Y allí estaba ella, intentando seducirme una vez más. Sin embargo, al mismo tiempo no parecía que le interesara conquistarme y eso no dejaba de parecerme extraño.
Unos segundos después de que Cheril acercara su rostro al mío, me separé despacio, me recosté del espaldar de mi silla, y tomé el vaso de jugo que había en la mesa. Quería hacerle creer que no me afectaban sus juegos.
—Cuando te conocí esa vez, Cheril, te noté muy diferente —dije, moviendo el contenido de mi vaso—. Luego, cuando te vi en la escuela, parecías ser alguien totalmente distinta, la misma que ahora —Regresé el vaso a la mesa, sin tomar—. Pero de vez en cuando haces cosas que me hacen estar cada vez más convencido de que esa Cheril que conocí en Villa Hortensias sigue ahí en algún lado. Y que por alguna razón la tienes secuestrada bajo ese papel de chica coqueta y mala.
Ella me miraba con el ceño fruncido. Parecía empezar a molestarse. Pero sonrió.
—¿Y tú qué sabes acerca de mí? No tienes idea de la cantidad de chicos con los que me he acostado. No tienes idea de lo que ha hecho a todos los demás odiarme y lo que incluso puedo hacer contigo. No quieras que me lo proponga, evangélico —amenazó.
—No dudo nada de eso. Pero eso no me hace dudar de que esa no es quién realmente eres, de que no es quien quieres ser.
—¿Y qué te hace creer que puedes ver dentro de mí?
—Pues, justo esto —dije señalando con mi mano todo su cuerpo, que seguía esforzándose en parecer sensual a cada momento—. Yo no te gusto, pero desde que nos encontramos en la escuela no has parado de coquetearme, de provocarme, de burlarte de mí. Es cierto que me pareció molesto desde el principio y quise huir de inmediato, pero mientras más lo haces, más me parece que solo intentas desesperadamente borrar de mi memoria a la Cheril con quien me topé en Villa Hortensias. Y no ha resultado. Pero la pregunta que me hago es: ¿por qué quieres hacerlo?
—¡Porque detesto que pretendas conocerme sin saber nada acerca de mí! ¿Quién te dijo que necesitaba que me defendieras de Ronald o de Darrel?
—Podrás decir eso, Cheril —repliqué—, pero no tú no parecías estar disfrutando para nada lo que esos tipos hablaban de ti. Actúas de esta manera, pero si quieres hacernos creer que te sientes cómoda con la fama que has creado, entonces creo que necesitarás esforzarte más.
Ella alivió su expresión de enfado soltando una risa suave.
—Bien, ¿y qué hay de ti? —contraatacó aparentando confianza—. ¿Quieres hacerme creer que soy una princesa en peligro y que serás el príncipe que me salve de ellos? —Soltó una carcajada y negó con la cabeza, con los ojos entrecerrados—. Podrás engañar a todos con tu papel de pastor de iglesia, William, pero no a mí. No eres el primer cristiano que termina demostrando ser igual que todos los demás. Así que ahórrate la parte en la que intentas ser un niño bueno, y dime lo que yo ya sé: Tú no eres diferente de los demás. Solo mueres por tenerme a solas en una habitación cerrada para luego ir a llenarte la boca alardeando de ello con esos mismos muchachos.
La miré a los ojos. Sus labios dibujaban una sonrisa, pero podía ver otra cosa en sus ojos: dolor, rencor y un retoño de esperanza recién nacido que intentaba pisotear en ese mismo momento.
—Ya veo —dije, intentando suprimir una mirada compasiva—. Imagino que fue lo que pasó.
Cheril me miró confundida. Aparté la vista y miré hacia la cocina, reviviendo en mi memoria su conversación con el niño, unos minutos atrás.
—Oí los rumores —le dije—. Supongo que buscabas un príncipe, un caballero a quien entregarle tu corazón. Imagino que Darrel llegó haciéndote creer que era ese caballero, pero no resultó ser quien pensabas. Y luego aquel amigo de Darrel debió aparecer presentándote las mismas ilusiones, quizás prometiendo llenar el vacío que él claramente había dejado, pero también resultó falso.
Miré a Cheril esperando confirmar que estaba yendo por el camino correcto. La hallé muda. Su mirada confundida se transformaba en una de enfado y dolor, pero continué.
—Supe que cuando Darrel se enteró de lo que habías hecho, te lastimó y te humilló frente a todos. Supongo que al final tú misma terminaste creyendo lo que decían de ti, o por lo menos te pareció más fácil seguirles la corriente y ser lo que todos decían que eras en lugar de seguir luchando por demostrar lo contrario o sufrir por ello.
