Una historia dejada en el olvido

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—¡Charlie!

  Alguien llamaba a la puerta con la fuerza suficiente para sacudir las viejas bisagras. Charlie se incorporó lentamente con los ojos aún medio cerrados, pero esta vez por lo menos sabía dónde estaba. Había dejado la ventana abierta y el aire que entraba olía fresco y pesado: era el aroma húmedo y cargado de la lluvia que se acercaba. Se levantó y miró por la ventana con una profunda inhalación. A diferencia de la mayor parte del mundo, esa arboleda tenía casi el mismo aspecto por la mañana que en la oscuridad. Charlie y John habían vuelto a la cama poco después de terminar de hablar. John la había mirado con cara de querer decir algo más, pero ella había fingido no darse cuenta. Le estaba agradecida por estar a su lado y por darle lo que necesitaba sin tener que pedirlo, porque jamás lo habría hecho.

—¡Charlie!

Se reanudaron los golpes, así que se rindió.

—Estoy despierta, Marla —respondió en voz alta.

—¡Charlie! —Jason se había unido a la fiesta de golpes y sacudidas.

Charlie gruñó y fue a abrir.

—He dicho que estoy despierta —dijo, fulminándolos en broma con la mirada.

—¡Charlie! —gritó otra vez Jason, y esta vez Marla lo hizo callar. Sonrió a Charlie, esta se echó a reír y sacudió la cabeza.

—Creedme, estoy despierta —dijo.

Marla ya estaba vestida, con el pelo todavía un poco húmedo de la ducha y la mirada despierta y alerta.

—¿Siempre estáis así? —le preguntó Charlie fingiendo a medias el mal humor.

—¿Cómo?

—Tan animados a las seis de la mañana —contestó, y miró con los ojos en blanco a Jason, que la imitó contento de que lo incluyeran en la conversación.

Marla sonrió radiante.

—¡Son las ocho! Venga, que el desayuno está en marcha.

—Y el café, ¿también está en marcha?

Charlie siguió a Marla y a Jason escaleras abajo hacia la cocina, donde Lamar y John ya estaban sentados a una mesa alta de madera de aspecto moderno. El padre de Carlton estaba a los fogones preparando tortitas.

—Huele a lluvia —dijo Charlie.

Lamar asintió.

—Viene tormenta. Lo han dicho en las noticias, nos lo ha contado él —dijo el chico, y señaló con el pulgar a Clay.

—¡Y es de las grandes! —exclamó este a modo de respuesta.

—Se suponía que nos íbamos hoy —dijo Jason.

—Ya veremos —contestó Marla.

—¡Charlie! —la llamó Clay sin apartar los ojos de la sartén—. ¿Una, dos o tres?

—Dos, gracias. ¿Hay café?

—Sírvete, hay tazas en el armario —dijo Clay señalando la cafetera llena en la encimera.

Charlie se sirvió y rechazó con un gesto la oferta de leche, nata, azúcar o edulcorante.

—Gracias —dijo en voz baja mientras se sentaba junto a Lamar y cruzaba una breve mirada con John—. ¿Ha llegado Carlton?

Lamar negó con una sacudida de la cabeza.

—Aún no ha aparecido —dijo Clay—. Seguramente todavía no se haya despertado, allá donde esté.

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