Una carta al corazón

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Llegué a casa a las 9:15 p.m. Al entrar a mi habitación, me senté sobre la cama preguntándome qué estaba sucediendo. El chico que me gustaba, no solo resultó estar enamorado de mí, sino que también lo había rechazado en una incómoda noche que se suponía que tenía que ser un emocionante primer acercamiento. Mientras tanto, mi mejor amigo, por quien ni siquiera me había dado permiso de sentir nada desde que me dejó claro que no era su tipo, ahora resultaba estar enamorado de mí en secreto. ¡Sonaba como una locura! El primer día del campamento lloraba por la idea de que nadie jamás se fijaría en mí, y entonces, solo unos días después, no sabía qué hacer con mis líos amorosos.

Will estaba enamorado de mí; todavía no lo podía creer. Era una noticia tan repentina para mí. No pude evitar imaginar cómo se sentiría él justo en ese momento, pensando en que yo estaba teniendo una cita con el chico por el que había llorado en el campamento.

Tomé mi almohada y cubrí mi rostro para ahogar un grito de fastidio mientras me echaba de espaldas sobre la cama. Estando allí acostada, me alivió un poco el fastidio la idea de cómo habría sido aquella salida si William me hubiera acompañado en lugar de Cristofer. Lo cierto es que aun como amigo la pasaba mucho mejor con él todo el tiempo. Él sabía cómo mantenerme siempre riendo. Sabía cómo hacerme entrar en la conversación con los demás sin dejar de tener nuestro mundo en el que nadie más lograba entrar. Conocía muy bien mis gustos y sabía interpretar cómo me sentía o qué necesitaba todo el tiempo. Eso es a lo que yo llamaría química.

Mis ojos se abrieron ampliamente. Me reproché por esa idea. «¿No que me estaba empezando a gustar Cristofer? ¿Ahora estaba enamorada de Will? ¡Ayer ni me cruzaba por la cabeza!», pensé.

Volví a apretar la almohada sobre mi cara y rodé sobre la cama quejándome. ¡¿Por qué tenía que ser tan adolescente?!

No obstante, no lograba sacar aquello de mi mente. Seguro que aquella carta tenía toda la culpa, había sonado tan sincera... Aunque no la recordaba mucho. Estaba tan en shock cuando la escuché antes de salir, que casi no le pude prestar atención.

Alcancé mi teléfono sobre la cama y fui al chat donde había escuchado el mensaje y decidí reproducirlo una vez más.

«Te conocí hace ya casi un año y medio. Ahora sé que fuiste la respuesta divina a las muchas oraciones de un chico que sufría una dolora soledad, pero, cuando te vi por primera vez, te juro que me encontraba a años luz de imaginar que llegarías a ser alguien tan importante en mi vida como lo eres ahora. No te imaginas lo mucho que lamento el tener que aceptar que no supe reconocer que eras esa respuesta, y que no fui para nada el amigo que merecías. Mi corazón estaba dándome una de las batallas más intensas que peleé en toda mi vida. Fui inmaduro, no valoré tu hermosa amistad, te decepcioné, te reemplacé, te herí y te alejé. Pero tú nunca te fuiste. Aunque decidiste darme espacio por un tiempo, siempre estuviste ahí escuchándome, alentándome, aconsejándome, tolerándome, perdonándome, orando por mí. Me enseñaste lo que era la amistad y me brindaste la más sincera que he experimentado en toda mi vida. Le doy gracias a Dios por ti, Sara.

Con tu compañía aprendí qué no es el amor, y también me acerqué a entender lo que es realmente. He estado aprendiendo a esperar, he estado aprendiendo a no hacer caso a las voces tentadoras que no dejan de intentar seducirme a ir contra la voluntad del Señor. Y debo confesarte que, entre tantas voces y voces,... estoy escuchando una muy fuerte que me dice que me he enamorado de ti, mejor amiga...».

Cheril lo había interrumpido con un gritillo de emoción.

«Cheril, si quieres que termine, será mejor...», había intentado advertirle Will a su oyente en la grabación.

«Perdón, me emocioné. Continúa», se había disculpado Cheril.

«Okay...», había respondido él y carraspeó seguido para luego reanudar la lectura:

Lo que dicta el corazón 2Donde viven las historias. Descúbrelo ahora