—Te equivocas —me interrumpió—. Solo me di cuenta de lo débil que había sido. Lo entendí y me volví fuerte, tanto, que ya los chicos no juegan conmigo. Les hago creer eso, pero lo cierto es que yo soy quien juega con ellos a mi antojo. Ninguno logra resistirse a mí y tampoco que me afecte lo que hablan. Yo hago lo que quiero.
—Pues, por definición, algo fuerte es algo que no se rompe por más presión que se le aplique. Pero en tu caso, cambiaste totalmente y te volviste alguien que incluso tú detestas, alguien igual a ellos. No me parece que eso sea volverse fuerte, me parece que eso es quebrarse —dije con pesar. Entonces apoyé los codos sobre la mesa para extenderle una mirada confiable—. Pero, lo que intento decir es no tienes que seguirles el juego. ¡Puedes volver a ser tú! —Tragué. Presentar a Jesús se me hacía una gran responsabilidad, y siempre tenía miedo de no hacerlo bien—. Cheril, yo no pretendo ser quien tú necesitas, solo quiero presentarte a quien sí lo es. Jesús puede sanar todas esas heridas e incluso, si tú quieres, ayudarte a encontrar algún día a ese príncipe que te merezca.
—Ese príncipe no existe —sentenció inclinándose hacia mí con una mirada firme—. Todos ustedes son iguales.
—No es así. Solo no has estado buscando de la manera correcta ni en los lugares correctos. No llamas la atención de un pez con un hueso, ni la de un cachorro con gusanos. Tampoco puedes mostrarle a todos la sensualidad de tu cuerpo, esperando que aparezca un caballero que se fije en la hermosura de tu corazón. Tu sexualidad no debería estar en exhibición en una vitrina, ofreciendo muestras gratis a quienes parezcan interesados; debería estar en un cofre cerrado con llave y enterrado en una isla desierta, perdida en el mar, para que solo alguien lo suficientemente valiente, esforzado y comprometido con su valor, lo encuentre.
» Tampoco puedes entregar tu corazón a alguien que pretende iniciar un juego de pasión mientras uno de los dos ya tiene una relación, y esperar que te sea fiel a ti. Si dejaras que Dios cambie tu forma de pensar y de actuar, tú podrías...
—Ya cállate. Y, por favor, vete de mi casa —me interrumpió, con la mirada perdida.
Me detuve impresionado. Supuse que me había pasado de la línea.
—Cheril, lamento si he ido muy lejos. Yo solo quiero...
Sus manos abiertas impactaron la mesa, golpeando mi vaso de jugo en el acto, intencionalmente. El líquido cayó sobre mi pantalón, haciéndome saltar de mi silla. La pelirroja se había parado de su asiento e inclinado sobre la mesa y me miraba respirando enojo.
—¡Lárgate! —dijo alargando el sonido de la palabra, con voz fuerte, aunque temblorosa.
Dudé un momento, pero era obvio que ella ya no lo reconsideraría. Así que, sin decir nada más, me acerqué a la mesa y tomé mis cosas. Atravesé la cocina y el pasillo, y salí de la casa, cerrando la puerta detrás de mí.
Apenas había salido de la casa cuando vi la puerta abrirse nuevamente.
—Olvidaste esto —dijo Cheril lanzándome al pecho el libro de física, que habíamos quedado que me devolvería después.
El libro luego cayó al suelo y una hoja desprendida voló. La puerta se cerró con tal fuerza que llamó la atención de toda la calle.
Miré alrededor para descubrir algunas miradas curiosas de los vecinos. No me quedó más que ignorarlos, recoger mi libro de física, dar media vuelta y alejarme de allí.
—Bien hecho, William —me felicité sarcásticamente, avergonzado, emprendiendo el camino a casa—. Bien hecho.
Las cosas salieron peor de lo que Will esperaba. 😶
Pero ya sé que extrañan a Sara. No se preocupen, conocerán un poco sobre su familia y sobre su padre en el siguiente capítulo: «La triste historia de los Rodríguez».
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Lo que dicta el corazón 2
Roman pour AdolescentsWilliam y Sara se ven forzados a cambiar de escuela. Cristofer, un joven cristiano entre sus nuevos compañeros, empieza a buscar ocasión para compartir con ellos. Es querido por todos y parece llevarse bien con Sara, pero por alguna razón que ni el...