El comienzo de todo

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«Me está viendo.»

Charlie se agachó a cuatro patas. Estaba detrás de una hilera de juegos recreativos, encajonada en el hueco entre las consolas y la pared, sobre el amasijo de cables y enchufes inservibles que tenía bajo los pies. Se sentía acorralada; la única salida era pasar junto a esa cosa, y no era lo bastante rápida para lograrlo. La veía acechar de un lado a otro buscando algo que se moviera entre las máquinas. Apenas tenía sitio para desplazarse, pero trató de gatear hacia detrás. Un pie se le enganchó en un cable, así que se detuvo y se retorció para soltarse.

Oyó el ruido de metal contra metal, y la máquina más lejana cayó hacia la pared. La cosa la golpeó de nuevo y rompió la pantalla, para después atacar la siguiente; chocaba contra ellas casi rítmicamente y se abría paso hacia Charlie, cada vez más cerca.

«¡Tengo que salir de aquí!» Aquel pensamiento desesperado no ayudaba; no tenía escapatoria. Le dolía el brazo y tenía ganas de llorar. La sangre empapaba el vendaje hecho jirones y tenía la sensación de que estaba vaciándose.

La máquina que tenía a apenas un par de metros chocó contra la pared y Charlie se estremeció. Se estaba acercando, oía más fuerte que nunca los engranajes y los clics del mecanismo. Con los ojos cerrados seguía viendo cómo la miraba, su pelo apelmazado y el metal expuesto bajo la piel artificial.

De pronto, la cosa tiró de la máquina que tenía delante, que se desplomó como si fuera un juguete. Los cables que tenía bajo las manos y las rodillas desaparecieron de un tirón. Charlie casi se cayó de bruces. Recuperó el equilibrio y miró hacia arriba justo a tiempo para ver un gancho que se cernía sobre ella...

***

BIENVENIDOS A HURRICANE, UTAH

Charlie dedicó una sonrisa irónica al cartel y siguió conduciendo. El mundo parecía el mismo a un lado y a otro del letrero, pero sintió un nerviosismo de anticipación al pasar junto a él. No reconocía nada, aunque tampoco lo esperaba, sobre todo estando en las afueras, donde todo eran autopistas y espacios vacíos.

Se preguntó qué aspecto tendrían los demás, cómo serían ahora. Hacía diez años eran sus mejores amigos, pero entonces pasó aquello y todo acabó, al menos para Charlie. No había visto a ninguno de ellos desde que tenía siete años. De niños habían intercambiado cartas sin cesar, especialmente con Marla, que escribía tal como hablaba: de forma rápida e inconexa. Pero a medida que crecieron se habían ido distanciando, las cartas habían ido espaciándose en el tiempo y las conversaciones que habían precedido a aquel viaje habían sido superficiales y llenas de pausas incómodas. Charlie repetía sus nombres como para asegurarse de que aún los recordaba: «Marla. Jessica. Lamar. Carlton. John. Y Michael...». En realidad, Michael era el motivo del viaje. Habían pasado diez años desde su muerte, diez años desde que sucedió aquello, y ahora sus padres querían reunirlos a todos para la ceremonia de aniversario. Querían que todos sus viejos amigos estuvieran presentes cuando anunciaran la beca que habían creado en su nombre. Charlie sabía que era lo correcto, pero aun así le parecía algo macabro. Sintió un escalofrío y bajó el aire acondicionado, a pesar de que sabía que no era por el frío.

A medida que se acercaba al centro de la ciudad, comenzó a reconocer cosas: varias tiendas y el cine, que ahora anunciaba el taquillazo del verano. Se sorprendió momentáneamente, y después se sonrió. «¿Qué esperabas, que todo siguiera como antes? ¿Un monumento a tu marcha, congelado para siempre en julio de 1985?» Lo cierto es que eso era exactamente lo que esperaba. Miró el reloj, aún faltaban varias horas para la cita. Pensó en ir a ver la película, pero sabía lo que quería hacer en realidad. Giró hacia la izquierda en dirección a la salida de la ciudad.

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