Capítulo 11

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Estuve hablando hace unos días con mi excompañero Enrique, me comentó en un mensaje que me había visto en una parada de metro. Le respondí y tuvimos una conversación sobre los viejos tiempos y que estábamos haciendo ahora cada uno. Resultó que al final es piloto y ahora se encuentra en la ciudad por un par de semanas entonces me invito a cenar. No me negué, esta vez necesito distracción y esta salida está perfecta para eso.

También me inscribí en clases de inglés en un lugar cerca del trabajo son dos veces por semanas y le comenté a David. Él andaba buscando algún lugar, le tincó la idea y al final iremos juntos lo cual me pone muy contenta, la ansiedad que me da ir a lugares nuevos sola me paraliza.

—¿Entonces irán solo a comer? —me mira sorprendida Matilde.

—Sí, solo será una cena.

—Espero que lo disfrutes, hablo de la cena por supuesto —dice con picardía.

Matilde se quedó conmigo toda la tarde para ayudarme a elegir que ponerme para la noche. Iríamos a cenar y bailar, me lo comentó hace poco cuando le pregunté a la hora que vendría a recogerme, por eso mismo debo ir con algo cómodo. Desde la última vez que vi a César me di cuenta de la poca experiencia que tengo sobre estos temas amorosos. Me hice una promesa a mí misma de salir más y aceptar las invitaciones, hasta el momento lo estoy cumpliendo.

Me terminé poniendo una falda de cuero negra con un body de encaje del mismo color, más una blusa blanca encima. Matilde insistió con los tacones y claramente yo no soy buena usándolos, entonces elegí ir con bototos me siento mucho más cómoda para caminar y bailar, aunque en lo último soy pésima.

Pasó a recogerme en su auto deportivo, que quien lo vea desde fuera sabe de inmediato que participa en carreras por el ruido que hace y también por la forma en que lo maneja. El sitio al que vamos está un poco alejado de manera que nos demoramos en llegar.

—¿Te gusta? —pregunta corriéndome la silla para sentarme.

—Sí, todo se ve muy tranquilo —observó a mi alrededor.

—Me gustan los lugares con poca gente para cenar, aparte me comentaste que te gustaba mucho la pizza y aquí hacen las mejores.

No sé por qué razón me gusta que lo recuerde, me pone contenta.

— Gracias —le sonrió.

— Ahora cuéntame de ti ¿estás estudiando o trabajando? —me pregunta interesado en saberlo.

—Nada interesante...bueno estoy trabajando y ahora comenzaré con inglés como te conté el otro día, tengo ganas de viajar entonces me vendrán bien unas clases.

— ¿Tienes claro ya el lugar donde te irás? —apoya sus codos en la mesa mostrando interés en la conversación.

— Aún estoy viendo, igual todo dependerá de que tanto dinero junte y de lo que quiera estudiar.

— ¿Cómo si de pequeña querías ser profesora, ahora ya no?

— Uno dice muchas cosas en la infancia, cuando creces es otra la realidad... ¿si no lo logro?

— Todo el que te conoce sabe y te ve como profesora Lurdes créeme.

— ¿Tú crees? —juego con mis manos nerviosa.

— Por supuesto una muy buena profesora Lurdes —veo como se moja los labios.

— Gracias, estoy sorprendida sabes, el Enrique de antes me hubiera comentado algún chiste en vez de un consejo.

— Aún lo hago solamente que cuando uno va y lucha por sus sueños la recompensa es satisfactoria y el equivocarse también es parte del plan.

— ¿También te equivocaste?

—Tenemos dieciocho años, recién estamos viviendo bajo nuestras decisiones personales, somos jóvenes Lurdes me equivoco a cada rato y en ello no hay nada de malo, al contrario, se aprende.

—Sabes...tienes toda la razón, debería intentarlo al final siempre ha sido mi sueño enseñar.

—Me gusta esa Lurdes, debes comenzar a lazarte y no pensar tanto — con su dedo toca mi cabeza riendo.

— Si tú lo dices.

— ¿Novio?

— ¿Qué?

—¿Tienes novio?

—No —le quito la mirada.

— ¿Tema delicado?

— ¿Para nada... y tu novia?

—Solo viviendo la vida, tú sabes —me guiña el ojo.

Reímos.

Luego de haber cenado una pizza riquísima lo cual se lo agradecí por mil por haberme puesto atención a lo que me gustaba y haberme traído hasta aquí. Vamos de camino a un bar muy conocido en el cual se encuentran sus amigos, lo llamaron con insistencia para que fuera.

— Sigues siendo esa pequeña niña tímida Lurdes —saca una mano del volante para tomar la mía.

— Y tú ahora estás lleno de tatuajes —suelto su mano para tocar su brazo suavemente, lo escucho suspirar.

Tu mirada dentro de míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora