Llueve. Un montón. Tanto que la gotera que habías descubierto en un principio ahora se convirtieron en quince. La número trece está en tu cuarto y justo cae en los pies de la cama, así que anoche dormiste con un balde entre los talones. La número catorce está en el baño, cae en el bidet y te salpica las piernas mientras haces pis en el inodoro. Salís del baño, abrís el paraguas y cruzas a la cocina en la que Eugenia está sentada desayunando y concentrada en su celular, y Agustín batiendo un café mientras equilibra con una sola muleta porque las sesiones de kinesiología están dando sus frutos.
―Che, si ustedes consideran que es normal tener que cruzar de cuarto a cuarto con un paraguas, entonces hay que ordenar nuestras prioridades de convivencia ―decís con el cuerpo bajo el techo de la cocina y sacudiendo el paraguas del lado del patio que se llueve casi como si estuvieran en la calle. Tormenta sale de debajo de la mesa y salta queriendo cazar el paraguas.
―¿No hablaste con papá?
―Sí, pero está ocupado y no sé si quiero que suba al techo. Está grande, mirá si se lastima. Deberías hacerlo vos.
―¿Por qué? ¿Por qué soy el hombre? Eso es machista.
―No, porque entre todas las opciones prefiero que seas vos el que se rompa una pierna. Además, ya te acostumbraste ―le sonreís con maldad y él te salpica café de un sacudón con la cucharita―. Como sea, hay que solucionarlo rápido porque me da vergüenza vivir así.
―Uh, sí, porque toda la ciudad está atenta a cómo vivimos los Espósito.
―¿Qué estás haciendo? ―le preguntás a Eugenia que desliza imágenes de chicos con un dedo. Te ubicás detrás de ella para mirar con más atención y le robas el vaso de jugo exprimido para beber la mitad que queda.
―Me armé un perfil de tinder para controlar el mercado. También te armé uno a vos ―agrega después como detalle de color y casi te atragantas con el jugo.
―¿Qué? ¿Sos boluda?
―Si se quema una, nos quemamos todas.
―¿Pero yo qué tengo que ver? ―y agarras rápido tu celular que habías dejado en la mesa―. Soy una persona pública, Eugenia. La gente me conoce. Armaselo a Agustín.
―Ya lo hizo ―confirma él y te muestra su celular―. Igual no hay nada potable, eh ―y sigue deslizando.
―Elimina el perfil ―le ordenas.
―Ay, no seas cascarrabias. Ni siquiera es para concretar algo, solo para joder y levantarte un poco el ego.
―Me llega a encontrar un compañero de laburo y te mato ―y cerras rápido la aplicación porque ojos que no ven, sociedad que ignora―. ¿También se lo armaste a Candela? ―preguntas cuando la ves a ella salir de su habitación y caminar torpe bajo la lluvia sosteniéndose la panza―. Capaz le sirve como campaña para encontrarle un padre decente a la criatura.
―¡Che, también gotea acá, carajo! ―Agustín se corre del sector mesada porque una gota le cae en la frente.
―Chicos, ya viene ―Candela habla entrecortada y con una respiración agitada.
―¿Quién? ¿El plomero?
―No, pelotudo. Tu sobrina.
―¿Qué? ¿Ahora? ―Eugenia se levanta rápido con los ojos muy abiertos―. Pero estoy en bata.
―Para, para, calma ―exigís con los brazos abiertos como quien intenta apaciguar el clima. Y no precisamente el meteorológico―. ¿Estás segura? ¿Estás con contracciones?
―Sí ―y Candela está reprimiendo un llanto.
―¿Cada cuánto las tenés?
―¡Qué sé yo, Lali! ¡Me duele todo!
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MAGNETISMO
RomanceEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...