Apenas faltaban unos minutos para tocar el timbre que anunciaba el almuerzo. La maestra había terminado de impartir la clase y no teníamos más qué hacer esos últimos minutos. Sara, ocupando su asiento al frente, parecía estar terminando alguna tarea. Decidí aprovechar su distracción para acercarme a Cristofer.
—Hey, Will —dijo al verme—. ¿Qué tal?
—Todo bien, Cris. Oye solo quería entregarte algo —Entré la mano en mi bolsillo y saqué dos boletos para el espectáculo de patinaje—. Había quedado en dártelas.
—Oh... Y... ¿Estás seguro de que quieres hacerlo, bro? —respondió mientras las tomaba despacio, luciendo un poco inseguro.
Asentí con la cabeza, apretando los labios.
—Hoy no almorzaré con ella. Seguro que no se sentará con nadie más. Puedes acompañarla y encontrar una manera casual de invitarla.
Cristofer volvió a mirar las entradas y luego a mí, y respiró profundo.
—William, de verdad eres increíble. No sabes cuánto te agradezco.
Me dio la mano.
—No hay por qué.
Regresé a mi asiento. Entregar esas entradas se sentía un poco incómodo, pero a la vez me hacía sentir satisfecho de que había hecho lo que tenía que hacer por Sara. Poco después tocó la campana. Caminé hasta ella, que guardaba sus cuadernos.
—Sara, hoy tendrás que ir sin mí —le dije—. Iré a comer dentro de media hora.
—Cuando te dije hace un rato que moría de hambre, en realidad no lo decía en forma literal, ¿sabes? —respondió—. Si quieres te espero.
Apreté los labios en una sonrisa y negué con la cabeza.
—Sucede que comeré tarde para coincidir con cierta personita. Hay unas cuantas cosas que quiero dejarle en claro antes de tomar distancia.
—Ah, ya veo. Pues suerte con eso. La vas a necesitar... —decía con intención de separarse ya de mí.
—Antes de que te vayas —la detuve—, sobre la cena de navidad...
—Will, no me digas que no irás —dijo ladeando la cabeza.
—No, no. No es eso. Solo me preguntaba... ¿Tu tía te ha dicho algo sobre la gestión con la editorial?
—No me ha dicho nada.
—¿Y si lo hiciera?... Esta parece una ocasión justo como la que ha estado esperando.
—Todavía no lo decido —respondió mirando a otro lado.
—Tendrás que hacerlo en algún momento.
—¿Crees que debería rechazarlo? —Volvió a verme—. ¿Qué pasaría entonces? Si crees que estaría mal, ¿estaría mejor que siga el camino que mi madre quiere trazar haciéndome desempeñar papeles de prostituta en el teatro?
—No lo creo —opiné—. Pero, si algo puedes hacer, no creo que deba involucrar un espectáculo familiar para avergonzarla.
—No es lo que planeo —respondió apartando la mirada.
—Pero es lo que planea tu tía. Y yo no creo que quieras ser parte de eso.
—Veré qué puedo hacer —dijo tras un suspiro.
—De acuerdo. Confío en que harás lo mejor —Apreté un momento su brazo y le brindé una sonrisa.
Intentó devolverme la sonrisa, pero lució triste y un poco forzada. Dejó de mirarme tan pronto como pudo hacerlo, y se alejó hacia el patio.
Fui a la biblioteca y aproveché la primera mitad de la hora de almuerzo avanzando algunas tareas. Cuando llegó la hora en la que solía comer Cheril, me dirigí al comedor. No había muchas personas, como era lo normal a esas horas. Ubiqué a Cheril con la mirada desde la fila del almuerzo y me dirigí hacia ella tan pronto como la abandoné.
—¿Está ocupado? —le pregunté, refiriéndome al asiento frente a ella.
Ella alzó la mirada hacia mí. El verme allí no le había parecido muy grata sorpresa, al parecer. A pesar de eso, me brindó una sonrisa y negó con la cabeza.
—No está ocupado —dijo.
—Buen prove... —le decía mientras tomaba asiento, pero me detuve al notar que ella empujaba su bandeja hacia un lado para alejarse al otro extremo de la mesa.
La miré un momento cayendo en cuenta de que no sería de lo más fácil iniciar esa conversación, pero empujé mi bandeja en la misma dirección y me deslicé para volver a ubicarme frente a ella.
—¿Sabes? —le dije—. No decidí sentarme en esta mesa porque no hubiera otra libre. Solo me gustaría...
Ignorándome por completo, Cheril suspiró mientras se levantaba de su asiento. Tomó su bandeja y caminó hacia otra mesa. Decidí hacer un último intento. Me levanté también y me paré frente a ella una vez más con bandeja en mano.
—Si quieres echarme o cambiar de asiento una vez más, no voy a seguir insistiendo, pero de verdad me gustaría que escucharas un momento lo que quiero decir.
—A ver, ¿de qué rayos quieres hablar? —respondió soltando los cubiertos sobre su bandeja y mirándome a los ojos—. ¿Acaso necesitas dejar más en claro que no quieres tener qué ver conmigo de lo que lo hiciste la última vez? Porque no creo que sea necesario —dijo entrecerrando los ojos. Luego volvió a tomar sus cubiertos—. Te estoy haciendo el favor de ahorrarte la palabrería. Puedes largarte.
—Yo... no tenía la intención de ofenderte cuando me fui, solo estaba algo asustado.
—¿Y qué? ¿Ahora cambiaste de opinión? Will, no puedes andar por la vida dando a entender una cosa un día, al otro día otra y al siguiente actuar como que nada pasó.
—¿A qué te refieres? —pregunté tomando asiento—. ¿Qué te había estado dando a entender hasta ahora con lo que después no haya sido coherente?
—No, nada, galán. ¡Eres todo un santo! —decía sin mirarme, empezando a ocuparse de su almuerzo—. Todo ese teatro de «quiero ser su compañero», luego toda esa plática de que «estás herida, necesitas un caballero como yo», o esa otra de «eres muy valiosa para el imbécil de Andrew» ... Y ¿sabes? La estúpida soy yo. Te creí tanto que hasta sí decidí alejarme de Andrew y de todos, como decías, y al final te deshaces de mí de manera incluso más humillante que la de todos ellos al insinuar que soy indigna de ti y que nunca pretendiste nada.
—Yo solo creí que no merecías que nadie te tratara de la forma en la que lo hacían esos chicos —respondí—. Nadie lo merece. Jamás pretendí ofrecerte un romance conmigo, te ofrecía el amor de Jesús. ¿De verdad vas a negar que era de él de quien te hablaba todo el tiempo? E incluso si hubiera estado intentando enamorarte, habrías tenido que ignorarme. Sabes que los cristianos solo pueden mantener relaciones amorosas con otros cristianos. ¿No habría sido tonto que luego de hablarte tanto de Dios decidiera iniciar una relación contigo sin que compartieras mi fe? Si lo hubiera hecho, te estaría mostrando desde un principio que era tan mentiroso, farsante e infiel como los demás. No puedes esperar fidelidad de un cristiano que no le es fiel a Dios.
—¡Will, solo piérdete, ¿sí?! —me interrumpió—. Eres solo otro asno más. Y si era lo que querías, lo conseguiste: tampoco quiero tener nada que ver contigo.
No respondí. Permanecí mirándola un momento mientras ella comía. Creí percibir que le incomodaba ese silencio, supongo que esperaba que explotara airado y me fuera, pero, aunque estaba enojado, no lo estaba más de lo que me compadecía de su búsqueda fallida de amor.
Respiré profundo, intentando evitar responderle alterado.
—Pues, si en algún momento actué como si tuviera otras intenciones, lo lamento mucho. De verdad no era mi intención.
Me puse de pie y caminé hacia otra mesa que se encontraba desocupada. Me parecía muy triste que las cosas terminaran así. De verdad me habría gustado poder hacer algo por aquella chica, pero ¿qué había resultado como me habría gustado en los últimos días? No dejaré la pregunta en el aire, la respuesta es: Absolutamente nada.
¡Nos leemos en el siguiente capítulo!: «No más cisternas rotas».
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Lo que dicta el corazón 2
Teen FictionWilliam y Sara se ven forzados a cambiar de escuela. Cristofer, un joven cristiano entre sus nuevos compañeros, empieza a buscar ocasión para compartir con ellos. Es querido por todos y parece llevarse bien con Sara, pero por alguna razón que ni el...