Recuerdos

7 1 0
                                    

Pum. Pum. Pum.

   Charlie se despertó sobresaltada y desorientada. Algo golpeaba la puerta intentando entrar.

—Por el amor de Dios —dijo Jessica de mal humor.

Charlie parpadeó y se incorporó.

«Claro.» El motel. Hurricane. Alguien llamaba a la puerta. Mientras Jessica iba a abrir, Charlie se levantó de la cama y miró el reloj. Eran las diez de la mañana. Miró por la ventana hacia la luz del nuevo día. Había dormido peor de lo habitual, sin pesadillas pero con sueños oscuros que no recordaba del todo, cosas que se le habían quedado en el subconsciente, imágenes que no conseguía recuperar.

—¡Charliiiiie! —chilló alguien.

Se acercó a la puerta y se vio inmediatamente envuelta en los brazos rollizos de Marla, que la sujetaban como una pinza. Charlie le devolvió el abrazo con más fuerza de la que pretendía. Cuando Marla la soltó, dio un paso atrás con una sonrisa. Siempre había tenido un carácter intenso y contagioso, y su humor se extendía a cualquiera que tuviera contacto con ella. Cuando estaba triste, el sol se escondía tras su nubarrón y un velo gris caía sobre todos sus amigos. Cuando estaba contenta, como ahora, era inevitable que levantara el ánimo a los demás. Siempre estaba emocionada, siempre estaba algo dispersa, siempre daba la impresión de estar llegando tarde, a pesar de que casi nunca se retrasaba. Llevaba una blusa amplia granate que le quedaba bien porque realzaba el tono pálido de su piel y su pelo castaño oscuro.

Charlie había mantenido más contacto con Marla que con los demás, ya que era el tipo de persona con el que resultaba fácil conservar la amistad, incluso a distancia. Ya de niña siempre enviaba cartas y postales, sin importarle que Charlie no respondiera a todas ellas. Era firmemente positiva y daba por sentado que caía bien a todo el mundo a no ser que alguien afirmara lo contrario con las palabrotas correspondientes. Charlie admiraba esa cualidad; a pesar de no ser tímida, ella siempre se preguntaba: «¿Le caigo bien a esa persona? ¿O solo está siendo educada? ¿Cómo nota la gente la diferencia?». Marla había ido a visitarla una vez cuando tenían doce años. Encandiló a la tía de Charlie y enseguida se hizo amiga de sus compañeros del colegio, aunque dejando muy claro que era amiga de Charlie y que solo estaba allí para verla a ella.

La sonrisa gigante de Marla se esfumó cuando examinó a Charlie; la escudriñó con la mirada como intentando encontrar las diferencias desde la última vez que se habían visto.

—Estás tan pálida como siempre. —Tomó las manos de su amiga entre las suyas—. Y sudorosa. ¿Es que nunca entras en calor?

Dejó caer las manos de Charlie y procedió a analizar escéptica la habitación del motel, como si no estuviera segura de qué era.

—Es la suite de lujo —comentó Jessica mientras buscaba algo en la maleta. El pelo le apuntaba en todas direcciones. Charlie se aguantó la risa. Era agradable ver a Jessica desaliñada por una vez. Encontró el cepillo del pelo y lo levantó triunfal—. ¡Ja! ¡Toma esa, pelo encrespado!

—Entra —dijo Charlie al darse cuenta de que Marla y ella seguían en el umbral y que la puerta estaba abierta de par en par.

—Un segundo. —gritó por la puerta. No apareció nadie—.

Un muchacho llegó brincando desde la carretera. Era bajito y delgado, de piel más oscura que la de su media hermana. La camiseta de Batman y los pantalones cortos negros que llevaba eran del doble de su talla. Tenía el pelo corto y los brazos y las piernas manchados de tierra.

—¿Estabas jugando en la carretera? —le preguntó Marla.

—No...

—Sí, así es. No lo hagas. Si te matas, mamá me echará la culpa a mí. Entro. —Marla empujó a su hermano pequeño dentro y sacudió la cabeza.

Trilogia de libros de five nights at freddy'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora