Tiempo de sanar

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Le escribí a Sara para pedirle que nos encontráramos en el parque que quedaba cerca, a las 6:00 p.m. Estuve allí unos quince minutos más temprano. Me senté en uno de los columpios pensando en la conversación que tendría. Al ver a Sara llegar a lo lejos, agité el brazo para que me viera. Ella se acercó y ocupó el columpio junto al mío. Me parecía que se había arreglado mejor de lo que lo habría hecho antes de que conociera mis sentimientos por ella, al citarla a un informal encuentro en el parque para conversar. Desvié la mirada evitando una risa, sintiéndome algo halagado por ello. Ella pareció entenderlo, porque también desvió la mirada, un poco apenada.

—Bueno, aquí estamos otra vez —dijo, con un suspiro de nervios—. Aunque, para serte sincera, mi corazón sigue siendo un caos sobre nuestra conversación de esta mañana.

—Pues, en mi caso, creo que ya logré que mis pensamientos se aclararan un poco —respondí.

—¿Sí? —preguntó. Eso pareció causarle un poco de ansiedad—. Y, pues... ¿cuál es tu conclusión?

La miré a los ojos con ternura. Le sonreí. Ella también me miró a los ojos, imitando mi sonrisa, y me sostuvo la mirada, a pesar de que le apenaba un poco en esa situación. Respiré profundo y desvié mi mirada hacia el suelo de grava.

—Creo que debemos continuar siendo amigos, Sara —le dije.

A ella pareció sorprenderla un poco la sugerencia, pero no quiso cuestionarla. No dijo nada, esperando que me desarrollara mejor.

—Sara, de verdad me gustas mucho —continué—. De verdad creo que te amo. Y algo que tengo claro es que no quiero iniciar una relación solo para saber qué se siente ser tu novio y vivir una bonita aventura. Creo que... Realmente quisiera algún día casarme contigo, Sara.

Volví a mirarla, su sonrisa había desaparecido, pero notaba en su mirada que parecía haberle conmovido escucharme hablar tan claramente sobre mis sentimientos.

—Sé que puede sonar como que me estoy precipitando —acepté—. Pero lo que quiero decir es que veo en ti a alguien única con quien realmente me gustaría tener una relación más íntima que cualquier otra relación que podamos tener, y que dure hasta que la muerte nos separe, y no quiero arruinarlo por avanzar en un momento en el que quizás no estamos listos. Me refiero a que... yo aún estoy descubriendo qué es amar. Hace apenas unos meses volví al Camino luego de apartarme por no saber controlar mi corazón. He estado aprendiendo y creo que todavía me hace falta aprender más. Sé que crees en mi sinceridad, pero yo creo que necesito demostrarnos a ambos, con mi paciencia, que realmente hablo en serio esta vez, que ya no estoy hablando solo por sentimientos y que ya puedo mantenerlos bajo control por algo que dure para siempre.

» Y no solo lo digo por mí, creo que tú también estás necesitando resolver algunas cosas. Creo que aún necesitas tiempo para conocer un poco más sobre la chica maravillosa que eres. Además, apenas ayer empezaste a considerar la posibilidad de algo entre nosotros, y estabas acercándote a Cristofer en ese momento. Creo que quizás... esto es lo mejor para todos nosotros.

Noté algo de decepción en Sara, y entendí que era totalmente normal, incluso yo mismo la sentía. Dejamos de mirarnos el uno al otro y yo empecé a mecerme en el columpio ligeramente.

—Tienes toda la razón, Will. Aún tengo cosas que aclarar con Cristofer —respondió.

Ella respiró profundamente y soltó el aire con violencia. Se armó de valor para levantarse del columpio y pararse mirando en mi dirección, ofreciéndome un apretón de manos con el que cerraríamos la decisión.

—Entonces, ¿amigos como siempre? —preguntó con una sonrisa.

Miré su mano por un momento. Fruncí los labios y negué con la cabeza. Sara dejó la mano suspendida, empezando a parecer confundida.

—No —respondí con una sonrisa—. Tampoco volveré a cometer ese error. No quiero que las cosas queden en el aire y sigamos confusos. Quiero dejar las cosas bien claras esta vez. Así que... Quiero hacerte una promesa, Sara.

Me levanté también para darle el frente. Saqué mi billetera, tomé de ella el anillo de mamá que me había obsequiado papá unos días atrás, y extendí mi mano pidiendo que me entregada la suya.

—Es un anillo de promesa que papá le entregó a mamá cuando eran jóvenes. Quiero dártelo, como un símbolo de que estaré esperando por poder avanzar y que, mientras lo haga, no miraré a nadie más que solo a ti, mi querida amiga. Y, si en algún momento decidiera que cambié de parecer, te lo diría sin falta, esperando que tú hagas lo mismo por mí. ¿Qué dices?

Los ojos de Sara se cristalizaron. Sonrió, conmovida, y me concedió su mano con timidez. Acerqué el anillo a su dedo anular y lo deslicé en él hasta darme cuenta de que el anillo era demasiado grande para ella. Ambos reímos

—Qué embarazoso... —opiné—. Estaba siendo un momento perfecto y ya se arruinó.

Saqué el anillo de su dedo y me quedé viéndolo con pena, pensando en que había sido fabuloso poder sellar la promesa con aquel anillo. A Sara pareció ocurrírsele algo. Puso su mano sobre su pecho, tomó la pequeña cadena que colgaba en su cuello y miró el colgante que había en él.

—Ven, dámelo —solicitó, extendiéndome su mano.

Fruncí el ceño e incliné un poco la cabeza haciéndole saber que no entendía lo que pretendía, pero luego se lo entregué. Ella se quitó el collar y sacó el colgante de la cadena cuidadosamente, luego lo sustituyó con el anillo y volvió a colocarlo en su cuello. Quedaba perfecto. Mis ojos brillaron y sonreí.

—Qué lista —elogié—. No sé por qué me sorprende, después de todo eres la increíble Sara, ¿no?

Ella sonrió, contempló el anillo en su collar y lo tocó con sus dedos, pareciendo pensativa.

—Me gustaría también tener algo para hacerte mi promesa —dijo con pena.

La revisé con la mirada, pensando en algo que pudiera sugerir.

—¿Qué tal esa pulsera? —pregunté al ver su muñeca.

Era una pulsera unisex, de cordón negro y con un pedazo de madera en el centro que tenía grabados una cruz, un signo de igualdad y un corazón, en ese orden. Ella levantó la muñeca.

—¿Te refieres a esta? —preguntó.

Asentí. Ella la contempló.

—Pues, me gustaría decirte que es una muy especial para mí, pero lo cierto es que simplemente la vi en el puesto de una vendedora ambulante, en una acera del mercado, en las vacaciones, y me pareció linda.

—No importa si no tiene una gran historia —respondí extendiéndole mi muñeca y brindándole una sonrisa—. Esta promesa será su historia, y eso la hará muy especial para mí, más que ninguna otra cosa.

Sara me la colocó. La acomodé, la miré un momento y luego levanté la vista para mirar a Sara a los ojos.

—Eres realmente maravillosa, Sara. Te quiero. Mucho.

Sara me sostuvo la mirada. Ya no parecía tan incómoda como al principio. Se dibujó una hermosa sonrisa en sus labios, como si se sintiera realizada. Su sonrisa se veía aun más bella tintada con el naranja de los rayos del sol poniente, que también hacían brillar sus ojos. Me acerqué a ella para abrazarla fuerte.

—Yo también te quiero, Will —respondió.

Me da la impresión de que algunos sentirán un vacío en el corazón con la decisión de Will 😅

Pero, tranquilos, aún nos queda más por ver.

No te pierdas el próximo capítulo «Con cara de Judas».

Lo que dicta el corazón 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora