El restaurante del tío Damián es uno de los más conocidos en la Ciudad, más que nada por su prestigio como cocinero. Y ustedes, que no son ni lerdos ni perezosos, y que a veces no tienen ganas de cocinar o no les alcanza para comprar en el supermercado, se invitan a su espacio de trabajo. Es el tío, nunca les va a decir que no. Así como tampoco le dijo que no a Candela cuando ella le preguntó si podía trabajar en cualquier puesto menor mientras seguía recibiendo rechazos de las entrevistas laborales en las que se anotaba relacionado a lo que estudiaba. Y él le encajó un puesto como camarera, aunque tiene el permiso de hacer cualquier otra actividad como ayudar en la cocina, manejar la caja o recibir a sus hermanos con hambre.
―¡Bravo! ―los tres gritan en una mesa de seis cual hambrientos cuando Candela y el tío Damián se acercan cargando las bandejas con los desayunos. Andrés la ayuda a ella con los últimos platos que no entraron.
―Pocas cosas me enorgullecen de ésta familia y después de mí venís vos, tío ―dice Agustín colgándose una servilleta de tela en el cuello de la remera.
―Gracias, nene. Vas mejorando en eso del ego, ¿no?
―¡Gracias, Andy! ―gritás para que te escuche, aunque esté a menos de dos metros. Él sonríe desde el otro lado del mostrador y hace una pequeña reverencia―. Nadie hace los revueltos de huevo como él. Decile que se sume.
―Dejá a los peones en su lugar ―el tío abusa cómicamente de su poder y con una mano le indica a Andrés que regrese a la cocina, aunque él se ríe y se pierde tras la puerta vaivén―. ¿Qué pasó hoy? ¿Ya se quedaron sin provisiones?
―Sin plata ―responde Eugenia masticando su tostada con queso y palta. En la otra mano sostiene el vaso con jugo de naranja porque el hambre es tal que es capaz de meterse todo junto en la boca.
―¿Ya? Pero recién arranca el mes.
―Pero solo tenemos dos sueldos fijos ―explicás espolvoreando edulcorante en el jugo de pomelo―. Después tenemos una actriz que no cobra y un profesor de educación física que fía o que la mitad del sueldo se lo gasta en la novia.
―Y una embarazada que come por dos ―acota Agustín.
―Ey, yo por lo menos trabajo en serio.
―Perdón. ¿Yo no? ―cuestiona. Pero Candela solo sube las cejas mientras toma de su taza de té de limón―. Había pocas cosas en la heladera y podríamos habernos quedado a desayunar allá, pero hoy necesito mucha proteína porque más tarde tengo que jugar. Lo importante es que vinimos a verte, tío.
―Sí. Mientras no vuelvas a meterte en la cocina a robarte comida, todo bien ―y corre una silla para acompañarlos―. Che, ¿y cómo vienen con la casita chorizo? ¿Bien la convivencia? ―los cuatro responden con ruido o subidón de hombros porque están comiendo―. Mi hermana se ha mandado sus cagadas, pero era muy buena arquitecta. A mí me gustó lo que me mostró. Cuídenla, eh ―pide. Y los cuatro asienten con las cabezas―. Okey, bueno. ¿Quieren que me vaya así los dejo comer tranquilos o sigo hablando solo?
―No, quedate, quedate ―Eugenia lo retiene de un brazo y escupe un poco de palta que le cae en la cara―. Perdón... ―y busca una servilleta para limpiarle―. Sí, la casa está buena, qué se yo. Y la convivencia es más de lo mismo, estamos acostumbrados.
―¿Tenés algún casting próximamente?
―Ni me hables.
―¿No querés que te contacte con algun famoso? Conozco a un montón, Euge.
―Quiero intentar lograrlo sola, tío. Por ahora estoy bien con la facu, con teatro... dentro de poco tenemos una muestra así que tienen que venir.
―Prometé que no va a ser como la del año pasado que me dormí en vivo ―y Eugenia revolea los ojos―. ¿Y vos, Lalita? ¿No tenés que estar en el canal?
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MAGNETISMO
RomanceEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...