No más cisternas rotas

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Me senté y empecé a comer. Poco después vi algo moverse enfrente. Cuando levanté la vista noté que Cheril tomaba asiento en la mesa, frente a mí. Respiró profundo mientras lo hacía.

—¿Podrías, por un minuto, dejar de ser tan correcto? —dijo en voz baja, acomodando el plato frente a ella para seguir comiendo—. Me irrita... Y no me deja mentir en paz.

Me miró sin levantar la cabeza. Yo me quedé viéndola, con un buche de comida a medio masticar. No sabía qué responder, ni entendía del todo lo que pasaba en ese momento.

—Tienes razón —continuó—, fuiste claro conmigo. Supongo que solo vi lo que quería ver. Pero me parece que era inevitable, ¿no lo crees?... Has sido el único que me ha visto como si fuera más que un objeto, el único que parecía haber visto algo en mi corazón antes que en mi cuerpo.

Me demoré un poco en responder. Todavía no terminaba de tragar.

—Lo entiendo —le dije—, pero, ¿sabes qué? No creo que te hayas enamorado de mí en verdad. Solo sientes necesidad de eso, de sentirte valiosa, y por eso te sientes fácilmente atraída a los chicos que dicen que ven ese valor en ti, para escuchar de otro sobre lo que tú no puedes ver. El problema es que no puedes dejar que lo que pienses de ti dependa de ningún chico. Todos fallamos y nos equivocamos, por eso la Biblia dice «maldito sea el hombre que confía en otro hombre», y eso me incluye a mí. Solo soy otro chico más que te puede fallar. Y si pones tu valor en algo tan frágil como una relación, la idea que tengas de ti misma todo el tiempo estará tambaleándose. Tu felicidad siempre dependerá de la otra persona y probablemente esa persona termine aprovechándose de eso o hastiándose de que lo acapares tanto. Pero encontrar tu valor en Dios es diferente. Él no cambia, no se irá, él es fiel; no hallaras nada más firme que eso. Y cuando veas a la cruz y recuerdes la expresión de amor que representa, no te quedarán dudas de que tu valor para él es incalculable.

Cheril tenía la mirada perdida en la mesa, escuchando con atención, aunque todavía parecía un poco confundida.

—Creo que lo que necesitas es olvidarte de los chicos por un tiempo —concluí— y concentrarte en conocer lo mucho que Dios te ama y el valor que ha puesto en ti. Entonces aprenderías a amarte y verte como él lo hace, y luego ya no dejarías que nadie te tratara como un objeto. No volverías a rendirte ante ningún tonto que quisiera hacerte creer que conoce tu valor. Si lo haces así, sabrás esperar al chico indicado y reconocerlo cuando aparezca. Podrás ser feliz a su lado, sin privarlo de su libertad ni darle el control total de tus emociones.

—Pareces un vendedor por catálogo —comentó Cheril—, todo el tiempo intentando entrar a Jesús en la conversación.

Reí y me encogí de hombros mientras daba un bocado más de mi almuerzo.

—Pero lo intentaré —continuó—. No volveré con Andrew. En realidad, he estado pensando mucho en eso. Supongo que me hará bien mantenerme alejada de los chicos un tiempo y encontrarme a mí misma. Quizás hayas tenido razón sobre mí desde el principio, después de todo.

Escuchar esas palabras produjo en mí un regocijo que me hizo hinchar los pulmones de aire. Seguro que mis ojos también brillaron.

—¡Muy bien! —le dije—. También debes ir a una iglesia, aunque sea solo los domingos como oyente, sin presiones. Así escucharás la Palabra de Dios y te rodearás de personas que te impulsen a acercarte a él.

—No te entusiasmes demasiado —me detuvo, levantando una ceja—. Tampoco creas que me volveré una cristiana loca de falda a los tobillos y con Biblia bajo el brazo.

—No es lo que espero. Solo ve siendo tú. Pero intenta acercarte a Dios en serio y él te irá ayudando a saber qué debes ir cambiando. Es un proceso, pero, tan pronto como te convenzas de que estás en el camino correcto, necesitas tomar una decisión firme y ser radical en tus acciones. Debes decidir si dejarás que él entre y transforme tu vida o si solo vas a mirarlo por la ventana esperando que haga algo desde allí afuera. El podrá obrar tanto en tu vida como tú se lo permitas. ¿Lo entiendes?

Lo que dicta el corazón 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora