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En aquel departamento había demasiado silencio, tanto que comenzaba a fastidiar a Alex, en especial, porqué el quería respuestas y ese chico de cabello blanco teñido no había dicho ni una palabra además de: ¿gustas café?.
–¡Habla ya, cabron! –dijo un tanto exasperado.
El de ojos verdes soltó un suspiro y dejó la taza de café sobre la mesita qué se encontraba en el centro de la sala.
–No sé que quieres que diga... –dijo en un tono calmado.
–Entiendo que Luzu siga molesto por lo que pasó hace tres años, me merezco todo su rencor y su desprecio... –dijo serio mientras ignoraba el nudo qué se formaba en su garganta– Pero... ¿Por qué a ti te habla como si no hubiera pasado nada? ¿Por qué a ti te mira como si no fueras un desconocido? ¡Te metiste con su prometido! ¡Tú también te mereces el mismo trato qué yo! –reclamó enfadado y adolorido.
El comportamiento qué Borja había tenido esa mañana con él, le había dolido más de lo que le habría dolido sus reclamos y desprecio... Sin embargo, Luzu actuaba como si no lo conociera.
Como si nunca hubiera sido parte de su vida.
Como si Quackity fuera un completo desconocido qué acaba de entrar a su vida.
–Besó a ese pinche terapeuta enfrente de mí solo para molestarme –sentía sus ojos picar, las lágrimas cada vez más se estaban acumulando, esperando el momento propicio para soltarse.
Recordó los labios del chico que una vez fue su prometido, pegados a los labios de aquel sujeto qué conoció el día anterior... Se sentía tan tonto.
Tan ingenuo...
¡Charlie se lo dijo!
¿Y si Luzu ya tiene a alguien más?
Ahora conoces la respuesta...
Y lo peor... Es que no te importa, eres un verdadero egoísta.
Una lagrima resbaló por su mejilla derecha mientras una sonrisa arrogante se formaba con sus labios.
–Solo está con él para olvidarme... –dejó caer su peso sobre el respaldo del sofa en donde se encontraba sentado– En realidad él no significa nada para Luzu, solo se está haciendo ilusiones sólito –soltó una pequeña risita– Que pena.
–Te equivocas, Quackity... –finalmente habló el de cabello pálido.
Los esmeralda se encontraron con los marrones qué brillaban por las lagrimas.
