La ruta homicida

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Cuando regresaron a la universidad, Charlie fue a la residencia.

—!Eh! ¡Más despacio!

A John le costaba seguirle el ritmo.

—¿Tienes el disco?

—Claro —dijo John dándose unos golpecitos en el bolsillo.

—Sé que he visto algo así antes —dijo ella—. Déjame que te lo enseñe.

Miró al chico y le dejó pasar a la habitación que compartía con Jessica, pero él seguía impasible. Ya había visto el desorden, pero no miró hacia el escritorio de Charlie y a las caras tapadas.

—Puedes quitar las cosas de la silla —dijo Charlie, y desplazó una pila de libros que estaba en medio.

La chica se metió debajo de la cama y salió unos segundos después con una caja grande de cartón. John estaba de pie junto a la silla, perplejo.

—Te he dicho que puedes quitar las cosas de ahí —insistió Charlie.

John se rio.

—¿Y dónde las pongo?

—Es verdad.

Además de la pila de libros del asiento, del respaldo colgaban un montón de camisetas. Charlie las cogió y las tiró a un lado. Se sentó en la cama y puso la caja delante con las piernas cruzadas para que John también pudiera mirar lo que había dentro.

—¿Qué es todo esto?

El chico se inclinó despacio sobre la caja mientras Charlie revolvía su contenido, sacando piezas de una en una y poniéndolas en fila en la cama.

—Cosas de casa de mi padre: piezas eléctricas y mecánicas, de los animatrónicos, de su trabajo. —Charlie miró a John, nerviosa—. Ya sé que dije que solo volví a buscar a Theodore. Eso es lo que hice. Pero puede que cogiera unos cuantos cachivaches al salir. Quería aprender, y estas clases... John, ya sabes que mi padre trabajaba con tecnología muy antigua. Ahora resulta prácticamente ridícula. Pero se la inventaba sobre la marcha; se le ocurrieron cosas que siguen siendo únicas, que nadie ha pensado todavía. Lo quería todo. Quería comprenderlo. Así que volví a llevarme todo lo que pude.

—Vaya, que saqueaste la casa, ya lo pillo.

John se rio, cogió la pata cortada de Theodore y la miró unos segundos.

—¿Hasta tu peluche preferido? ¿No crees que es un poco... cruel?

—¿Sí?

Ella sacó una pieza de la caja, una articulación metálica y la sopesó en las manos.

—Desmonté a Theodore porque quería entenderlo, John. ¿No es ese el mayor gesto de cariño que hay?

—Tal vez debiera volver a plantearme lo de que salgamos juntos —replicó John poniendo los ojos como platos.

—Era importante para mí porque me lo hizo mi padre, no porque pareciera un conejito.

Puso la articulación en la cama, a su lado. Volvió a centrarse en la caja y fue sacando las piezas de una en una y poniéndolas en fila. Estaba convencida de que reconocería lo que necesitaba en cuanto lo viera.

Charlie miró los circuitos y los cables, las articulaciones metálicas y las carcasas de plástico; examinó todas las piezas cuidadosamente. Algo la llamaría a gritos, como había hecho la bestia animatrónica, con esa sensación tan cruda de que algo iba mal. Pero después de un rato, le empezó a doler el cuello de tanto rebuscar en la caja y se le empezó a nublar la vista. Soltó el tubo de metal que tenía en la mano y lo tiró a la pila que había ido amontonando encima de la cama. Al oír el sonido metálico, John miró hacia arriba.

Trilogia de libros de five nights at freddy'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora