Epílogo

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Sara y yo íbamos de camino a su cafetería favorita. Era el día siguiente a la graduación y la había citado para ir allí a desayunar como celebración por haber terminado nuestros tortuosos e increíbles años de bachillerato. Mientras pasábamos por el parque, toqué la pulsera de nuestra promesa en mi mano. Había algo de lo que quería hablar con ella antes de llegar a aquella cafetería, pero, a pesar de que estaba tan convencido de que ella sabría tomarlo bien, no me atrevía a hablar. Cuando ya estábamos a poco de llegar, decidí dejar de pensar tanto y solo empezar. Era la única manera en la que podría hacerlo.

—Sara, ¿qué harías si yo...? —empecé.

Sara me miró esperando que terminara.

—Si resultara que nuestra promesa... —intenté continuar, pero seguía inseguro de lo que diría.

—Will, habla —ordenó Sara inquieta, perdiendo la paciencia.

Sara me recordaba con esa orden que no tenía que adornar tanto las cosas para hablar con ella. Era mi mejor amiga, había aprendido a saber entenderme y ser abierta conmigo en lo que fuera que pensara. Sentí vibrar el teléfono en mi bolsillo y lo miré encendiendo la pantalla, sin terminar de sacarlo. Era un mensaje de Cheril: «¿Cómo va? ¿Ya lo hiciste?», decía. Esa chica era tan mala para esperar.

—Sara, nuestra promesa era sobre esperar el uno por el otro, o avisarnos si decidíamos iniciar una relación con alguien más, ¿cierto? —continué sin mirarla—. Solo quería saber: ¿Cómo tomarías el que yo resultara enamorarme de alguien más y decidiera terminar con nuestra promesa?

Tal como esperaba, noté que a Sara le había impactado la pregunta, pero supo disimular bastante bien.

—Seguiría adelante —respondió—. ¿Qué más podría hacer? Yo he decidido continuar con esta promesa entendiendo que eres alguien que podría ser quien Dios tiene para mí, Will. Pero si resultara no ser así, aun así, sabría que Dios lo tiene en algún lugar, y que, fuera quien fuera, me amará como soy con todo su corazón.

Su respuesta me sorprendió un poco. Sabía que Sara había vuelto mucho más fuerte desde aquella conversación el primer día del campamento, pero aun así esperaba que le costara un poco más responder.

—¿Dices que no te afectaría? —pregunté.

—Claro que me afectaría —respondió—. Pero eres un humano, y sé que en cualquier momento me puedes fallar. No puedo depender de ti. Tú mismo lo dijiste en el campamento: esperar al chico adecuado es más una cuestión de fe en Dios.

La cuestión me había estado preocupando un poco. Me preguntaba si estaba lista para la conversación que planeaba tener con ella en la cafetería, pero al escuchar su respuesta me sentí mucho más tranquilo.

—¿Hace un momento dijiste: «Nuestra promesa era»? —preguntó Sara con un poco de suspicacia.

Realmente no me había percatado de que lo había dicho de esa manera. Quizás yo no había hablado así pensando en que terminaría con nuestra promesa ese día, sino solo porque la habíamos hecho en el pasado, aunque estaba vigente hasta ese día. Obviamente yo no era tan bueno como ella conjugando verbos. Sin embargo, su duda era una bastante razonable y la había puesto sobre la mesa sin titubeos.

Entramos en la cafetería y Sara se detuvo frente a una de las mesas.

—Will, ¿hay algo que quieras decirme? —preguntó Sara al ver que yo no respondía.

—Lo cierto es que sí, Sara —contesté y, al entender que se había detenido para ocupar aquella mesa, evité que se sentara—. Pero, ven, mejor nos sentamos atrás para hablar.

Caminé hacia el fondo y Sara me siguió. Aquella cafetería tenía un área privada en el pequeño patio que había. Crucé el umbral hacia aquel lugar. Era un espacio al aire libre adornado con macetas y plantas trepadoras que tenía solo una mesa, que se ocupaba con reservación. El desayuno estaba preparado en la mesa, había algunos pétalos de rosas sobre ella y otros más en el suelo, y un arreglo de globos de corazón junto a la mesa con la propuesta: ¿Quieres iniciar esta historia de amor?

Me detuve junto a la mesa y giré hacia Sara que venía detrás. Ella había disminuido el paso al verme entrar a aquel patiecito. Parecía confundida, como si se preguntara si estábamos irrumpiendo en algún sitio reservado para una propuesta de alguien más.

Al verla detenida en el umbral, me acerqué a ella, tomé su mano y la conduje hasta la mesa. Entonces levanté mis manos para alcanzar sus mejillas y deposité un beso en su frente.

—Sara, no sabes lo mucho que he estado anhelando ver llegar este día —le dije—. En todos estos meses mi amor por ti no ha parado de crecer y he estado conteniendo mucho el cariño que te tengo, esperando estar listos para hacer las cosas bien. Pero el tiempo ha pasado y he notado que eres diferente y yo también. Me enorgullece lo bien que has aprendido a hallar tu valor en Dios y a confiar más en él que en mí. Y en todos estos meses que he tenido que guardar mis sentimientos y elegirte cada día con la misma seguridad y la misma disposición de esperar lo que sea necesario, creo haber podido comprobar que lo que siento por ti es mucho más que solo una ilusión. —Tuve que esforzarme un poco más en que no se me quebrara la voz para continuar. Sentía que mis ojos se empezaban a llenar de lágrimas—. Quiero terminar esta promesa de un noviazgo para iniciar otra. Una de que, como tu novio, guardaré tu corazón y tu pureza, en una relación que tiene toda la intención de terminar en un matrimonio para toda la vida.

Sara no decía nada. El temor ya se había ido de su mirada, y una llena de ilusión y felicidad la había reemplazado, esperando que yo terminara para poder reaccionar. Yo recién caía en cuenta de que, una vez más, estaba hablando demasiado, así que decidí finalmente terminar para darle la oportunidad.

—Sara, si crees que ya estamos listos... —Tomé ambas manos suyas—. ¿Quieres ser mi novia?

El pecho de Sara se hinchó en un suspiro, se lanzó hacia mí en un abrazo y llenó de besos mi mejilla, y entonces era yo el sorprendido y apenado. No había visto nunca a Sara ser así, pero supongo que se debía a que había esperado tanto por ello y se hallaba tan feliz como yo.

—¡Sí, Will! ¡Sí quiero! —dio la obvia respuesta, y me abrazó con más fuerza.

Y me encantaría seguir hablando acerca de nuestro noviazgo, lleno de grandes emociones, de los retos que tuvimos que enfrentar, de las dudas y temores que llegaron a nosotros en el camino, de todo lo que tuvimos que aprender para mantener funcionando nuestra relación, y de si al final lo logramos con éxito hasta unir nuestras vidas ante el altar... Pero esa es historia para otro libro.

Ahora sí: Esta historia ha llegado a su fin. ✨

Lee mis agradecimientos y comentemos la historia en la siguiente parte. ❤️

Lo que dicta el corazón 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora