz de complicidad a lo que diría—, si te llegan a ofrecer un contrato, me encargaré de que se anuncie en la reunión de fin de año con toda la familia presente. A ella le importa mucho la opinión de la familia, sobre todo de su hermano mayor. Él ha sido su competencia desde que eran solo unos niños. Cuando te vea ser honrada por todos en la familia y emprender el vuelo por ti misma haciendo lo que te gusta, entenderá que no hay más por hacer, y se rendirá. Entenderá que no hay nada que pueda hacer para evitar que te conviertas en quien quieres ser.
Mi ceño empezaba a fruncirse, mientras miraba a aquella señora. En ese momento vimos aparecer en el pasillo a la madre de Sara, a lo lejos. Pudo vernos allí y se detuvo, haciéndonos entender que nos esperaba.
—¿Me das tu teléfono, por favor? —le dijo su tía a Sara.
Sara se lo dictó y la señora lo anotó. Se despidieron y ambos caminamos hacia su madre. Miré a Sara, pero ella no me regresó la mirada. Había notado mi suspicacia ante la propuesta de su tía y entendió mi parecer de que algo en esa propuesta no estaba del todo bien, pero, por lo pronto, había preferido ignorarme. Al parecer, ella todavía no lo tenía decidido.
Sin duda un día muy duro para Sara. 😥
Pero quien estará en apuros en el siguiente capítulo será Will. Si fuera tú, sería el primero en leerlo cuando se publique. 😶
Te aseguro que no querrás perderte: «El extraño punto medio». 😅
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Lo que dicta el corazón 2
Genç KurguWilliam y Sara se ven forzados a cambiar de escuela. Cristofer, un joven cristiano entre sus nuevos compañeros, empieza a buscar ocasión para compartir con ellos. Es querido por todos y parece llevarse bien con Sara, pero por alguna razón que ni el...