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Se miró una vez más en el espejo, estaba emocionado porque hoy finalmente iría con Luzu, finalmente volvería a estar frente a frente con el chico que alguna vez fue su prometido.
Esperaba decirle que había guardado su anillo de compromiso con tanto recelo y cuidado, aún se mantenía reluciente como el día que le fue entregado.
Esperaba decirle que aún lo amaba, esperaba disculparse y que su chico lo recibiera con los brazos abiertos.
Esperaba con emoción volver a sentir los labios de Borja junto a los suyos, respirar su fragancia y poder estar entre sus brazos una vez más pero esta vez, para siempre.
Arregló su cabello y se colocó su gorro que iba muy bien con su traje, una camisa blanca muy bien plancha, una corbata roja, un pantalón negro, un saco negro y unos relucientes zapatos.
Quackity se veía muy bien... Como siempre.
–Cuando me veas, vas a querer hasta cogerme, Luzu –se mordió el labio inferior por la emoción que sentía en esos momentos.
Una notificación proveniente de su teléfono lo sacó de sus pensamientos, tomó entre sus manos aquel aparato y sonrió al ver que su taxi había llegado, tomó una carpeta con todos las recomendaciones sobre su trabajo y con todos los datos necesarios para asistir a una entrevista de trabajo, pues después de ver a Luzu, tenía planeado asistir al mejor bufet de abogados de Barcelona.
Tomó su maletín y salió de su habitación, le dio un último trago a su vaso de jugo para luego disponerse a salir de su departamento, adentrarse al elevador, tolerar la música de espera con el que contaba aquel ascensor hasta que finalmente las puertas se abrieron. Poco después, salió del edificio.
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Miraba el edificio con admiración, de verdad, no esperaba menos de su chico, soltó un suspiro y se adentró en aquel edificio, el recibidor era muy amplio, los pasos de cualquiera resonoban por el lugar, la decoración tanto como los colores que tenían las paredes, le habían fascinado al mexicano.
–¿Puedo ayudarlo en algo? –preguntó una señorita de cabello corto.
–Vengo a ver a... ¿Al señor Borja? –La chica arqueó una ceja– ¿Al dueño de esta constructora? –preguntó intentando disimular sus nervios.
