24: ¡Te odio!

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—No puedo dormir.

Kageyama suspira.

—Me di cuenta.

La miro en el suelo acostada. Ella tiene sus ojos fijos sobre los míos, son brillantes. Son realmente hermosos.

—¿Estás nerviosa?

—¿Por qué? —Frunce su ceño.

—Por hablar con Kenma.

Kageyama niega.

—Solo nos vamos a juntar para tener un buen cierre romántico.

—Eso no responde mi pregunta.

Vuelve a suspirar.

—No estoy nerviosa.

Solo asiento y vuelvo a acostarme correctamente. No pasa mucho para que el colchón se hunda a mi lado: Kageyama se sentó.

Ella suspiró.

—Me dan miedo los gatos.

La miré confundida, apoyándome en mis codos.

—¿Qué dices?

—Tengo miedo de no tener el futuro que quiero.

—Se nota.

—Me gustan mucho las flores.

—¿Por qué me dices todo esto?

—Porque quiero que lo sepas —Responde llevando un mechón de su cabello hacia atrás—. Son cosas que nunca le dije a nadie.

—¿Ni siquiera a Kenma?

—Ni siquiera a ella.

Yo muerdo mi labio inferior y asiento, sintiendo un nudo en mi estómago.

—Qué bien...

—¿Por qué dudas tanto?

—¿Qué?

—¿Cómo puedo hacerte entender que Kenma ya no me importa?

Yo desvío mi mirada.

—Hinata, me gu-

—¡No me lo digas!

—¡Pero quiero hacerlo!

Yo la miro. Ella vuelve a abrir la boca y me niego. No quiero escucharla.

Me estiro para tapar su boca con mis manos, pero ella es rápida para sacarlas y besarme bruscamente. Esto probablemente hará que se me hinche el labio por el golpe, pero correspondo de todos modos y me relajo, deslizando mis manos hasta llegar al colchón y entrelazarlas con la idiota de Kageyama.

Me dan ganas de matarla. Odio la situación, ¿por qué soy tan insegura y por qué ella estuvo con Kenma? Si nunca hubiese estado de novia, quizá todo sería mejor. Quizás no estaría tan molesta cada vez que la beso.

Poco a poco comienza a empujarme hacia atrás y cuando quiero darme cuenta, ella está encima mío. Toma mi cintura y la levanta, arqueando mi espalda y besándome desesperada. Mi cuerpo tiembla bajo su toque y siento que me voy a desmayar.

Sube su mano hasta alejar mi cabello, haciéndome jadear inconscientemente por el simple toque. Me siento extraña cuando sus labios llegan hasta mi cuello y quiero gritar cuando siento besos suaves en toda mi piel, tanto que susurro su apellido y ella tapa mi boca cuando mi voz va alzándose cada vez más. Puedo sentir una succión corta y luego otra, erizando mi piel y haciéndome temblar bajo suyo.

Kageyama, luego de eso, aleja su rostro y me mira.

—Te odio —Suelto sin pensarlo.

—¿Por qué?

—No puedes... —Limpié mis labios, desviando mi mirada—. Te odio, Kageyama. En serio —Apreté sus hombros, realmente avergonzada.

—¿Qué hice?

Kageyama luce confundida.

Chasqueé la lengua.

—¡Gustarme!

—¿Así que yo no puedo decirte que me gustas pero tú sí? —Frunce su ceño cayendo a mi lado.

Yo la miro y asiento.

—Ahora yo te odio a ti.

—¡No me odies! —Me quejé, levantándome un poco para verla mejor—. ¡No me puedes odiar!

—¿Quién dice que no?

—¡Yo!

—Entonces déjame decirte que me gustas —Sonríe.

Y su sonrisa es tan bonita cuando me mira que me dan ganas de matarla. Puede que Kageyama no sepa sonreír cuando está con otras personas, pero luce tan hermosa cuando me las dedica a mí.

Tomé su rostro y me agaché, besándola otra vez. Ella jadeos sobre mis labios y correspondió tranquilizándose.

Pero ella es quién manda y lo deja en claro cuando baja sus manos a su cintura y me levanta como si nada, sentándome en su regazo. Yo la miro sonrojada.

—Esto...

—¿Qué? —Alza una ceja.

Aprieto mis labios y niego, acercándome a ella y besándola otra vez. Kageyama toma mis caderas, apretándolas suavemente mientras corresponde. Sinceramente, me siento en el cielo.

Cuando nos volvemos a separar es porque ella rompe el beso y yo me quejo, robándole una risa baja.

—¿Solo me vas a besar toda la noche o qué?

Suena tan desvergonzada que me hace querer llorar. Mordí mi labio inferior y bajé la mirada.

—Puedes hacer lo que quieras conmigo, Hinata.

—¿En serio te gusto tanto?

Susurré insegura.

—Sí, muchísimo.

Mordí mi labio inferior, sintiendo mi corazón acelerarse más de lo normal y asentí, bajando otra vez para dejar muchos besos en su rostro. Kageyama sonrió y acarició mi espalda.

Cuando llegué a su cuello, respiré antes de dejar besos. Escuché su risa y baje a sus clavículas.

—Kageyama.

Pero esto no se siente bien.

—¿Qué?

—No me dejes —Tomé su rostro angustiada—. Sé que no somos nada y no sé si llegaremos a serlo, pero no me dejes.

Pretty Setter | Kagehina FEM Donde viven las historias. Descúbrelo ahora