Los ojos de plata

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Charlie y John fueron los últimos en llegar al centro comercial. Cuando pararon, los demás formaban un pequeño círculo de aspecto conspirativo delante del coche de Marla.

—Venga —dijo Marla antes de que hubieran alcanzado el grupo. Botaba sobre los dedos de los pies como si estuviera lista para correr hacia la puerta del edificio abandonado.

Todos salvo Charlie y John se habían cambiado de ropa: ahora llevaban vaqueros y camisetas, más apropiados para explorar, y ella tuvo la breve impresión de estar fuera de lugar.

«Por lo menos no me he puesto un vestido», pensó.

—Vamos —dijo.

La impaciencia de Marla parecía contagiosa, o simplemente le daba a Charlie una excusa para dejar aflorar sus auténticos sentimientos. Quería presumir de Freddy's ante los demás.

—Un momento —dijo John. Miró a Jessica—. ¿Se lo has explicado todo?

—Les he hablado del guarda nocturno. ¿Qué más tenía que decirles?

El chico pareció pensarlo un instante.

—Supongo que nada más.

—He traído más luz —dijo Carlton sujetando tres linternas de distintos tamaños.

Le lanzó a Jason una linterna pequeña atada a una cinta elástica. Jason la encendió, se la puso en la cabeza y empezó a moverla en círculos con entusiasmo para que la luz bailara.

—Shhh —dijo Charlie, a pesar de que no estaba haciendo ruido.

—Jason, apágala —susurró Marla—. No debemos llamar la atención, ¿recuerdas?

Jason las ignoró con alegría y siguió girando por el aparcamiento como una peonza.

—Le he dicho que si no se porta bien tendrá que esperar en el coche —le dijo Marla a Charlie en voz baja—. Pero ahora que estamos aquí, no estoy segura de qué sitio da más miedo.

Dirigió la mirada hacia las ramas desnudas que se zarandeaban al viento amenazando con extenderse hasta ellos y atraparlos.

—O podemos dejar que Foxy se lo coma. —Charlie le guiñó un ojo.

Fue a su maletero y sacó la linterna policial, pero no la encendió. Carlton activó dos de las más pequeñas y le dio una a Jessica. Fueron hacia el centro comercial. Ahora que sabían adónde iban y qué les esperaba allí, Charlie, John, Jessica y Carlton se movían por los espacios vacíos con determinación, pero los demás se detenían constantemente para mirar a su alrededor.

—Venga —dijo Jessica impaciente cuando Lamar se paró a contemplar la cúpula del atrio.

—Se puede ver la luna —dijo señalando.

Marla asintió junto a él, en la misma postura.

—Es precioso —dijo, a pesar de que no la veía en ese momento.

Oyeron el eco de pasos en la distancia.

—¡Eh, eh, por aquí! —siseó John, y se movieron lo más silenciosamente que pudieron.

No querían correr por miedo a hacer ruido, así que caminaron con rapidez pero con cautela y apretándose contra las paredes. Entraron en el agujero oscuro de la tienda y se arrastraron por la pared hasta llegar a la grieta. John sujetó el plástico que tapaba la entrada mientras los demás se deslizaban por entre los andamios. Jason iba lento, así que Charlie le puso una mano en el hombro para meterle prisa. Mientras lo dirigía hacia la entrada, un intenso haz de luz barrió la sala y repasó las paredes de arriba abajo. Se metieron por la abertura del plástico y corrieron por el pasillo hasta donde los demás estaban agachados contra la pared.

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