Bueno, a partir de ahora ya tenemos en claro las cosas. Lali quiere ascender laboralmente y para eso quiere escribir un artículo político sobre el nuevo desconocido candidato a gobernador, pero la información se complica porque su chofer —¡su chofer!— la intercepta. Listo, tenemos conflicto porque de eso se tratan las historias, de fuerzas que chocan. Pero como no estoy acá para darles clases sobre ficción, continuemos con lo que nos compete.
Movés inquieta un pie al mismo ritmo que las uñas chocan con el vaso plástico que pediste en la recepción de la sala. Frente al dispenser hay una cola de cinco personas. ¿Por qué en éste país se hace cola hasta para sacar agua de un bidón? Preguntas que jamás obtendrán respuesta dijo un youtuber cinéfilo. Sos la tercera de la fila, adelante tuyo hay una mujer que carga en brazos a una nena de dos años que te mira desde el hombro de su madre con el mentón hundido en el pulóver. La primera es una anciana con joroba en la espalda y bastón atado a la muñeca que intenta embocar el agua en el vaso, pero se le dificulta por un temblor. El muchacho que está atrás tuyo, quizás más impaciente que vos, se asoma a ofrecerle ayuda, pero ella lo saca escarpiendo al grito de «puedo sola, querido. Solo necesito tiempo». Te hizo reír y ya dejaste de estar enojada porque le das la razón. Quizás la que sí te hace malhumorar un poco es la criatura de enfrente que desde la protección de su madre aprovecha a sacarte la lengua. La ignoras, pero cuando además hace ruido con los labios y te escupe, decidís rebajarte a su edad para hacerle lo mismo.
—Evidentemente, no estoy preparada para ser madre —decís cuando llegas a la sala de espera y te sentás entre medio de tu mamá que teje un gorro de lana violeta y Candela que lee un libro, aunque la panza le tapa los últimos renglones.
—¿Quién lo está? —pregunta tu hermana.
—Nadie —y responde Mercedes.
—Qué seguridad me da que lo digan las únicas dos madres de la familia.
—No somos las únicas.
—Que quedaron vivas —agregás y tomás un poco más de agua. Por el pasillo pasan médicas, enfermeros, madres, bebés en brazos y niños corriendo escapando de sus padres que los persiguen detrás con alguna promesa que todos sabemos que después no van a cumplir—. La abuela no estaría para nada contenta de esto.
—A veces agradezco que haya muerto antes de cuando quedé embarazada porque contárselo hubiera sido mi mayor miedo —Candela piensa en voz alta y después da vuelta la página del libro.
—Dudo que hubieras tenido más miedo que al contárnoslo a nosotros —dice mamá—. Todavía puedo recordar la cara de tu padre preguntando en loop si era una joda —y casi escupís el agua—. Pero la abuela se hubiera puesto muy contenta. Siempre dijo que quería tener bisnietos.
—Sí, con maridos empresarios que nos lleven todos los días de viaje y nos mantengan —recordás—. Igual ahora que lo pienso no estaba tan errada, pero yo me enamoré de un hippie que hacía malabares en la calle y ella terminó con un crío que llegó de un polvo.
—Ay.
—¿Supiste algo más de Monte? —Candela retrotrae al de los malabares. Hasta nombre de hippie tenía—. ¿Hace mucho no lo ves?
—Vi en Facebook que está en un camping en el medio de una selva. Ni idea, prefiero no preguntar. ¿Y de tu polvo?
—Basta de llamarlo así —mamá cierra los ojos porque hasta le da estupor.
—Sé menos que vos —ella cierra el libro y lo guarda en el morral de tela—. Le escribo cada vez que vengo a hacerme una ecografía, pero nunca me responde.
—Te dejó en claro que no quería hacerse cargo, Cande. ¿Para qué seguís escribiéndole?
—No sé —sube los hombros—. Quizás algún día viene.

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MAGNETISMO
RomantizmEn el juego de atracción, dos polos se rozan, chocan e implosionan en medio de una búsqueda personal. La moraleja es que lo que alguna vez deseamos no termina siendo lo que queremos, hasta que somos capaces de descubrir y atraer lo que realmente nec...