El final de todo

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Estaba amaneciendo cuando salieron al exterior.

Clay rodeó a Carlton con el brazo y por una vez el chico no lo apartó con una broma. Charlie asintió ausente y parpadeó cegada por la luz.

—Carlton y yo vamos a urgencias —dijo Clay—. ¿Alguien más necesita un médico?

—Yo estoy bien —contestó Charlie sin pensarlo.

—Jason, ¿necesitas ir al hospital? —preguntó Marla.

—No —respondió él.

—A ver esa pierna —insistió su hermana.

El grupo se detuvo mientras Jason le enseñaba la herida a Clay. Charlie sintió una oleada de alivio. Ahora había un adulto responsable. Un momento después, Clay levantó la mirada hacia Jason con gesto serio.

—No creo que haya que amputar, todavía no.

Jason sonrió y Clay se volvió hacia Marla.

—Yo me ocuparé de él. Puede que le deje cicatriz, pero le hará parecer más duro.

La chica asintió y le guiñó el ojo a Jason, que se echó a reír.

—Tengo que cambiarme de ropa —dijo Charlie. Parecía una tontería en ese momento, pero tenía la camiseta y el pantalón empapados de sangre en algunas zonas, y secos y rígidos en otras. Empezaba a picarle.

—Estás hecha un desastre —señaló Carlton—. ¿Le pondrán una multa si la pillan conduciendo así?

—Charlie, ¿estás segura de que no necesitas ir al médico? —dijo Marla, preocupada por su amiga ahora que su hermano estaba a salvo.

—Estoy bien —repitió Charlie—. Solo necesito cambiarme. Pararemos en el motel.

Cuando llegaron a los coches, se dividieron en los grupos habituales: Marla, Jason y Lamar en el coche de la primera, y John, Jessica y Charlie en el de esta última. Charlie abrió la puerta del conductor y se detuvo para mirar el edificio. No fue la única; por el rabillo del ojo vio que todos los demás hacían lo mismo. El centro comercial se alzaba oscuro, largo y chato contra el cielo teñido de rosa, como una criatura tosca adormilada. Todos se dieron la vuelta y entraron en los coches sin hablar. Charlie siguió mirándolo mientras arrancaba el coche y esperó hasta el último momento para darle la espalda. Salió del aparcamiento y se marchó de allí.

Los coches se separaron en la carretera. Clay y Carlton giraron en otra dirección al salir del aparcamiento y se dirigieron al hospital. Charlie se desvió hacia el motel, mientras que Marla continuó hacia la casa de los Burke.

—¡Me pido ducharme primero! —exclamó Jessica al salir del coche, pero al ver la cara de Charlie, lo reconsideró—: Bueno, venga: ve tú primero.

Charlie asintió. Una vez en la habitación, cogió su bolsa y pasó con ella al baño. John y Jessica la esperaron fuera. Cerró el pestillo tras ella y se desvistió sin mirar los cortes del brazo y la pierna a propósito. No necesitaba ver lo que había, solo limpiarlo y vendarlo. Se metió en la ducha y aulló en voz baja cuando el agua se le metió en las heridas abiertas, pero apretó los dientes y se limpió, lavándose el pelo una y otra vez hasta que no quedó nada de suciedad.

Salió y se secó con la toalla, se sentó en el borde de la bañera, apoyó la cara en las manos y cerró los ojos. No estaba preparada para salir ni para enfrentarse a las consecuencias, ni para hablar siquiera de lo que había pasado. Quería salir de ese cuarto de baño y no volver a oír jamás nada de lo que había sucedido. Se frotó las sienes. No le dolía la cabeza, pero sentía una presión dentro, algo que aún no había aflorado.

Trilogia de libros de five nights at freddy'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora